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Penalti - por marcos

Web: http://marcosmoriana.wordpress.com/

“PENALTI”
Me giré al escuchar sus pasos, el árbitro se dirige hacia el punto de penalti con el brazo en alto… ¡lo ha pitado!
Todos mis compañeros vienen a abrazarme y a felicitarme por la espléndida jugada que acabo de realizar, oigo a algunos celebrar de antemano la victoria. Por el rabillo del ojo distingo al entrenador con el puño en alto alentándome y dándome ánimos.
Minuto 92, final del Mundial de selecciones y cero a cero en el marcador. Un cúmulo de sensaciones inundan mis pensamientos, alegría por saber que podemos adelantarnos y nerviosismo por si decido lanzarlo. Como capitán y especialista en el lanzamiento de la pena máxima ese es mi deber, y debo cumplir con él. Todo está en mis manos, más bien en mi pie izquierdo; esa zurda de la que todos hablan. La “zurda de oro”, incluso llegan a compararla con la que para mí ha sido y será la mejor izquierda de la historia. No hay otra como la de D10s, la de Diego Armando Maradona.
Pienso en él y en toda mi familia cuando recibo el balón del colegiado y me dispongo a situarlo en el punto clave.
Penalti, quién iba a decirme que todo se iba a decidir por un penalti. Lo cierto es que se ha convertido en una suerte dentro del ritual futbolístico. Es anhelado recurso de los malos ganadores -vencer de penalti injusto en el último minuto- o descrédito de la puntería de un equipo -no marcar ni de penalti-. Hay penaltis de toda clase: rigurosos, clarísimos, inventados, provocados, de libro, sólo vistos por el árbitro… Y también hay mil maneras de tratar de transformarlo: fuerte y colocado -al hierro de la red, decía un veterano entrenador-, por el centro -confiando en que el portero se iba a mover-, engañando al portero, con paradiña, a lo “Panenka”… E incluso se discute eternamente si se falla o lo para el portero.
Propiamente un penalti es un punto en el tiempo. No tiene duración. Se sanciona y se ejecuta de manera inmediata.
Me vienen a la mente un sinfín de formas de tirarlo, dudo en la manera que debo efectuar el disparo.
No puedo dejar de pensar en lo que conlleva el marcar o no. Ya estamos en el tiempo añadido y no hay para más jugadas. Si marco ganaremos la copa que todo futbolista desea y que todo aficionado al fútbol quiere que su selección gane; pero si fallo….no debo pensar en ello, debo aclarar mi mente y hacer lo que tantas veces he hecho durante mi carrera. ¿Tan difícil es?
Todo un país está pendiente, toda la gente que ha acudido al campo no deja de mirarme. Pero no es tan sencillo. El penalti es la única jugada que huele a gol en su propia definición. Y el gol es lo más importante del fútbol. Con él se deciden partidos, clasificaciones, campeonatos… Con un penalti se alcanza la gloria. El lanzador si lo transforma; el portero si lo detiene. Los dos, solos, frente a frente, sí, y detrás de ellos los compañeros, el público, el éxito, la historia si cabe. Miro al portero y está igual de nervioso, los dos sabemos de la importancia y las consecuencias que tiene la jugada que en breves segundos se materializará delante de millones de personas.
Cojo carrerilla, espero el pitido del árbitro y con toda la determinación que puedo tener en este momento, me dispongo a chutar con toda mi alma al balón.
Tres, dos, uno,…mi pie entra en contacto con el esférico, y éste sale disparado como si la vida le fuera en ello en dirección a la portería, los nervios y la responsabilidad me consumen en ese instante.
Ya está hecho. El tiempo se ha parado, es como si solo existiéramos el balón, el portero y yo. Veo como el balón se dirige hacia la portería…¡maldita sea! El portero ha adivinado hacia dónde iba a chutar y ha pegado una estirada en el último momento para intentar atajar mi disparo. Un sudor frío me inunda y las fuerzas me abandonan de repente. Pienso que le he dado suficiente fuerza para que el cancerbero no pueda pararlo, pero he intentado ajustarlo tanto al palo derecho que quizás…Los nervios me consumen, he dejado hasta de respirar.
Como dirían los antiguos romanos, “alea jacta est”, no puedo hacer nada más, así que cierro los ojos, incapaz de seguir mirando.

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