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Vélmenni - por Eunice

Web: http://kimerasdelfuturo.blogspot.com

Me giré al escuchar sus pasos. Ahí estaba, de color gris metalizado y negro azabache, el primer robot autómata listo para su venta al público. Era extraordinario ver su aspecto imponente y aún así poder manejarlo a voluntad. Echando la vista atrás, puedo decir, que aquel fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida.

Meses más tarde, yo mismo adquirí uno de aquellos robots. Lo llamé Robbie en honor a Asimov. Podía ver como aquel amasijo de cables y estructuras metálicas cumplía sus funciones, y lo que era más inesperado, me ofrecía una grata compañía. No tardé en conversar con él en cuanto tenía ocasión y empecé a verle más como un compañero de piso que como un electrodoméstico.

Sin embargo, el mundo cambiaba más allá de la puerta de mi hogar. Las grandes industrias especializadas en robótica comenzaron a expandirse. Todas eran extremadamente ambiciosas y pretendían dominar aquel sector económico por todo el mundo. No era de extrañar, dado que la robótica se había convertido en el mayor negocio de la historia y, en poco años, había empezado a sostener la economía de sus países.

Sólo unos pocos años hicieron falta para que el mundo se viera envuelto en un conflicto bélico mundial. La gente había especulado durante años cómo sería ese momento y ahora que había llegado era peor de lo que podían imaginar. Los robots, utilizados como máquinas de guerra, destrozaban y mataban tal como se les había ordenado. No se les podía culpar, sólo eran máquinas y, como todas ellas, podían ser usadas para bien o para mal.

La guerra se hizo cada vez más intensa. En un principio, la utilización de robots para la guerra se había justificado como un medio de no perder vidas humanas, pero todos sabíamos que aquello era una gran mentira. Mandaban a sus metálicos guerreros a las zonas civiles para minar la moral de sus enemigos. Sólo unos pocos intentaban defenderse sin éxito. Los robots eran máquinas de matar y no distinguían edad, color ni sexo.

De manera inexplicable conseguí mantenerme a salvo. En cuanto todo empezó, huí hacia zonas más rurales en busca de refugio. Sólo tuve unos meses para acumular suministros y habilitar unas grandes cuevas, ocultas en medio de ninguna parte, antes de que llegara allí el conflicto.

El mundo se había convertido en un lugar despiadado. Se había utilizado el progreso en detrimento de la humanidad. Ahora solo reinaba el caos y la miseria allá por donde miraras. Me sentía impotente ante tanto sufrimiento. En esos momentos echaba de menos a Robbie y lo peor de todo era que me sentía culpable por hacerlo. Los robots, que habían sido nuestros amigos durante tan poco tiempo, ahora eran nuestros asesinos. Decidí que era hora de comenzar, posiblemente no para el resto del mundo que seguía en guerra, pero si para mi que había fabricado un mundo subterráneo alejado de todo aquello.

Me coloqué en la entrada de mi refugio y miré al horizonte. Las columnas de humo negro y el fulgor de las llamas lo ocupaban todo. Me cubrí bajo la sombra de la cueva con los ojos fijos en aquel desastre. Tenía que pasar página, no podía hacer nada por salvarlos. Noté la humedad en mis mejillas, la presión en el pecho y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. sara isaac dice:

    hola eunice, esto podría ser el prólogo de una novela de ciencia ficción tipo yo robot o terminator. Está muy interesante y tiene desarrollo.Prometo visitar tu blog. Un saludo.

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 19:34
  2. 2. Eunice dice:

    Gracias por tu comentario! Espero tu visita.

    Escrito el 3 junio 2013 a las 08:32

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