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El cazador cazado - por Gentleman

El autor/a de este texto es menor de edad

Me giré al escuchar sus pasos resonando en la lejanía. Entonces le vi. Sabía que me seguían, pero hasta ese momento no conocí la identidad de mi perseguidor. No me extrañaba que me hubiera encontrado. La sola mención de su nombre provocaba respeto y terror entre los de mi oficio. Llevaba dándonos caza desde hace muchos años. Y nunca tiene piedad. Puse pies en polvorosa, como alma que lleva el diablo. Aunque desde el primer sabía que era imposible escapar de él, mi instinto de supervivencia me impedía quedarme quieto. Abrí la primera puerta con la que me encontré y entré. Me encontraba en una especie de sótano o planta baja que de no ser por algunas parpadeantes y viejas lámparas que colgaban del techo, estaría totalmente envuelto en la penumbra. Proseguí con mi huida. Oí abrirse la puerta por la que había llegado allí unos segundos antes. Debido a la casi completa oscuridad en la que estaba sumido, no le veía. Pero sabía que estaba allí. Sentía un frío en la nuca, que hasta ese momento no supe que significaba. Lo comprendí. Eran las frías manos de la muerte, que me aguardaba.
No sé cuánto tiempo llevaba corriendo. Estaba exhausto. No sabía dónde estaba. Ya ni siquiera sabía si estaba vivo o muerto. Solo estaba seguro de una cosa. Él seguía detrás de mí. Podría haber acabado conmigo hace rato, y lo sabía. Quería hacerme sufrir, como a todas las víctimas que tenía a sus espaldas.
Aquella sensación no me había abandonado desde que puse un pie en aquel maldito edificio. Y cada vez se iba en aumento, haciéndose más intensa.
Subí un enorme tramo de escaleras y llegué a un amplio corredor lleno de ventanas. Por un momento quedé cegado, debido a la repentina luz que inundaba la sala. Escuché de nuevo sus pasos cada vez más cerca. Busqué una salida. Miré por una ventana. Estaba altísimo, una caída desde allí podía ser mortal. El juego había terminado. Su sombra acababa de aparecer por la esquina de la entrada. La sensación de frío aumentó de forma extrema y radical. Miré de nuevo a la ventana. Salté.
Caí sobre los adoquines de la calle. No sé cómo no había muerto. Me levanté, dolorido y aturdido, aunque mejor de lo que esperaba. Me sacudí la chaqueta, desprendiendo algunos trozos de cristal. Estaba solo, en una estrecha plazoleta. Parecía abandonada. En el suelo se acumulaban desperdicios y ladrillos. Los edificios que la rodeaban de colores grises, presentaban múltiples desperfectos, y tenían las ventanas tapiadas con tablones de madera. En el centro del lugar, una fuente de piedra, a la que el paso de los años había arrebatado el esplendor del que habría gozado tiempo atrás. De ella no manaba una gota de agua. Algo se movió detrás de mí. Una gélida sensación recorrió mi cuerpo. Era él. Me volví, y por primera vez, le miré a la cara. Casi ocultos bajo el calado sombrero negro, sus ojos, pequeños Y brillantes, irradiaban una maldad tal, que no había visto en toda mi vida. De su chaqueta extrajo un pequeño bulto. Cargó el revólver y me apuntó con él. Todo había acabado. El trágico desenlace había llegado.
Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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1 comentario

  1. 1. lunaclara dice:

    Vaya, tu relato tiene un ritmo vertiginoso desde el principio hasta el final,.. Si me lo permites, echo en falta la voz del perseguidor, el enfrentamiento no solo fisico, sino tambien verbal… Y, si me lo permites de nuevo, me hubiera gustado tener informacion sobre el por que de la persecucion, a que se dedicaban estos dos para llevarse tan mal… Felicidades!

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 22:34

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