Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La Noche de San Juan - por Aradlith

Web: http://tierrasdeerethia.blogspot.com.es/

Me giré al escuchar sus pasos, pero a mi espalda no había nadie. “Imaginaciones mías”, supuse, y proseguí con mi huída. Tenía que aprovechar para salir del pueblo esa noche, antes de que terminase la celebración de San Juan. Por suerte toda la gente estaba en las hogueras en la plaza mayor y pude internarme en el bosque sin llamar la atención. Recorrí el mismo camino de siempre, aquel que llevaba a la pequeña cascada. Allí me vería con Alberto y escaparíamos hacia Portugal, donde íbamos a empezar una nueva vida lejos de toda obligación. Pude observar a lo lejos unas pequeñas luces, y a mi mente llegaron ecos de antiguas leyendas que me contaba mi difunta abuela.
La noche era de las mas bonitas que había visto nunca: La luna llena brillaba en lo alto y el cielo resplandecía de estrellas. El aire olía a verano, a esa mezcla sublime de calor y hierba bañada por el rocío, aderezada con el aroma del fuego y la madera quemada tan propia de la noche de las “meigas”. Todo esto hace que la noche de San Juan en Galicia tenga algo mágico, un cierto misterio. Dicen que esta noche los vivos conviven con los muertos, que las brujas celebran sus aquelarres y que se aparecen los santos.
Mientras caminaba, mi mente volvió a ese momento en el que le daba un vaso de agua a mi marido. Hice esfuerzos por olvidarlo. Dirigí mis pensamientos a Portugal, a que no tendría que volver a trabajar, a que allí… ¿Quien sabe? Podría codearme con la clase alta. Y sobre todo pensé en Alberto, mi único amigo, que me acompañó en mi infancia y en mi juventud. No podría ser feliz junto a otra persona.
Fui la primera en llegar al punto de encuentro. Me senté a esperar a mi amado en una roca al lado de la pequeña catarata, sumergiendo mis pies en el agua.
Y vi como se le escurría el vaso de agua entre las manos, su arrugada cara implorándome ayuda, sus ojos culpándome antes de expirar. Me vi metiendo a mi marido en su cama, quitando el falso techo de su armario para descubrir el cajón secreto y servirme de sus riquezas a placer.
El aire se levantó de pronto, gélido, devolviéndome a la realidad. El bosque enmudeció, como si la vida que hace unos segundos lo poblaba se hubiese extinguido. Tenía frío. En medio del silencio, se escuchó una oración lejana:
…Creador del cielo y de la tierra…
– Debe ser alguna procesión de media noche – Me dije
… Cristo, su único hijo nuestro señor, que fue concebido por obra y gracia…
Las voces parecía que se acercaban.
… Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado…
Pude ver las luces entre los árboles, cada vez más y más cerca. Aquel débil en susurro en el que apenas se distinguía el Santo Rosario se había convertido en un murmullo de cincuenta o cien personas, una parroquia entera.
…Todopoderoso. Desde allí ha de venir a judgar a vivos y a muertos…
“Judgar a vivos y a muertos, judgar a vivos y a muertos…” No podía evitar repetirme esa frase una y otra vez.
… Creo en el Espíritu Santo…
La extraña procesión estaba a apenas unos metros de mí, sosteniendo velas que brillaban sin casi iluminar. Iban vestidos con mortajas blancas, rezando sin percibir nada más. Entre ellos pude ver a mi abuela, y también a su madre. Y fui incapaz de negar la evidencia: estaba ante la Santa Compaña, aquella que se aparece ante bandidos y miserables para hacerles rendir sus pecados en una oración eterna hasta el fin de los tiempos.
Encabezando la funesta marcha iba una figura vestida de negro, encapuchada, sosteniendo una cruz. Me rodearon mientras continuaban con sus plegarias. El encapuchado quedó frente a mí, en el medio del círculo. Se descubrió, y lo vi a él, a mi marido. Irradiaba una luz celestial que me cegaba. Me miró, y extendió la temblorosa cruz hacia mí. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando…

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Guau, la historia es sobrecogedora, y promete. Me hubiera gustado ver mas alla, saber el desenlace. Extenderas el relato? Felicidades!!

    Escrito el 28 mayo 2013 a las 15:22
  2. 2. Aradlith dice:

    Lunaclara, me alegra que te haya gustado el relato 😀
    No había pensado en trabajar más en este relato, la verdad… Pero es como todo, a veces se te ocurre una idea y lo cambias, lo amplias, le añades detalles…

    Escrito el 28 mayo 2013 a las 23:37
  3. 3. Abbey dice:

    Coincido con Lunaclara. Se vislumbra una gran historia si te decidieras a alargar el texto. ¡Cuánto me gusta que al final los pecadores paguen por sus crímenes!. Finales felices, o algo así (no sé muy bien cómo calificar éste).
    Has conseguido encogerme un poquito el alma que supongo que era tu intención, ¿no?. Felicidades!!!

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 17:42

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.