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Dame tu mano. - por Viktor Golewsky

Web: http://libresdelectura.blogspot.com.es/

Me giré al escuchar sus pasos, me estremecí, noté una suave gota de sudor frío que descendía por todo mi ajado cuerpo; mis piernas, con vida propia, comenzaron a temblar, era ella, por fin.
La envolvía una intensa luz, esa luz que siempre había irradiado, esa luz que la perseguía allá donde iba, pero más intensa, qué guapa estaba.
Nuestros ojos se conectaron nada más vernos, era una mirada fija, inamovible. Se creó una atmósfera diferente, un mundo paralelo, un ella y yo. Se formó un momento mágico, un instante eterno, una escena única. Ella no decía nada, yo no sabía ni cómo ni qué palabra articular. Había pasado tanto tiempo. Habían sido tantos momentos juntos. Había tantos recuerdos. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, quería decirle tantas cosas que parecían haberse embotellado incapaces de expresarse, quería abrazarla, besarla, olerla, quería tenerla conmigo, pero no podía.
Hacía más de diez años que no la veía, mi mujer, la que había estado conmigo durante tantos años, la que me había proporcionado todo aquel amor que yo había exigido desde pequeño, la que había pasado por ser mi abuela, mi madre y mi esposa, la que lo había sido todo para mi. Ahora la tenía delante, ahora podía decirle todo aquello que no había tenido tiempo de expresarle cuando me dejó, pero algo me lo imposibilitaba, quizás el miedo, quizás la tensión, quizás el momento.
Me había dejado solo, me había dejado inesperadamente, yo nunca me lo había planteado, pero un día sin más cerró la puerta tras de si dejándome a mi de bruces con ella. Una puerta que jamás volvió a abrirse, hasta ahora, y yo no podía o sabía aprovecharlo.
Quedaron tantas personas sin explicación, tantas personas atónitas, que ahora no podía creerme que la tuviera delante con la posibilidad de pedirle todas esas explicaciones que todos habían depositado en mí, como un simple libro abierto capaz de soportar todo tipo de preguntas, todo tipo de quejas, exclamaciones, llantos y porqués. ¿Por qué? Lo tengo en mi mente y no sé como transformarlo en palabras, ¿Por qué?
¿Por qué dejó a su familia así de sorprendida, sin poder creerlo? ¿Por qué dejó a sus hijos, nuestros hijos, con esos ojos llorosos que aún no he sabido maquillar? ¿Por qué me dejó a mí con una pena más honda que el amor que me quedaba por ofrecerle? ¿Por qué nos dejó a todos, con todo lo que nos quedaba por quererla?
Pero ahora la tenía delante, ahora no la iba a dejar ir, aunque no pudiera soltar una sola palabra en todo lo que me quedaba por delante, aunque no pudiera expresarle todo lo que he sentido en estos años, aunque no pudiera dirigirme nunca más a ella. Solo me bastaba con mirarla, con cogerla, con agarrarla entre mis brazos, con tenerla aquí.
De repente, esa extraña atmósfera que nos envolvía se rompió, ella la resquebrajó con un simple movimiento, un movimiento de su brazo, una invitación a darle mi mano. Y cómo si mi cuerpo fuera solo, como si de una misteriosa fuerza divina se tratara, se la dí, ella me animó a seguirla y acercándose cada vez más, me susurró en la oreja: ve hacia la luz… y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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1 comentario

  1. 1. lunaclara dice:

    Guau, ese giro final en tu relato es totalmente inesperado. Muy bueno! Felicidades!!

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 18:48

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