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¡Corre! - por Tau

Me giré al escuchar sus pasos apresurados, no me esperaba verla tan temprano. Algo pasaba, su cara era el vivo retrato del espanto. Cogió una mochila y empezó a llenarla apresuradamente de ropa. “Date prisa y llena tu mochila de ropa,¡venga!” me dijo sin dar explicaciones, así que a ello me puse. No había llenado aún la mitad de la misma cuando Elisa cogió su mochila y la mía y bajó corriendo a la cocina. Yo pasmado la seguí rápidamente. “¡Es que no sabes lo que está pasando!” me gritó histérica, “¡coge los grandes cuchillos de cocina,llena las botellas de agua y recoge la comida que veas en lata o en polvo!¡vamos!¡a qué esperas!”. Me puse ipsofacto a cumplir sus órdenes,coloqué dos grandes cuchillos en los laterales de mi mochila. De repente un estruendo sonó en la calle, el choque de un coche contra algo. “Voy a ver qué ocurre,lo mismo alguien necesita ayuda” le dije, pero ella me agarró fuertemente del brazo, me hacía daño,”termina de hacer lo que te he dicho pedazo de imbécil” dijo con voz grave y autoritaria. Nunca había visto a Elisa de esta forma, es una joven mujer dulce y cándida, su pequeña figura rebosa normalmente encanto, pero esta vez…esta vez parece estar muy preocupada. “¿Qué pasa cielo?” me decidí a preguntarle tragando saliva y poniendo el tono más dulce y calmado posible. “En la ciudad no podemos estar, es una locura,tenemos que ir al campo, lejos de cualquier núcleo urbano,no podemos estar más tiempo aquí. Ten un cuchillo siempre a mano. Vámonos.” Su respuesta me dejó más perplejo si cabe. Cogí las llaves del coche y nos fuimos a la puerta de casa. Al abrir entendí a Elisa; ante mí un espectáculo dantesco: el choque que escuchamos era de un coche familiar que había arrollado al nuestro que estaba aparcado frente a nuestro hogar. Un cuerpo sin vida asomaba por el cristal del mismo. Había gente corriendo de aquí para allá gritando y ensangrentada. No podía dar crédito a lo que veía, colummnas de humo de alzaban en el horizonte, se escuchaban gritos y sirenas, era como si el apocalipsis hubiera llegado a nuestra pequeña y apacible ciudad. Sentí que me fallaban las piernas, una sensación nauseabunda empezaba a subir desde mi estómago pero en ese instante Elisa me cogió del brazo y de un tirón me metió dentro de casa y cerró la puerta violentamente con una patada justo en el momento en el que dos hombres de los que no me había percatado se abalanzaban hacia nuestro umbral. Ni siquiera los había visto venir. Corrimos hacia la puerta trasera que da al jardín, no había nadie allí, saltamos la verja de madera y fuimos dirigiéndonos a las afueras atravesando patios y saltando vallas. No encontramos ni un alma en nuestro camino, ni siquiera los perros que suelen estar en sus casetas…un terrible silencio se apoderaba ahora del ambiente. Por fin un último jardín y enfrente un gran descampado que acaba en una espesa arboleda. Nos detuvimos a tomar aliento antes de saltar esa última verja que era algo más alta que el resto. Entrecrucé mis manos para ayudar a Elisa a encaramarse y saltó hacia el descampado. Cogí algo de carrerilla y salté, me agarré a la parte superior de la valla y entonces lo ví. Al saltar Elisa habían caído sobre ella unos cuatro individuos, bañados en sangre, uno de ellos tenía media cara mordida, otro tenía muñones en el lugar donde antes hubo brazos. Los monstruos gruñían mientras devoraban y despedazaban a mi mujer que intentaba gritar ahogadamente mientras la sangre salía a borbotones por su boca. Caí al suelo, las bestias entretenidas con su presa ni se percataron de mí. El instinto se apoderó de mí, el miedo y el horror me dominaban. Empecé a andar hacia atrás como un autómata y andes de salir corriendo hacia la espesura presa del miedo cerré los ojos, incapaz de seguir mirando .

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