Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

escena 9 - por sara isaac

Me giré al escuchar sus pasos. El reflejo plateado de la luz de la luna sobre el cañón del arma hizo que levantara instintivamente los brazos.

– Tranquilo Frank, estoy agotado – dije.
– No bajes los brazos, Tom. Voy a esposarte.
– No te preocupes, te repito que estoy muy cansado, exhausto.
– Te creo, llevo tres días persiguiéndote.

Vino hacia mí con cautela pero con la seguridad de quien es capaz de adivinar las intenciones de su adversario. Me rodeó y se colocó a mi espalda, con la mano izquierda sacó mi revólver de la funda de la pistolera y lo guardó en el interior de sus pantalones.

– Nos ha cogido la noche – dijo. – Dormiremos aquí y mañana saldremos hacia el pueblo. Ponte cómodo

Rebuscó en mis alforjas y sacó la cafetera. Yo apoyé mi espalda contra el tronco de un árbol caído en el suelo mientrás él recogía pequeñas ramas secas para preparar un fuego.

– Voy a hacer café, Tom, ¿quieres?

Asentí con la cabeza. Me había quedado sin fuerzas y no me apetecía hablar mucho. Frank se sentó a mi lado y esperó pacientemente hasta que el café estuvo hecho. Entonces, se levantó, sirvió dos tazas y me ofreció una.

-Como no me sueltes una de las manos no voy a poder cogerla

Frank sonrió.

-Perdona, voy a soltarte las manos de momento pero ataré tu cuello con una correa al tronco.
– ¡ Ni que fuera un perro !

-No te ofendas. Solo pretendo que tomes el café y unas galletas sin tener que preocuparme de que intentes abalanzarte sobre mí y rejarme el cuello. Por cierto, no te he registrado, espero que te comportes Tom.
-Tranquilo, ahora mismo no podría sostener un cuchillo en mis manos. Además, no tengo nada contra tí.
-Nada, excepto que voy a llevarte ante la justicia y seguramente te ahorcarán. Has armado una buena.
-Se lo merecían.
-Seguro, pero nadie puede tomarse la justicia por su mano.
-Ojo por ojo, diente por diente, dice la Biblia.
-También habla del perdón y de amar al prójimo.
-Violó a Kate, la mató y después acabó con la vida del pequeño John.
-Cierto, pero tú mataste a su padre, a su madre y a su esposa antes de acabar con su vida.
-Se lo merecía, esa rata se lo merecía.
-La justicia la hace la ley.
-¿Qué ley?. Sabes que el juez lo liberó porque es amigo de su padre y padre de su esposa.
-Era, era.

Lo miré extrañado pero tenía razón, era, en pasado, porque ahora mismo solo quedaba de él un cuerpo inerte con una cicatriz en el cuello. No pude acabar con la vida del juez, no me dió tiempo, tuve que huir antes.Terminamos el café y volvió a ponerme las esposas. No me soltó lo correa del cuello ni la desató del tronco.

A la mañana siguiente unos ligeros pero toscos golpes en las suelas de mis botas me despertaron, era Frank.

-Levanta, nos queda un largo camino hasta el pueblo.

Había preparado de nuevo café. Yo, agotado, había dormido tan profundamente que ni siquiera había pensado en escapar.
Nos pusimos en marcha, atravesamos la frondosa vegetación de la cima de la colina y llegamos al inicio de la bajada. La pendiente era muy elevada y el terreno resbaladizo por la cantidad de piedras sueltas y materia vegetal muerta en el suelo. Frank decidió soltarme las esposas.

-Ve delante y no intentes nada, te estaré apuntando.

Empezamos el descenso casi en cuclillas, apoyando una mano en el suelo y ladeando el cuerpo para igualar el desnivel. Pensaba en como podía haber subido el día anterior.
Oí como Frank resbalaba detrás de mí. Me volví, comprobé que tenía una ventaja e intenté acelerar el descenso. Enseguida perdí el equilibrio y comencé a rodar colina abajo. Me acercaba peligrosamente a un cortado del terreno que dibujaba una caída vertical hacia una zona inferior. Intenté variar el rumbo de mis giros pero una rama gruesa de lo que quedaba de un tronco caído en el suelo me produjo un profundo corte en el costado izquierdo. Me dirijía, irreversiblemente, hacia el precipicio. En un último intento de salvar mi vida intenté hacer fuerza contra el suelo para frenar mi cuerpo pero las rozaduras con las piedras sueltas me provocaron un dolor enorme. Caí al vacío. De repente todo quedó en silencio. Miré hacia abajo y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.
FIN.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Guau, esto es novela negra total. Está muy bien escrito. Se ve que manejas bien los diálogos y son muy ligeros, no aburren. ¿Lo vas a continuar? Felicidades!

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 10:45
  2. 2. Eunice dice:

    Me ha gustado mucho tu relato, me ha recordado a una de esas pelis del oeste que entretienen tanto. Nos leemos.

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 15:28

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.