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Aquí en Paris - por Diana

Me giré al escuchar sus pasos, y ahí te vi parado en el andén de la Gare de Lyon, esperándome, con tus anteojos y tu mochila raída, y mi corazón, como cada vez, empezó a latir tan pero tan
fuerte.

No te di tiempo y te abracé, tan pero tan fuerte, y mi corazón nos ensordecía a ambos y a mí me daba vergüenza.

Y la gente pasaba apurada a nuestro alrededor y nosotros seguíamos allí, abrazados, juntos otra vez , después de tanto, y este corazón que no se calmaba y no quería que me miraras a los ojos para que no te dieras cuenta de lo que ya sabías.

Y tus dedos torpes de científico recorrieron mi rostro, como ciegos para reconocerse, para cerciorarse de que estaba allí, y ¿dónde más mi querido Andreas…?

Y de golpe las palabras, tu acento alemán tan duro, de no hablar español con nadie, creo, porque con vos nunca se sabe.
Y por fin nos miramos y te noté más viejo y más cansado que la última vez y ojalá no estuvieras pensando lo mismo de mí.

Y entonces nos pusimos en movimiento. Ya tenías preparados los tickets para el subte y caminamos por los pasillos de la Gare de Lyon como hace veinte años por la universidad,rápido, como siempre, apurados, para nada, para atrapar un destino que se nos escapó de las manos .

Y tomamos un tren, y luego otro, vos mirabas el mapa y decidías. Yo te miraba a vos.
Y entonces empezó París. Con sus calles, su gente, sus galerías que sólo vos conocías. Vos mirabas el mapa y decidías. Yo miraba París.
Y volver a sentirme La Maga, cruzando esos puentes sobre el Sena, y nos comimos un crepe de jamón y queso, el mío sin pimienta, parados en la esquina de la fuente Saint Michelle, mientras escuchaba las razones de tus silencios, de tus ausencias y yo te perdonaba otra vez, mientras pensaba cuándo sería el mejor momento de darte la noticia de mi traslado, de la oportunidad que tendríamos, por fin, de estar juntos, después de veinte años.
Y caminamos sin parar por la Rué Saint André des Arts del Barrio Latino, por la orilla del río, con las primeras luces de París sobre el Sena y tenerte a mi lado, tal vez ahora para siempre.

Y otra vez hablamos de lo que pudo haber sido, de tu vida y de la mía, tan distantes, tan distintas.

Y caía la noche sobre París y pensé en tu alegría cuando te diera la noticia.

Y te invité a cenar a la Brasserie de la esquina, para contarte, y fuimos caminando despacio, en silencio, y era tan feliz aquí en Paris.
Y pediste vino. Yo no bebía vino, pero eso no importaba , quería contarte, pero te adelantaste y hablaste vos de una mujer y de un hijo, que te esperaban en la estación, de que estabas feliz y brindamos por vos y tu nueva vida, y yo asentía, como en sueños, mirando la botella.
Y me acompañaste al hotel, porque tenías que irte y esta vez no miré el Sena cuando me besaste por última vez, y me dolía tanto la cabeza que me encerré en la habitación y pedí otra
botella de vino.

Mientras te alejabas con paso rápido sobre el Pont Neuf, yo estaba muy borracha y no sabía bien qué hacía .
En un ataque de furia tiré la botella contra la pared. Y vi reflejado con ella en los trozos de vidrios.

Fue un solo movimiento certero sobre mi garganta.

Mientras caía, cerré los ojos, incapaz de seguir mirando…

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