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Giro - por Zelfus

Me giré al escuchar sus pasos. Siempre se me ha hecho asombroso que haya miles de personas haciendo ruido mientras suena la estruendosa música que alienta a salir a los equipos, y aun así se escuche claramente el sonido de sus zapatillas contra el piso de madera, saliendo del camerino. Es que es un gigante. No sólo por sus 204 centímetros de altura sino por la imponente presencia que enrarece el aire cuando aparece, y el aura de fuerza que proyecta alrededor cuando se para, manos en la cintura, con su enorme camisa blanca, y el 23 en su espalda sobre su apellido: Rogers.

Yo no soy de los que grita por gritar. Es más: ni siquiera me gusta ofender a los rivales. Mi función es darle ánimo a los míos, así sea sólo con mi asistencia. Pero cómo no iba a corear su nombre cuando fue su espíritu inquebrantable el que consiguió llevar al equipo a la victoria pasada, aun cuando estuvimos 22 puntos por debajo en el marcador al final del tercer tiempo.
Lo vi sonriendo con orgullo saludando a la fanaticada, por lo que fue evidente cómo se le ensombreció la cara cuando un hombre de corbata le susurró algo al oído. Traté de adivinar de quién se trataba, pero no logré más que deducir que no estaba relacionado al equipo porque no tenía ninguna credencial de identificación. Olvidé el episodio cuando empezaron los himnos y me vinieron los nervios al recordar la última vez que estuvimos en las finales, más de cinco años atrás, sabiendo que haberlo conseguido era la hazaña más grande que podíamos lograr. En ésta ocasión los papeles se invirtieron cuando los comentaristas nos señalaron como favoritos, y algunos entusiastas empezaron a llamarnos campeones. Parecía la oportunidad perfecta para levantar la copa.
Era una noche espléndida. El juego colectivo funcionaba como un reloj, y la gente a mi lado alentaba eufórica a pesar de que la diferencia en puntos no era mucha. Un par de buenas recuperaciones junto a sus asistencias perfectas y nos montamos en el marcador. Se veía venir ésta victoria. No quise moverme de mi asiento en el descanso para no perderme ni a las porristas. Al terminar este juego iríamos bien adelante en la serie y sólo faltaría un partido para la gloria.

Precisamente por eso me parecía triste tener que cumplir con mi trabajo. De las cosas que he tenido que hacer hay muy pocas de las que me arrepiento, pero hay algunas ocasiones en las que no las ejecuto con agrado. Es decir, soy un profesional, uno tiene que cumplir órdenes, pero hay situaciones que lo tocan a uno directa-mente. Pero no era mi culpa: el señor Bonnie había sido claro con Rogers y él le había incumplido con el segundo plazo. El señor Bonnie no da terceras oportunidades.

Después del descanso, el entrenador mandó a Rogers al camerino cuando aún faltaban dos tiempos. Yo sabía que era una mala señal, pero no comencé a preocuparme hasta el tiro libre. Perdimos el rebote y ellos se aprovecharon para hacer de las suyas. Mcqueen completó las 5 personales y después no había manera de detenerlos. El triunfo se desboronó en nuestras manos.

Sentí una profunda decepción y me fui hacia las duchas. La credencial funcionó como esperaba y en menos de un minuto estuve cerca a Rogers, quien miraba concentrado la transmisión del partido. En silencio tomé un cajón de un escritorio, y mientras me dirigía hacia él, no pude evitar ver la pantalla que mostraba a mi equipo, muy cerca de ser derrotado. Era evidente la falta que Rogers nos hacía. Apesadumbrado, reuní todas mis fuerzas y descargué el cajón sobre la rodilla izquierda de Rogers. Creo que alcancé a escuchar el crujir de la rótula una milésima de segundo antes de su grito. Me miró confundido y cuando me reconoció trató de ponerse en pie de un salto. La rodilla se giró hacia afuera y Rogers no pudo tenerse en pie. Cayó apretándose la rodilla con las dos manos mientras me suplicaba que no lo matara, y pedía hablar con el señor Bonnie. Las cámaras enfocaban la cara seria del entrenador, mientras los comentaristas especulaban la razón por la que Rogers no había salido después del descanso. Afirmaban que sin él, jamás podríamos ganar el campeonato. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. Melania dice:

    Este cuento me parece maravillosamente bien escrito, de principio a fin!

    Escrito el 28 mayo 2013 a las 18:28
  2. 2. Enrique dice:

    Muy bueno y muy original, enhorabuena.

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 21:28

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