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Una página, una muerte… - por J. A. López

Me giré al escuchar sus pasos y enseguida nuestras miradas se encontraron, unos instantes después una sonrisa se dibujó en mi rostro pero rápidamente se desvaneció al apreciar su rostro más detenidamente, su mirada era diferente, sus ojos carecían de ese brillo lleno de vida, esta mañana estaba pálida y con un aire de tragedia que me provocó un horrible escalofrío.

— ¿Qué ocurre?— Le pregunté preocupado.

Me observó detenidamente por un par de segundos, abrió sus delicados labios pero ninguna palabra pudo escapar del abatimiento que le sometía, su mirada dubitativa se dirigió hacia su regazo donde tenía un pequeño libro del cual no me había percatado.

Sin decir palabra se acerco a mí y tomando una de mis manos deposito el libro en ella, lo observo por un instante más y dándose la vuelta se alejo a paso presuroso del lugar en el que nos encontrábamos.

Toda mi atención se centro sobre el pequeño libro que ahora estaba en mis manos, por fuera parecía un libro normal como los que mi padre tenia en la biblioteca de la casa, pero algo en su superficie me causaba un estremecimiento de todo mi ser.

La tapa del libro era negra y no se advertía ningún tipo de daño en ella, la sensación al tacto era de frió, las hojas de papel que componían el libro estaban amarillentas y manchadas de lo que parecía tinta negra.

Procedí a ojearlo y cual seria mi sorpresa al ver que en cada página que componía el libro había una macabra ilustración que había sido echa a mano por algún bizarro dibujante y al pie de cada página había tres letras mayúsculas separadas por una línea.

Al parecer todas eran ilustraciones de muertes, una tras otra, doncellas cuyos senos habían sido mutilados con extremidades desgarradas, cuerpos de niños decapitados, hombres colgando por el cuello de una soga atada a un árbol, una niña cuyas entrañas eran comidas por perros, ilustraciones llenas de inimaginable dolor, manchadas de sangre, tan reales.

—Una página, una muerte…— Mi voz se quebró al ver la penúltima página.

Era una mujer, se había suicidado cortándose el cuello con una especie de cuchillo pequeño parecía un abrecartas. Tumbada sobre un sillón y con la mirada perdida, sin vida.

Mis ojos se dirigen hacia el pie de la página y se encuentran con tres letras, tres iniciales que yo conocía: C—R—R. Menos de un segundo después mi cuerpo se queda helado, puedo sentir mi sangre abriéndose paso rítmicamente por mi cabeza, mis pulmones se detienen y todo mi cuerpo necesita moverse al instante.

—No puede ser. — Digo débilmente, —No puede ser. — repito más estridentemente.

Y luego gritando a todo pulmón el nombre de mi amada, me dirijo a toda la velocidad que mis piernas me permiten hacia la casa de mi padre. El sillón, el pequeño cuchillo, la doncella y sus ojos, esos ojos vacíos, no podía ser realidad.

Luego de lo que a mi me pareció una eternidad entro al vestíbulo de la casa gritando a todo pulmón: — ¡¿Dónde esta ella?! —

La cocinera me señala la parte de arriba de la casa, subo de tres en tres los escalones a trompicones, hasta llegar a la puerta de su cuarto.

Gritando su nombre aporreo literalmente la puerta. No se escucha nada, vuelvo a arremeter contra la puerta hasta que esta me cedió el paso.

La sangre se heló en lo mas profundo de mis entrañas, el aire abandonó mis pulmones y las lagrimas empezaron a surcar mis mejillas. Tumbada sobre el sillón de su cuarto, con un corte en el cuello, sosteniendo aun la herramienta que cortó su vida, con la mirada perdida se encontraba ella, hermosa como siempre, pero se había ido para siempre.

Entonces recordé que aun llevaba conmigo el libro, ese maldito libro. Lo abrí justo donde estaba la siniestra pintura de la muerte que mi ser se negaba a creer aunque esta allí. Deslice mis dedos por la superficie del viejo papel y le di vuelta a la hoja, aunque dentro de mi ya sabia que era lo que iba a encontrar al reverso quería confirmar lo que intuía.

Otra muerte, mi muerte, un hombre con el pecho traspasado por una espada yacía muerto sobre su costado rodeado de un charco de lo que parecía sangre y en al pie de la hoja las iniciales J—A—L.

Cerré el libro y desenvaine mi espada, la bese por ultima vez y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Muy chulo tu relato. Engancha desde el principio y el morbo del libro te atrapa y no te suelta hasta el final. Felicidades!

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 10:34
  2. 2. isadora dice:

    me gusto aunque me dio escalofrio, concuerdo con luna engancha desde el principio.

    Escrito el 10 diciembre 2013 a las 18:03

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