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Sin salida - por Jesus

Me giré al escuchar sus pasos, pero no estaba allí, suspiré por un momento aliviado, me senté en la cama, miré la puerta, esperé unos segundos, no oía nada, me acerqué a la puerta y apoyé el oído, seguía sin oír nada. Abrí un poco la puerta, me asomé al pasillo, miré a un lado y a otro, no había nadie, salí del dormitorio y me dirigí al aseo, pero antes de entrar, oí que había alguien dentro, retorné al dormitorio, pero allí no iba a hacer nada, lo que tenía que hacer era salir del piso y eso hice. En el rellano de la escalera, llamé al ascensor, mientras esperaba, volví a oír sus pasos, venía del piso, se acercaba, más y más, el ascensor llegó y entré en él deprisa, viendo de reojo cómo la puerta del piso se abría. Mientras el ascensor descendía lentamente las 5 plantas del edificio, lo oía bajar las escaleras. Abrí la puerta del ascensor y corrí a la calle. Era de noche, no había nadie, estaba todo vacío, sólo asfalto, aceras, coches aparcados, farolas encendidas, comercios cerrados y bloques de edificios a uno y otro lado. Miré a un lado y oí que se acercaba detrás mía y eché a correr, sus pasos se convirtieron en un trote, seguí corriendo durante un buen rato, hasta que dejé de oírlo, me detuve en un cruce, me apoyé en un coche aparcado para descansar un rato, miré delante mío y vi un escaparate de una tienda, la conocía, al parecer sin darme cuenta había corrido una buena distancia, porque aquella tienda, aquel cruce de calles, estaba lejos del piso. Volví a oír que se acercaba y eché a correr hasta llegar a un parque, me senté un rato en un banco.
Aquello tenía que ser un sueño, no un sueño, una pesadilla, tenía que salir de allí cómo fuera, había perdido la cuenta de las veces que aquella huída se repetía una y otra vez, como pasaba en la película Atrapado en el tiempo, pero aquello que vivía no tenía nada de cómico. Esos pasos me hacían por impulso e inconscientemente huir. Me quedaban unos pocos minutos para aclarar la mente y ver que podía hacer para salir de esa pesadilla, antes de volver oír sus pasos. En cualquier momento lo oiría y volvería huir, salir del parque y encontrarme con aquella iglesia de construcción moderna, blanca y enormes vidrieras. Siempre me detenía ante su puerta, algo me impedía entrar allí, un miedo atroz, oía los pasos detrás mía y huía de allí, todo se oscurecía, pero al instante se hacía la luz y volvía a encontrarme en mi dormitorio.
Pasos acercándose a mi derecha, corrí y salí del parque, una avenida y al fondo la iglesia, decidí detenerme y andar con calma, Los pasos iban a mi ritmo, manteniendo la distancia, cómo si me ofreciera la oportunidad de tranquilizarme y pensar, pensar.
– Recuerda – me susurraba a mis espaldas.
Empecé a recordar, en mi mente me vi sentado en el banco de aquel parque, con gesto serio, me levanté decidido y me fui andando por el mismo camino que había recorrido en mi huída, me detuve en aquel cruce y entré en esa tienda, era una farmacia, donde compré unos somníferos.
Estaba delante de la puerta de la iglesia, los pasos se detuvieron, no me atrevía mirar detrás,
– Recuerda – en mi mente vi que llegaba al piso con aquel frasco de somníferos, entraba en el aseo, llenaba un vaso de agua hasta el borde y empecé a tomarme todas las pastillas. Fui a mi habitación y me tendí en la cama.
Abrí la puerta de la iglesia, un pasillo largo, flanqueado por bancos, al final del pasillo un ataúd.
– Recuerda – a los pocos minutos de haberme tragado todas esas pastillas, me incorporé y caí al suelo, estaba arrepentido de lo que había hecho, las fuerzas se me escapaban, se me escapaba la vida, empecé a llorar hasta que cerré los ojos y desperté de pronto, me levanté y oí los pasos.
Me acerqué al ataúd, allí estaba yo, muerto, ella puso una mano en mi hombro, para cobrar su implacable tributo, me dí la vuelta, la miré y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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