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Paseo por el pasado - por Ana Victoria

Me giré al escuchar sus pasos y me quedé plantada casi delante de él. Se bajó de la acera para seguir andando, iba ensimismado y me miró sin verme.
Hacía un rato que paseaba por nuestra calle. Estaba enfrente de nuestro portal, crucé y se me aceleró el pulso. No entré, solo asomé la cabeza para ver que los buzones estaban en su sitio, pero que no eran los mismos en los que él me dejaba notitas todos los días antes de ir al colegio: «Si me quieres espérame en el cruce». Y allí le esperaba yo hasta que aparecía con su pinta de niño bueno enamorado.
Caminé en dirección contraria. Pero la curiosidad por saber de su vida y el número infinito de veces que había imaginado aquella escena hicieron que seguirle resultara lo más natural-Solo unos pasos- pensé. Y le seguí. Había pasado mucho tiempo, todo el tiempo. Y ahora estaba tan cerca. Oí un murmullo que parecía su voz, hablaba en tono muy bajo, como para él mismo. Era como si fuera rezando, no llegaba a entender lo que decía, pero reconocí en su tono la cadencia de una oración –Querido amigo ¿qué te pasa?- Pero no dejé que ese mal presentimiento se hiciera fuerte. Me puse a su lado, le sonreí, me miró. Pero no me reconoció. Pasó delante como si no me hubiera visto, como si yo no fuera nadie, ni conocido ni desconocido, como si allí no hubiera otro ser y en la calle, y en el mundo, estuviera completamente solo. Y pasó de largo. Pero no me resigné:-¡Oiga, oiga, perdone! ¿Podría decirme cómo se llama esta calle?- Se sorprendió al oírme y por primera vez me miró de verdad. Me observó como si intentara colocar esa voz en un tiempo, en un espacio, en una garganta querida. Después de un segundo, desvió su mirada y toda incógnita desapareció. Yo ya no existía. Siguió su camino como si nada hubiera pasado. A lo lejos dos mujeres le llamaban a voces -¡Papá, papá…! Papá ¿por qué haces esto? Mira que no avisarnos de que querías salir. Te vas a perder ¿no sabes que no debes salir solo? Anda, vamos a casa- En ese momento él tampoco existía ya. Su mirada ya no miraba al presente, miraba adentro, a esos recuerdos que ya no recordaba.
No había nadie en la calle. Entré en nuestro portal y salí al momento. Volví a entrar. Metí la mano en mi buzón, con la punta de los dedos saqué, entre publicidad de supermercados y restaurantes de comida china,
unos papelitos escritos con mano temblorosa y letra casi ilegible: «si me quieres espérame…..». Cerré los ojos incapaz de seguir mirando.

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1 comentario

  1. 1. Josep García dice:

    Bastante interesante.

    Escrito el 2 junio 2013 a las 22:54

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