Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Fotografías - por Mina Ohara

Me giré al escuchar sus pasos lentos subir por las escaleras. Cerré el diario que estaba escribiendo y me fui a sentar en el escritorio, donde había un libro de texto abierto. El ruido subió, se arrastró por el pasillo y se paró delante de mi puerta. Ésta se abrió y apareció mi abuelo. Pasó la mirada, callado, por mi caótica habitación, llena de papeles revueltos por todas partes; luego la fijó en mí, e hizo un gesto para que lo siguiera. Me levanté y lo seguí por el pasillo, acomodándome a su ritmo. Seguía sin hablar. Siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero que no dijera nada en todo el día era sospechoso. Empecé a creer que estaba decepcionado conmigo.
Desde ese día yo había estado insoportable, de mal humor. Me encerraba en mi habitación, a duras penas salía para comer, y muchas veces cuando sabía que no me cruzaría con nadie. Me llevó hasta el comedor y allí me enseñó una caja de madera, con remates decorativos. Era el único objeto sobre la mesa, antes llena de pequeñas estatuitas que acumulaban polvo. Me hizo un gesto para que la abriera, y lo hice, notando sus ojos vidriosos clavados en mi nuca.
Al levantar la tapa vi a mi padre, joven saludándome desde un puente de un país lejano, muy sonriente. Le devolví la sonrisa, y levanté la fotografía. Debajo volvió a aparecer él, de pequeño, con un ridículo bañador de playa amarillo, y un cubo lleno de arena. Poco a poco, fui mirando las fotografías, una a una. Podía ver cómo había crecido, dónde había estado, con quien. Su primera comunión, su sexto cumpleaños, la primera vez que fue a pescar… Mi abuelo se había puesto a mi lado, y sonreía con melancolía mirando las fotografías, recordando el momento en que él las tomó. Mi padre iba creciendo a cada foto que pasaba.
Empezó a aparecer mi madre, y se los veía muy felices, con esa sonrisa del gran primer amor. Había diferentes fotos de sus viajes, de su casa cuando se fueron a vivir juntos, y de otras historias, reflejadas en apenas 300 centímetros cuadrados. Empecé a ver fotos del embarazo de mi madre. Fui avanzando, foto a foto, hasta que me paré en una que se me veía a mí, acabado de nacer, en brazos de mi padre. Él me miraba encandilado, su primer hijo, su gran futuro. Por primera vez desde su muerte, me puse a llorar y cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.