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Me giré al escuchar sus pasos - por Carlos Dauro

Me giré al escuchar sus pasos acelerados a medida que se acercaba hacia donde yo estaba. Un vestido tubo, sin tirantes, corto, de satén con bordado entre los volantes del pecho y los muslos y con una flor a modo de adorno en la cintura, todo de color rosado perla. Los zapatos con un tacón de vértigo y forrados por la misma tela que el vestido. Su pelo de color canela recogido en un moño alto y sujeto por una cinta con adornos nacarados, resaltaba el moreno de su piel. Un rostro lleno de angustia, dolor y desesperación. Sólo tenía ojos y oídos para ella. De pronto se abalanzó sobre mí. Estaba acostado en el suelo. Noté su cuerpo sobre mí y escuché su voz entrecortada que me rogaba que no me fuera. Sus lágrimas se pegaron a mis mejillas. Alguien la apartó de manera poco delicada. Mi mano se quedo apoyada en el suelo con la palma hacia arriba esperando que ella la cogiera. Un sanitario me quitó la corbata de loewe que me compré para la cena de esta noche en que celebrábamos nuestro veinticinco aniversario. Rompió los botones de mi camisa dejando mi pecho desnudo y noté un metal frío que dejó sobre mí. Los gritos, las voces fueron haciéndose inaudibles. No podía hablar, ni gritar. La vi llorando abrazada a nuestro desconsolado hijo. ¡Qué sorpresa nos ha preparado para esta noche! Ha hecho un video con fotos de su madre y mías de todos los años que llevamos juntos, desde que éramos novios. Él no sabe que lo he visto, lo descubrí por casualidad hace un par de días en el ordenador cuando al acabar de escribir el poema. Esta noche cuando vayamos a cenar a nuestro restaurante favorito lo llevará en una bandeja mi buen amigo Pedro, el gerente del restaurante. De allí veníamos mi hijo y yo. El restaurante está al final de la escollera de poniente del puerto. Los amplios ventanales dejan ver la mar en toda su inmensidad y su techo transparente nos muestra un cielo iluminado de estrellas. Yo fui con la excusa de comprobar que la mesa era la pactada y mi hijo quiso acompañarme para llevar la música que amenizará la cena, aunque en realidad fue a dejar conectado su portátil con el televisor para sorprendernos con su video. Mi buen amigo Pedro se ha convertido en mi cómplice y en el de mi hijo. ¡Cuánta gente ha llegado! Oigo sus voces. El sanitario ha dejado de presionarme con el desfibrilador. A mi mujer la veo sollozar amargamente. Sonia, estate tranquila estoy bien, sólo que no me sale la voz. Nuestro hijo está abrazándola sin dejar de mirarme. Estoy bien, Luis, muy bien. Todo ha sido un susto. El coche que se abalanzó sobre nosotros y que iba a chocar por el lado que tú ibas lo esquivé, ¿no lo recuerdas? Sólo es chatarra lo que se ha estropeado. Gracias a Dios estamos bien.
Una figura que me resulta cada vez más familiar se acerca hacia mí:
– ¿Madre? ¿Eres tú?
– Ven hijo, es hora de marcharnos
-¿A dónde? No puedo. Tengo mi cena para celebrar mis bodas de plata. ¿Puedes oírme?
– Sí hijo, puedo oírte.
– Madre ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando?
-Es hora que te pongas en camino, ven, dame la mano.
-¿He muerto?
– Sí, has muerto.
-No puedo irme ahora, hoy…
-Tu tiempo ha terminado, ellos lo superarán y estarán bien, no te preocupes.
-Déjame un poco más. Déjame despedirme de ellos.
-Ya esperé a que llegara ella para despedirse de ti.
Empecé a levitar y, al mirar hacia arriba, una luz blanca se abría como una puerta invitándome a entrar en ella.
-Espera un momento. Sólo una cosa. Puedes decir que dejen un par de flores u hojas en el pelo de ella. Siempre le dije que lo haría para que supiese que estaba bien y que la cuidaría desde donde estuviese.
Alguien de los que estaban por allí, invisibles al mundo como yo, recogió un par de flores del arcén de la carretera y se las enredó en el pelo. Ella al notarlas las cogió con su mano, las besó y miró hacia el cielo con una sonrisa llena de dolor y esperanza… cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Hola! Me ha gustado mucho tu relato. Está escrito con mucho cariño y respeto y también veo que con mucho amor. Felicidades!

    Escrito el 1 junio 2013 a las 14:41
  2. 2. Carlos Dauro dice:

    Gracias por tu amable comentario. la verdad este mes lo he tenido complicado al no poder disponer del espacio habitual donde me relaciono con las musas. Los albañiles primero y el pintor hicieron que tuviera que desplazarme a otra habitación provocando un cambio de horarios a la hora de disfrutar de este maravilloso hobbie.

    Escrito el 2 junio 2013 a las 08:16

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