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Impulsos - por rakel

Me giré al escuchar sus pasos. Intentaba no hacerlo, no volverme cada vez que sentía que ella se acercaba… pero no lo podía evitar. Era como si algo tirara de mí y me obligara a mirar.
Objetivamente, nada en ella destacaba pero todo me atraía: su forma de moverse, de andar, el movimiento de sus brazos, su pelo ondulado y negro, y esos ojos verdes que conseguían atraer más miradas aparte de la mía.
Trabajábamos en la misma empresa y eso lo hacía todo más difícil porque yo era, soy, un hombre casado, y en el momento en que me giré por enésima vez al escuchar sus pasos ya le había sido infiel a mi mujer varias veces, siempre con esa misma chica, insulsa y descolorida, que todos los días llegaba cinco minutos tarde a la oficina.
Yo siempre le había sido fiel a mi mujer, estábamos juntos desde que teníamos recuerdos y nunca me había planteado la vida sin ella, éramos amigos, compañeros, padres… pero como pareja sexual mi mujer era, como decirlo, un alma sencilla, sin grandes aspavientos. Yo me conformaba porque ella había sido mi única pareja y no podía comparar… hasta que la comparé con ella, con aquella mujer anodina… con Lucía.
Nunca había padecido un goce como el que ella me hacía sentir, sus besos eran profundos, húmedos y cálidos, nuestras lenguas se entremezclaban y yo a duras penas podía controlarme, toda ella era puro sexo y sensualidad. Entonces volvía a casa y buscaba aquello que acababa de dejar, y me torturaba pensando que mi mujer no se merecía eso, aunque al mismo tiempo la culpaba que fuera tan… sencilla; me sentía culpable pero a la vez tan atraído por aquella criatura que estaba dispuesto a romper con todo sólo por estar con ella y sentir lo que sólo ella me hacía sentir.
Nuestras citas cesaron hará dos meses, Lucía lo había decidido así y yo tuve que aceptarlo y escuchar de sus labios lo que no quería oír: había conocido a alguien y, en palabras de ella, “lo mejor era dejarlo y volver cada uno a lo suyo”.
¿Cada uno a lo suyo? ¡ella era lo mío!
¿Qué significaba ese comentario? ¿Yo a dibujar y ella a seguir dando órdenes desde su despacho? ¿Significaba que no le había gustado el cambio de mando y prefería ser ella la que siguiera al frente? ¿Qué pasaba conmigo? Me sentía como el hambriento al que se le obligaba a practicar el ayuno. Si lo que quería era dominar, yo me ofrecía como súbdito, aceptaba sus condiciones… entonces, ¿por qué me dejaba?
Han sido dos largos meses en que he intentado olvidarla y mirar a mi mujer como antes, hacer caso omiso a los comentarios irónicos y maliciosos de mis compañeros, aquellos de los que ella disfrutó antes de mí… Pero todo es en vano, reconozco sus pasos aunque su sonido se amortigüe con las charlas y los teléfonos de alrededor, me llega el olor de su perfume antes de que las puertas del ascensor le abran paso…
Por ese motivo, ayer me giré al escuchar sus pasos, no debí hacerlo porque así me habría ahorrado una escena que mi cerebro tardará mucho tiempo en disolver en los recuerdos lejanos de la memoria: ante los ojos atónitos de los presentes Lucía desfiló con paso firme y decidido. A su lado y con las manos entrelazadas le acompañaba una jovencita tan anodina como ella, pero con su misma intensa carga sensual. Mientras el resto de mis compañeros miraban la escena boquiabiertos y simulando como podían, yo cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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6 comentarios

  1. 1. Aradlith dice:

    Al fin y al cabo todos somos animales y nos dejamos llevar por nuestros impulsos… Muy entretenido el relato, consigues hacer empatizar con el protagonista.

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 00:02
  2. 2. Anna dice:

    Has transmitido muy bien los sentimientos encontrados de este hombre infiel (e infeliz). Muy buen enfoque. Felicidades.

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 09:50
  3. Muy bien transmitido el deseo sexual de estos animalillos que tenemos por hombres ;-). Has hecho que le coja un poco de tirria a este. jaja. sencilla y entretenida lectura.
    Buenos días

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 08:37
  4. 4. Josep Garcia dice:

    Buen final.

    Escrito el 1 junio 2013 a las 17:24
  5. 5. Patriciandr dice:

    Transmites muy bien ese dualismo que siente el hombre casado, que quiere ser fiel a su esposa pero sin renunciar al deseo y la lujuria extramatrimonial.
    Mientras lo leía, me preguntaba si tal vez la sencillez de la mujer no se debería a que sus inclinaciones sexuales eran otras… Casi acierto. Un final muy bien traído. Enhorabuena!

    Escrito el 2 junio 2013 a las 23:45
  6. 6. rakel dice:

    Muchísimas gracias por vuestros comentarios. Un saludo muy afectuoso a todos.

    Escrito el 24 junio 2013 a las 16:18

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