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Y aprendí a reír de nuevo - por Nhicap

Me giré al escuchar sus pasos, tenía una manera de andar inconfundible por culpa de su cojera. Quien entraba en casa era Alfredo, el hombre que un día, primero, me salvó la vida y, después, nos conocimos. A partir de entonces, he aprendido a reír de nuevo.

Parece increíble que un episodio de depresión y la inesperada aparición de Alfredo, fueron el origen del cambio radical en mi vida. Dos meses antes, los médicos confirmaron lo que ya sospechaba sobre mis frecuentes, y repentinas, oscilaciones entre estados de alegría y de tristeza. Me diagnosticaron un trastorno efectivo bipolar —una manera mas pulcra para definir la psicosis maniaco depresiva—. Lo calificaron de menos grave y confiaban que podría superarlo con un tratamiento combinado: fármacos y visitas programadas al psiquiatra. Ello me exigiría voluntad y disciplina con el tratamiento, y, sobre todo, grandes dosis de paciencia. Demasiado pedir a una joven, inestable y ambiciosa, que pretendía escalar el mundo; cumplí 23 años, soy licenciada en Economía y tengo trabajo.

Sin embargo, las depresiones fueron cada vez mas intensas. Un día primaveral, en una fase de decaimiento profundo, salí de casa a primera hora tras una noche de insomnio, embargada por una enorme tristeza. Me dirigí hacia la ribera del río, necesitaba pasear bajo las dos hileras de viejos álamos, chopos y abedules, un paraje singular y solitario que siempre insuflaba tranquilidad en mi alma; a la placidez del paisaje se sumaba el acariciante susurro del agua en movimiento. Antes de cruzar la estrecha carretera para acceder al paseo arbolado, observé que un autobús se aproximaba por mi izquierda. Entonces, un súbito pensamiento invadió mi mente: cruzaría la calzada en el instante que el vehículo llegase junto a mi. ¡Así de sencillo! Una fórmula rápida para acabar con mi insoportable vida.

Pero quién dirige el destino de las personas, no permitió que abandonase este mundo con tan escaso bagaje. En el instante que pisé el asfalto, escuché el inconfundible chillido del frenazo y, al mismo tiempo, noté que unas manos firmes empujaban mi espalda con fuerza, lanzándome hacia el lado opuesto de la carretera. Al chocar contra el suelo, oí el grito de dolor del hombre que era arrastrado unos metros por el autobús. Mi siguiente recuerdo era del hospital, todavía semiconsciente, con fuertes dolores en la cabeza y gran malestar corporal. Pronto me enviaron a casa, con un aparatoso vendaje en la cabeza y una muñeca inmovilizada.

Antes de abandonar el hospital, quise conocer a Alfredo, mi ángel protector, que permanecía convaleciente, y fuera de peligro, en otra habitación. Me encontré a un joven de aspecto varonil, complexión atlética y el rostro afilado, sus duras facciones quedaban suavizadas por la apacible mirada de sus ojos azules. Después de agradecerle su arrojo y generosa actuación para evitar mi atropello, se había jugado la vida, me interesé por su estado físico. Y me explico lo ocurrido. Se encontraba corriendo por la alameda, como todos los días antes de acudir a su trabajo de policía municipal, y llegó por mi espalda cuando yo saltaba a la calzada. Sin pensarlo dos veces, se lanzó con fuerza hacia mi, me empujó y cayó rodando para eludir la trayectoria del vehículo. Sin embargo, no pudo evitar que una rueda aplastara su pie izquierdo, fracturándole varios huesos.Tras la operación para reconstruir el pie dañado, le pronosticaron que, muy probablemente, tendría que convivir con una leve cojera; y el vaticinio se cumplió.

Me sorprendió la amistosa espontaneidad de Alfredo, consiguió que me sintiera muy cómoda y olvidase mi temor a ser rechazada. Ocurrió todo lo contrario, durante mis visitas diarias, me preocupaba la evolución de su pie, fui descubriendo a una persona, sencilla, divertida, sensible y de un talante de comprensión con mi problema. En pocos días, creamos un clima de cercanía, la mutua atracción también jugó un importante papel, que derivó en una relación mas íntima al aceptar trasladarse a vivir conmigo para ocuparme de su recuperación. Y mi vida cambió, me sentía feliz. Los periodos de alegría eran cada vez mas largos y los estados de depresión muy esporádicos. Me enamoré de Alfredo y espacié las visitas al psiquiatra.

Llevamos juntos seis meses, y tengo miedo. Miedo de mi, de mis rarezas y manías. Ahora, no soportaría que Alfredo desapareciese de mi vida. " ¡Me mataría! " Lo pensé de nuevo, cuando lo oí entrar. Sin querer, volví la mirada hacia el escritorio, donde Alfredo guardaba su pistola; durante unos segundos cerré mis ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Nhicap, controlas muy bien el lenguaje y las descripciones. El mundo que creas es bastante creible y la historia de esta pareja tambien lo es. Quizas, si me lo permites, echo en falta una conversacion en presente con Alfredo. El relato se centra en contar como llegaron a conocerse a partir del accidente y esto consume las 750 palabras… Y si lo amplias por tu cuenta? Y si introduces a Alfredo en una conversacion con la chica y haces q a partir de ahí se conozca la existencia del arma y la desesperada dependencia de ella? … Felicidades!!

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 22:19
  2. 2. Chiripa dice:

    Hola Nhicap, aquí estoy un año después.
    Efectivamente comienzas tu relato describiendo una joven depresiva y en el segundo párrafo haces una descripción de la chica y del diagnóstico y el pronóstico.
    Relatas el intento suicida y el comienzo de una relación afectiva con su salvador, que parece coincidir con una mejoría de la depresión y seis meses después pareciera que vuelve a sentirse mal, o por lo menos con un impulso suicida al que teme.
    Coincido con lunaclara en que se te fueron las 750 palabras en relatar más como surge la relación de pareja que la parte de la enfermedad. Quizás esa ha sido tu intensión: ahondar en una historia de amor con el toque angustioso de la depresión.

    Me gusta tu escritura, es fluida y amena. Pienso que el tema de los trastornos del humor da para ahondar en, por ejemplo, como el tratamiento efectivo ayuda a mantener la relación estable o, por el contrario, como los altibajos la afectan. Para mucho más, incluso.

    Te pregunto, Nhicap: año después de haber escrito este relato, tuviste tiempo de ampliarlo, redondearlo, de pulirlo, o lo dejaste engavetado??

    Escrito el 1 mayo 2014 a las 04:08

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