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Sus pasos - por Marta

SUS PASOS

Me giré al escuchar sus pasos. El golpe de los talones sobre el piso lustroso del aeropuerto, y el ritmo acompasado de la marcha eran sonidos adheridos a mi memoria como la imagen de su dueño.
Era él, no podía equivocarme. Habíamos compartido la vida por más de quince años y a nuestro modo fuimos felices. Luego vino el aburrimiento, involucrarse cada cual en tareas diferentes, seguir el propio rumbo, y por fin la indiferencia y la mentira. Qué tristeza me daba recordarlo como pasajes de un folletín dominguero.
Y aquí estaba de nuevo, justo cuando intentaba llegar hasta mi avión para iniciar una nueva vida; siguiéndome aprisa, con urgencia por alcanzarme.
Traté de mostrarme tranquila y civilizada, me detuve y casi me atropella. Estaba sin aliento, despeinado y con signos evidentes de haber corrido varios metros.
Le costaba recuperarse. Esperé a que pudiera contestarme entonces me contó lo que le pasaba.
-Creí que no te alcanzaría, -me dijo fatigado, tratando de restablecer el ritmo de su respiración.
-Pero qué te ocurre hombre, ni que te persiguieran fantasmas, -le respondí tratando de imaginar las razones ocultas de su presencia.
Me miró como aceptando mis condiciones de vidente.
– Necesito que hablemos, -me dijo bajando la voz. Pero no aquí. Mejor nos sentamos en algún bar.
Lo seguí sin entusiasmo. Lo que menos necesitaba en ese momento era hablar. Esa instancia se había agotado para mí el día que supe de su engaño.
Nos sentamos y él solicitó lo que por años había pedido para mí. Me impactó que esos detalles de la memoria no se hubieran perdido con el desamor. Qué curiosa es la vida de las personas, pensé.
Su voz anhelante me volvió al presente.
-No tengo derecho a pedirte nada, lo sé, pero es primordial que reveas tu decisión. Estoy solo y algo enfermo, te necesito. Por favor no te vayas.
La indignación que me invadía se aplacó algo al escuchar de su falta de salud. Me contó que tenía una afección cardíaca, no demasiado grave, pero suficiente para limitar su estilo de vida. En resumen ¡pretendía convertirme en su enfermera, luego de haberme reemplazado como esposa!
Era inadmisible, la furia me llenó la boca de amargura. Me levanté de un salto, y dispuesta a no perder mi vuelo corrí a toda velocidad hasta el sector de pasajeros en tránsito. Necesitaba huir de aquel monstruo egoísta que se sentía centro del universo.
Muy ansiosa presenté mis papeles y avancé por el largo pasillo que me alejaría para siempre de esa pesadilla.
Miré hacia atrás y lo vi. En su rostro había una mueca de disgusto y hasta sorpresa.
Me hizo señas para que volviera. No era un pedido sino una orden. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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