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La extraña aventura de los tiempos cambiantes - por Luis M. Rebollar

Me giré al escuchar sus pasos acercarse corriendo por el pasillo. Hermosa como una moderna Afrodita, no pude evitar el admirar la espléndida figura de la señorita Diana, observando entonces que llevaba su vestido suelto, mal ajustado. No era propio de ella, siempre impecable y cuidando su imagen al detalle. De algún modo aquello me hizo sentir extraño.

La seguía Bobo, mi fiel compañero esquimal y experto mecánico capaz de construir un avión con las piezas de un coche y un barco. La desesperación en su rostro expresaba su frustración por haber tratado de retener sin éxito, por su propia seguridad, a la señorita Diana.

Como si no tuviera bastantes cosas de las que preocuparme en aquel momento. Por ejemplo saltar sobre el dirigible nazi. Desde otro dirigible. Dirigible que había desviado de su ruta en perjuicio de sus pasajeros turistas, aunque a estos no les importase en deferencia a mi universal fama. Por no mencionar que la maniobra ponía en peligro a un sinnúmero de personas allá abajo en las calles de El Cairo.

Oh, no, además de todo eso, la señorita Diana se empeñaba en ponérmelo más difícil.

—¡Doctor! —me dijo mientras recorría los últimos pasos para ponerse a mi altura. —No podemos perder tiempo. Es necesario que tomemos el control del dirigible nazi para evitar que se estrelle cuando…

—¿Qué quiere decir «tomemos»? ¿Adónde cree que va, señorita Diana?

Al terminar de hablar me di cuenta de lo que había dicho y cómo; había sido brusco con ella, casi diría que irrespetuoso. Reservaba tales modales para la peor ralea de los bajos fondos y el inframundo criminal, no para las personas buenas e inocentes, mucho menos para alguien como la señorita Diana. En especial para la señorita Diana. Pero su comportamiento irracional me había provocado, a su vez, una reacción irracional. Me sentía aún más extraño.

Me miró con una mezcla de irritación y premura, como una madre estirando su paciencia con un hijo travieso, o quizás un poco tonto.

—A salvar el mundo libre —me contestó con tanta naturalidad como firmeza. —¿Dónde sino, Doctor? No pierda tiempo hablando; sabe de sobra lo peligroso que resulta.

—Pero… —balbucí atónito —pero estoy seguro de que usted no puede venir, señorita Diana. Es demasiado peligroso…

—¿Cómo qué no? —respondió con especial énfasis; el notorio desparpajo de la señorita Diana hacía de su ya destacable personalidad algo delicioso, pero aquello ya era demasiado. —¿Cree que no puedo apañármelas?

Aquella pregunta me desconcertó definitivamente. Nunca me lo había planteado así… ¿Podría ser que la señorita Diana fuese capaz de cuidar de sí misma?

Por primera vez en mi vida no tenía respuesta, no sabía qué hacer, cómo reaccionar. Busqué apoyo en la única persona presente que podía darme algún atisbo de respuesta. Otro hombre. Mi fiel compañero Bobo.

—Pero, ¿tú no piensas que es una locura que se ponga así en peligro?

Bobo se encogió de hombros mientras me dedicaba una de sus amables sonrisas. Pude ver que en realidad todo aquello le estaba divirtiendo.

—Quizás no, Doctor. Quizás sea mejor que vayamos los tres.

—¿Los tres? —no daba crédito a mis oídos. —¡Pero no es posible! ¿Qué imagen sería esa para el Doctor Aventura? Se supone que debo protegeros, no exponeros al peligro, ¡diantres!

—No se apure Doctor —respondió la señorita Diana desabotonándose el vestido—, porque los tiempos, están cambiando.

La prenda cayó al suelo y yo me quedé sin palabras.

Ante mí, más esplendida que nunca, la señorita Diana vestía pantalones y ropa ajustada totalmente negra. Lo más curioso es que resultaba especialmente reveladora.

—No me mire así, Doctor —me dijo. —Resulta más cómodo para el combate cuerpo a cuerpo.

—Saltemos al dirigible nazi, jefe —aprovechó a decir Bobo ante mi prolongada pausa—, para tomar el control y detener por fin los planes del barón Von Blucher.

—¿Estáis locos? —reaccioné al fin. —¡Este dirigible viene directo de Alemania con tropas de élite! No se trata de los nazis a los que estamos acostumbrados a zurrar. ¡Estos están más duros!

Una bala rebotó en la barandilla junto a mí. Me agaché rápidamente y pude ver cómo la señorita Diana tenía una pistola en la mano que no había visto antes y derribaba de un disparo a un soldado en el dirigible enemigo.

—¡No perdamos más tiempo! —dijo, y agarrándose fuertemente a una cuerda saltó impulsándose hacia la nave nazi. Invadido de una desconocida sensación de miedo por ella, cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.

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2 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Guau, que chulo! Me encantan los relatos de aventuras. El tuyo esta muy bien escrito, engancha desde primera hora, las descripciones nos mantienen atentos, y que mas te puedo decir? Que lo continues, que se merece un gran libro de aventuras. Felicidades!

    Escrito el 29 mayo 2013 a las 23:14
  2. Jajajaja. Muy bueno, muy entretenido. Me he hartado de reír pro las referencias constantes a películas de aventuras y los gags. Doctor Aventura, jajaja. Muy divertido, de verdad, con esa ambientación a lo Indiana Jones y un héroe como el de La Momia, unos personajes muy llamativos y con personalidad propia, incluso Bobo, a pesar de lo poco que puede intervenir en el relato. Creo que da para un relato mucho más extenso, y, quizá, en tercera persona, para que nos vayas desvelando la personalidad del Doctor Aventura poco a poco. ¡Enhorabuena!, muy entretenido.

    Escrito el 30 mayo 2013 a las 17:45

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