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continuación prefacio - por Roberto

Me giré al escuchar sus pasos, el pobre diablo que la acompañaba estaba también herido y se arrastraba hacía a mí. Acudí presto en su ayuda, pero desde el principio me temí lo peor, y él ya lo había pensado antes que yo. Se escuchó rebotando en el callejón, las sirenas de la policía. Él me agarro del pecho, con sus últimas fuerzas.
-Hazle pagar por ello. Dijo, dejando paso a la furia, olvidándose del dolor que le embargaba segundos antes de desfallecer. Su mano, lentamente fue soltando mi camisa, hasta caer al suelo.
El ruido de pasos y voces, agitadas y asustadas, me indicaba que la pasma se había abalanzado sobre mí, y ya no podía hacer nada más que explicarles lo que había sucedido, esperando que fueran razonables; al fin y al cabo, yo solo soy un pobre tonto, que se ha quedado en medio de un tiroteo.
Alex, eres un Irlandés con mucha suerte.- pensé nada más ver al inspector Collins acercarse.
Levante los brazos y no se mueva- dijo el agente, apuntándome con más miedo que vergüenza, pero enseguida el inspector Collins, le puso la mano en el brazo para que bajara el arma.
Carrie, solo tu puede estar metido en estos líos.
Solo yo soy el blanco preferido de la policía.
El inspector sonrió, y me extendió el brazo, pero al instante de ver los cuerpos, su cara de hombre risueño, mostró al taciturno y macilento inspector de siempre, serio y con una pregunta en la lengua, preparada para ser disparada.
¿Qué ha sucedido aquí?
Le explique lo poco que sabía, empezando el porque me encontraba allí. Aunque fuese el único policía que no me ponía las esposas antes de preguntar, tenía que responderle ante todo.
Resoplo y me miró, con esa mirada clara y fría, que a veces te hace preguntar si puede ver lo que llevas en tus adentros.
Asintió y me dijo sin apartarme la vista, y sacando su pitillera de plata:

Un cigarro-
-Nunca rechazo un cigarro.
-No deberías irte muy lejos, quizás tengamos que llamarte para corroborar tu versión.
-Puedo irme.- le dije, ya cansado de oír siempre lo mismo, sin llegar a ninguna parte.
-Depende de adonde quieras ir.
-No muy lejos, solo a la vuelta de la esquina.- dije soltando el humo directo a su cara.
-Cuidado no te pierdas- dijo apartando la niebla con su mano.
Abría la puerta del coche, y me quedé afuera mirando al bar, había algo que no me cuadraba. Subí, estaría empezando a sacar conjeturas estúpidas, o solo quería una historia donde indagar y sacarme el sueldo, cualquiera de las dos no iba a desaparecer porque me marchara de allí.
Conducí hacía casa del señor Harris, alguien tendría que darle la mala noticia y no se me ocurrió nadie mejor que yo.
Lo vi todo claro al llegar. El coche que había utilizado la señora Harris, estaba en el mismo sitio.
Corrí hacía la casa, estaba cerrada. Di una patada para tirar abajo la puerta y entré todo lo rápido que podía.
El señor Harris, estaba en su escritorio tal como le había visto antes, pero con un aspecto totalmente distinto. Ya no era ese hombre de negocios, receloso de cómo invertía su mujer su tiempo libre, sino un hombre derruido, agarrado a una botella y a una pistola, porque esta vida no puede ser peor que la siguiente… o la nada.
Está muerta, y por mi culpa- sollozaba como un niño pequeño-
Baje el arma señor Harris.
Coja su dinero y lárguese, no ha servido de nada- me ladró a juego con su mirada más violenta-
No podía coger el dinero, estaba manchado de sangre. Una vez se descerrajara el tiro, llamaría y se lo contaría todo a Collins. Sabía cuales iban a ser sus palabras; siempre en medio.
No era cuestión de ser fiel a los principios, ahora lo tenía claro, era la idea de ser fiel a ti mismo, porque cuando eres un lobo solitario, aullando en estas miseras calles nocturnas, no tienes a nadie más que a ti. No era cuestión de dinero, de profesionalidad, era por una lucha más cotidiana, que estaba a punto de cobrarse otra víctima.
El hombre apretó los dientes. Un disparo se oyó a la una de la madrugada en alguna de las lujosas casas de Hollywood Boulevard.
Cerré los ojos no podía seguir mirando.

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