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Guía completa de personajes secundarios: tipos, ejemplos y consejos

Descubre qué tipos de personajes secundarios existen, cómo diferenciarlos y cómo darles vida para que enriquezcan tu historia.

¿Alguna vez te has encontrado con algún personaje, ya sea en tu propia historia o en una ajena, que no sabes si definir como protagonista, como secundario o como algo intermedio? En ese caso, puede que estés ante un tipo bastante concreto de personaje secundario, porque sí: dentro de esta categoría también hay clases. No todos los secundarios son iguales.

A menudo se les llama de formas distintas: personajes de apoyo, secundarios, terciarios, episódicos… Pero, más allá de las etiquetas, lo que importa es entender qué papel juegan en la historia, cuánto espacio narrativo ocupan y cuánto y cómo debemos desarrollarlos.

En esta entrada quiero hablarte de los distintos tipos de personajes secundarios que existen. No se trata de una clasificación oficial o académica, sino de la que yo misma uso para saber cómo y cuánto desarrollar a mis personajes cuando planifico una historia. Es decir: ¿Tengo que crearles un arco de personaje? ¿Necesitan tener un defecto? ¿Y una peculiaridad? ¿Debo conocer todo su pasado. Ese tipo de cosas.

Espero que a ti también te sirva, como a mí, para tener más clara la organización de personajes y cómo trabajar con ellos de forma más sencilla y efectiva.

1. Secundarios principales (o deuteragonistas)

Los deuteragonistas (me encanta ese nombre) pueden confundirse fácilmente con los protagonistas debido a la relevancia que tienen en la historia. De hecho, en ocasiones podemos preguntarnos si estamos ante un caso de protagonista acompañado de uno o varios deuteragonistas, o si, por el contrario, se trata de una historia coral con múltiples protagonistas.

Y es que estos personajes son muy importantes para la trama: tienen una presencia constante, influyen en lo que ocurre y desarrollan su propio arco de transformación. Entonces, ¿cómo los diferenciamos del protagonista? Por la relevancia y el peso que tienen en la trama principal. Los secundarios principales pueden intervenir en esta trama con sus decisiones y actos, pero no son el motor que la impulsa.

Como siempre, lo mejor es ilustrarlo con un ejemplo. El más evidente, para mí, es el de las historias de Harry Potter. En ellas, Ron y Hermione tienen un papel importantísimo, pero no son los protagonistas. Harry lo es.

Aunque Ron y Hermione tienen su propio recorrido, sus subtramas e incluso sus propias némesis, el peso de la historia principal y la lucha contra el antagonista recaen en Harry, el protagonista.

Sin embargo, como ves, podríamos decir que los deuteragonistas tienen su propia historia dentro de la historia. Es por eso que, cuando los imaginemos, deberíamos poner el mismo cuidado y detalle que cuando demos forma al protagonista. Necesitan también su propia ficha de personaje completa, con sus motivaciones, su pasado, su evolución…

2. Secundarios de segundo nivel

Vamos con el segundo grupo, que probablemente se parezca más a lo que solemos entender por personajes secundarios. Son personajes que, aunque importantes, aparecen menos tiempo en la historia y tienen un rol más específico: provocar un punto de giro, guiar al protagonista en un momento clave, ser el interés romántico de otro personaje…

Si retomamos el ejemplo anterior, con las novelas de Harry Potter, vemos cómo el personaje de Neville Longbottom, por elegir uno entre los tantísimos que pueblan esa historia, encajaría perfectamente aquí. Aunque experimenta una evolución a lo largo de la saga y desempeña un papel clave en el desenlace, no está presente la mayor parte del tiempo. Su papel es claramente secundario.

Como secundarios de segundo nivel que son, estos personajes no necesitan una ficha tan detallada. Es decir, no hace falta conocer tantos aspectos de su historia personal como sí ocurre con los protagonistas o los deuteragonistas.

Lo que es importante al crearlos es tener claro qué aportan a la trama y qué función cumplen. También puede ayudarnos el darles ciertas peculiaridades y algún defecto que deban superar, para construir un mini arco de personaje. Así evitaremos que, aunque aparezcan poco, se conviertan en figuras planas y aburridas.

Es decir, aunque no sean los protagonistas de nuestras historias, intentemos que también ellos sean personajes redondos, con vida propia y pequeñas capas de profundidad.

3. Secundarios funcionales arquetípicos

Este tercer grupo se parece al anterior en casi todo: aparecen menos que los personajes principales y cumplen una función concreta, aunque importante, dentro de la historia. La gran diferencia es que, en este caso, no son personajes redondos, sino más planos, sin evolución a lo largo de la trama. Aun así, resultan claramente reconocibles porque se basan en arquetipos clásicos como el sabio, el bufón, el traidor o la voz de la conciencia.

En las novelas de Harry Potter, un buen ejemplo sería Dumbledore, el sabio y mentor. Si lo piensas, es el mismo papel que cumple Yoda en Star Wars. Pero si vamos un poco más allá, el abate Faria en El conde de Montecristo, de Dumas, ejerce exactamente la misma función.

Como los secundarios funcionales no tienen evolución ni un papel relevante más allá de esa función arquetípica ya establecida, no es necesario que desarrolles fichas de personaje para ellos. Pero sí es importante tener muy claro qué papel cumplen, cómo funciona, y —si quieres evitar caer en tópicos— intentar darles una vuelta de tuerca.

Por ejemplo: ¿Y si el sabio mentor es olvidadizo y da consejos erróneos la mitad del tiempo? ¿O si el bufón del grupo es el único que se toma las cosas realmente en serio, pero su forma de hablar hace que nadie le crea? ¿Y si la “voz de la conciencia” tiene un pasado oscuro que contradice todo lo que predica?

Con un pequeño giro creativo, puedes transformar un personaje funcional en alguien memorable, incluso sin romper su función narrativa.

4. Secundarios episódicos (o menores)

Vamos ya con el cuarto grupo: los episódicos o secundarios menores. Estos aparecen en la historia de manera muy esporádica o incluso solo una vez. Tienen una función narrativa, pero esta es puntual: activar una reacción, aportar una pista, provocar una emoción, etc.

Un ejemplo claro en Harry Potter podría ser el Sombrero Seleccionador. Aparece muy brevemente en cada libro (y a veces ni eso), pero su papel es fundamental para marcar la identidad de los personajes, introducir el sistema de casas y, de paso, generar tensión narrativa.

También encontramos personajes episódicos en muchas otras historias. Por ejemplo, en Kafka en la orilla, de Murakami, hay un niño que ayuda a Kafka durante su huida. Es un personaje que aparece brevemente, pero cumple una función muy clara: ofrecer ayuda en un momento clave. A pesar de su corta aparición, su presencia genera impacto emocional y refuerza el tono onírico de la novela.

La tentación, cuando creamos este tipo de personajes, suele ser limitarlos a su función. Nos sirven para cumplir algo en la trama y ya. Pero, ¿por qué no ir un poco más allá y hacer que también aporten a la construcción del universo?

Imagina que el Sombrero Seleccionador fuera simplemente un personaje en la puerta del colegio diciéndoles a los alumnos: «Tú vas a Gryffindor; tú a Ravenclaw». No sería lo mismo, ¿verdad? J.K. Rowling no se limitó a eso, sino que creó un objeto mágico que clasifica estudiantes, convirtiéndolo en un personaje con personalidad propia, sentido del humor y hasta cierto misterio. Su presencia añade lore al universo, y eso lo hace mucho más memorable.

5. Secundarios de fondo (figuración)

Y por último, llegamos al grupo más breve: los secundarios menores o personajes de figuración. Son esos que aparecen una sola vez, dicen dos frases (como mucho) y desaparecen para siempre. Su función es clara, pero mínima: entregar un objeto, decir algo que desencadena una reacción, guiar al protagonista unos metros… y nada más.

El ejemplo clásico es el personaje de las películas de acción o espionaje que le pasa un pen drive al protagonista en un callejón oscuro, le susurra: «Tienes que ver esto»… y se esfuma. Pero también lo es la camarera que trae los cafés y hace que los personajes interrumpan el diálogo, o el hombre parado al fondo de un callejón, cuya simple presencia hace que la protagonista se asuste y cambie de dirección.

Estos personajes no necesitan desarrollo ni planificación profunda. Pero si los incluyes en tu historia, pregúntate por qué lo haces. ¿Necesitas un respiro en la narrativa? ¿Quieres crear atmósfera? ¿O tal vez poner en marcha algo sin llamar demasiado la atención? Si es así, adelante. Pero si no aportan nada, quizás deberías pensar en eliminarlos.

Conclusión

Normalmente, cuando escribimos o planificamos una historia, solemos dedicar mucho tiempo a la trama, al protagonista y a otros elementos que consideramos cruciales. Y, sin darnos cuenta, dejamos a los personajes secundarios en un segundo plano, porque nos parecen menos importantes.

Pero piensa en la cantidad de secundarios —de mayor o menor relevancia— que lograron conquistarte cuando leías una novela o veías una película. ¿Serían lo mismo esas historias sin esos personajes tan bien construidos? Seguramente no. Por eso, quizá merezca la pena que les dediques algo de tiempo a tus personajes secundarios, para que también ellos puedan brillar con luz propia.

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¡Feliz escritura!

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