Literautas - Tu escuela de escritura

Nueve lecciones que mi trabajo como guionista me enseñó sobre la escritura

Escribir es un viaje en el que nunca dejamos de aprender. Hoy quiero compartir contigo algunas lecciones que me enseñaron las salas de guion.

Escribir guion y novela

Como guionista, a lo largo de los años he aprendido algunas cosas que me han servido para contemplar la escritura de relatos y novelas con otra perspectiva. Muchas de las ideas preconcebidas que tenía cuando era una jovencita apasionada por la escritura se han ido desmontando. En su lugar quedaron lecciones más valiosas que me hacen sentirme mucho más sólida como escritora. Por eso he pensado en compartirlas contigo. Tanto si estás empezando como si ya llevas algún tiempo por aquí, creo que puede ser útil recordarlas:

1. La escritura es un oficio

Desde siempre, se ha tendido a romantizar el trabajo de la escritura, como si los autores y autoras fueran una especie de seres elegidos por las musas. No solo pasa con esta disciplina: ocurre también en la pintura o la música. Pero, a diferencia de la escritura, en las otras sí se espera que alguien se pase muchos años estudiando solfeo para llegar a ser un gran músico, o aprendiendo técnicas de dibujo y perspectiva para poder crear buenas pinturas. En la escritura, sin embargo, se ha mitificado la figura del escritor bohemio, borracho y vividor. Puede que existieran, claro. Pero hasta Hemingway tenía una disciplina.

2. Los personajes son lo más importante

Da igual que tengas la mejor idea para una trama. Si tus personajes no están bien construidos, la historia no se sostendrá. Una sala de guion, la mayor parte del tiempo, se parece más a un gabinete de psicología, donde tenemos que analizar a cada personaje, sus motivaciones, su carácter, sus deseos, sus miedos… y donde también tenemos que aprender que, a veces, el propio personaje será el que dicte la trama y nos lleve por caminos que no habíamos imaginado.

Por supuesto, cuando hablo de creación de personajes, no me refiero solo a los protagonistas. Los antagonistas son igual de importantes, o incluso más. En realidad todos cuentan, hasta el menor de los personajes secundarios, y hay que trabajarlos con el mismo cariño.

3. El trabajo en equipo enriquece

Enriquece la historia y enriquece a los escritores que colaboran. En el mundo del guion, es mucho más habitual trabajar en equipo que en el de la narrativa. Es cierto que hay escritores que han escrito novelas en conjunto, pero no es lo más habitual. Y es una lástima, porque es increíble cuánto se aprende del trabajo en equipo, aunque no siempre sea fácil.

Cada escritor tiene sus manías, sus técnicas, su flujo de trabajo y sus ideas sobre lo que quiere contar en una historia. Pero si dejamos los egos aparte y somos capaces de adaptarnos entre todos (en el mundo del guion no queda otra), podemos aprender muchísimo al ver otras formas de hacer las cosas y otras maneras de interpretar la misma historia. Resulta de lo más enriquecedor.

Con esto no quiero decir que tengas que buscarte otro escritor para colaborar en tu siguiente novela (aunque no tendría nada de malo). Pero, si puedes, intenta participar en talleres, en foros, en páginas como esta… y aprender de lo que hacen otros para seguir mejorando.

4. No todos los trabajos saldrán bien

Es una pena, pero hay muchos manuscritos que acaban en un cajón. Esto ocurre bastante en el mundo del guion. Desde que empiezas a escribir una historia hasta que se lleva a la pantalla pueden pasar años. Y eso con suerte, porque hay trabajos que no llegan a grabarse nunca, y no necesariamente porque no sean buenos, sino porque no han encontrado su momento, su financiación… o por cualquier otro motivo.

En la narrativa es más sencillo porque la publicación no es tan cara como grabar una serie de televisión, y el riesgo de lanzarte también es menor. Por eso se publican muchísimos más libros al año que series se graban.

Ahora bien, esto me ha enseñado que hay mucho trabajo que no se aprovechará, que nadie llegará a leer, y no pasa nada. No es ningún drama. Lo importante es que con cada manuscrito que terminas, tú has subido un poco de nivel porque te has enfrentado a nuevas historias, nuevos personajes y nuevos requisitos narrativos. Por eso, si tienes que olvidarte de ese manuscrito porque no consigues que encaje, o cortar esa escena, o cargarte ese capítulo porque no acaban de funcionar, hazlo. No es el fin del mundo.

5. Mejor escribir con humildad

Este punto está relacionado con los anteriores, pero creo que merece una pequeña reflexión aparte. Cuando nos damos cuenta de que no lo sabemos todo y de que hay trabajos (o partes de un trabajo) que tendremos que desechar, ganamos en humildad.

Cuando un equipo de guionistas se sienta en una sala de guion, los egos son lo peor que puede haber allí dentro. Lo importante es la historia, crear la mejor posible, y el autor se queda en un segundo plano. Traer esto a la narrativa es muy útil porque las novelas suelen ser un trabajo más íntimo, más personal, y a veces es fácil confundirlo con la propia persona que lo escribe. La humildad nos recuerda que la historia está primero.

6. Toda historia puede arreglarse

Esto es otra cosa que he visto en salas de guion, en momentos de atasco total, en los que parece que no hay salida. Sobre todo porque los guiones tienen un obstáculo añadido: no son trabajos que escribes y ya está. Hay que presentárselos a otras personas que tendrán que dar su aprobación, que pondrán limitaciones por presupuesto, por temas de emisión y mil motivos más. Y puedes ser que, en algún momento, cuando ya crees tenerlo todo listo y atado, alguien de fuera viene y te obliga a cambiar por completo a un personaje porque no encaja en lo que la emisora espera o porque esa actriz ha decidido irse a otra serie.

En esos momentos he aprendido que la cuestión es no desesperar. Hay que intentar ver la historia con perspectiva, seguir trabajando (aunque a veces un descanso también ayuda), tirar de tormentas de ideas… y, antes o después, todo volverá a fluir.

También puede ayudar contratar un análisis literario en el que te den las claves de lo que funciona en tu manuscrito, lo que no, y cómo puede arreglarse. Como te comentaba antes, la escritura no tiene por qué ser un acto solitario y pedir ayuda, a veces, es la mejor idea. En mis asesorías literarias es un trabajo frecuente: cuando un escritor se atasca y no sabe por dónde coger la historia, le propongo sugerencias que puede tomar directamente, o que pueden ayudarle a verlo con otra perspectiva para terminar con el bloqueo.

7. La escritura es más fácil con un método

Esto es el eterno debate de si hay que planificar una historia o no hay que hacerlo. No hay una respuesta única, porque cada escritor tiene su propia forma de escribir. Yo soy de las que necesita un esquema previo antes de lanzarme a por el manuscrito, y todos los guionistas que conozco también lo hacen. Es la mejor forma de no perderse por el camino. Pero incluso si eres de los que se lanza a escribir sin una idea previa, puede que necesites un método después, para la reescritura. Encuentra el tuyo y permite que crezca contigo a medida que aprendes.

8. Tener una fecha límite ayuda

Ayuda a no procrastinar, a saber qué es lo importante y qué lo accesorio (por ejemplo, no dedicar meses a documentarte para una escena mínima), a tener claros los objetivos y a saber cuándo parar. Si bien es importante pulir y revisar una historia hasta que quede redonda, muchas veces nos enredamos en tonterías, perdemos mucho tiempo o lo vamos aplazando porque no tenemos esa fecha límite que nos condiciona.

9. Es el mejor trabajo del mundo

Esta es la lección más importante. Porque sí, a pesar de todos los sufrimientos, de las frustraciones, de los momentos de atasco frente a la página en blanco, de las dudas, los miedos y las inseguridades, de lo difícil que es sacar adelante un trabajo y conseguir que se emita o se publique, y de todo lo accesorio que rodea el mundo de la escritura… ¡es el mejor trabajo que existe! Al menos para mí. No hay nada más estimulante que sentarme delante de la pantalla con la perspectiva de un montón de horas a solas con los personajes, las tramas y las palabras. Solo por eso, todo lo demás merece la pena.

Esta es la lista con las diez cosas que he aprendido en mi trabajo como guionista. Al menos las diez más importantes o de las que soy más consciente, porque seguro que hay muchas otras. ¿Y tú? ¿Estás de acuerdo con ellas? ¿Qué otros aprendizajes has incorporado a tu trabajo como escritor/a?

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