El rey vencido - por Pedro Jiménez

Decidió visitar a la bruja ya que la desesperación apenas le dejaba pensar, quería prever, adelantarse a los acontecimientos y así poder tener total seguridad en su porvenir. La duda le asaltaba constantemente, era una obsesión. La inseguridad creada por la duda le mantenía insomne, apenas tenía apetito, era incapaz de concentrarse en otros asuntos y un vacío inmenso le descomponía, solo alguien que pudiera ver su futuro podría devolverle a su vida normal.
La pétrea escalera de caracol se interponía entre él y la ansiada respuesta, los húmedos peldaños resbalaban como el hielo, tenía que concentrarse en cada paso porque cuanto más avanzaba por la interminable escalera los escalones se hacían más altos, más resbaladizos, más oscuros. Cada paso era agotador y solo la agónica duda le daba la suficiente obstinación para continuar el despiadado ascenso. Pisó el último peldaño, atravesó una pequeña puerta y sus ojos se quedaron fijamente mirando los magnéticos ojos de la maga que sin preguntarle auguró: -al amanecer un gran rey ganará la batalla-.
Y al alba se presento con todos sus ejércitos, las armaduras resplandecían sobre la llanura que iba a ser el campo de batalla. Ahora estaba seguro de que nada ni nadie podía impedir que solo él gobernase los dos reinos. Después del feroz combate los cadáveres de hombres y bestias se repartían por todas partes. Su ejército había sido aniquilado. Lamentando lo ocurrido se preguntaba que había fallado, quizá aquella bruja le había engañado, pero nada más lejos de la realidad pues fue tan solo su terquedad avivada por su orgullo la que le cegó al oír tan ambigua respuesta, la bruja sabía que solo podía haber un rey vencedor.