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El beso - por Spinnerdark

Web: http://trazosyrasgos.wordpress.com/

Decidió visitar a la bruja y, con ello, la peor decisión que había podido tomar.
No le quedaba alternativa. Estaba solo y herido, intentando ocultarse entre los callejones de los barrios bajos más oscuros y siniestros de toda la ciudad de Trenma. Una punzada de dolor le recorrió desde su costado derecho y se tambaleó hasta apoyarse sobre una pared de piedra, bajo el resguardo de la incesante lluvia. El frío le calaba hasta los huesos y no podía casi respirar del dolor, pero no dejaba de sujetar con su mano derecha la pequeña daga con la que había podido escapar.
Escuchó un ruido que provenía de unas casas cercanas y agarró la empuñadura de su arma con fuerza. Miró alrededor, intentando esconder su presencia apretando su cuerpo contra la pared. Un gato lanzó un maullido quejumbroso, intentando cubrirse de la molesta lluvia pero, salvo aquel animal, no se veía a nadie.
Inhaló entre dientes e hizo un enorme esfuerzo por moverse. Tras pasar unas callejuelas más y tuvo que volver a esconderse para esquivar las miradas de una pareja que corrían buscando cobijo. Y al final llegó al hogar de la bruja. La puerta era de madera oscura y llena de inscripciones, ya desgastadas por el paso del tiempo. Una de las bisagras estaba completamente oxidada y medio caída. Pero lo que más llamaba la atención era el rostro de la bestia de metal, con una argolla en sus fauces colgando para golpear la puerta.
Antes de que pudiese siquiera coger el aro para dar el primer golpe la puerta se abrió casi al instante. No había nadie al otro lado.
Una ráfaga de un viento gélido le golpeó la cara y un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. Alargó el cuello y observó hacia el interior, pero no logró distinguir nada. Estaba asustado, pero no tenía alternativa. Tras de sí escuchó unos pasos rápidos. Asustado y con el temor a que lo descubrieran tragó saliva y con decisión se internó en aquel lugar.
El golpe de la puerta al cerrarse sola le pilló desprevenido y quedó en la más negra oscuridad. Solo se escuchaba su respiración agitada, las gotas que caían libremente de su ropa mojada golpeando el suelo y, a lo lejos, el mecanismo de un reloj de cuerda. No sabía qué hacer, así que permaneció quieto durante unos instantes que le parecieron eternos. Estaba empezando a perder la paciencia.
– Ayúdame… Por favor, te lo suplico… –Su voz resonó en la habitación, como si aquel lugar no tuviese fondo.
Unas luces empezaron a brotar a su alrededor. Montones de velas aparecían iluminando la estancia e iban marcando una especie de camino. Apoyadas en cualquier lugar se internaban por un estrecho pasillo hasta llegar a una habitación iluminada por completo. El joven empezó a caminar, sujetando con ambas manos frente a él su única arma.
Al llegar a la habitación agradeció encontrar la calidez de una hoguera encendida en el centro, sobre la que flotaba mágicamente un caldero. Su interior burbujeaba salvajemente una especie de brebaje azulado. Estaba hipnotizado por aquella escena. Sin embargo no se percató de su presencia hasta que miró hacia el fondo, en el sillón enorme, donde la mujer estaba sentada con los brazos cruzados sobre el regazo.
Sus ojos eran fuego que le quemaba por dentro. Su sonrisa pícara mostraba claramente sus intenciones. Se levantó y se acercó hacia el lentamente. Con cada pisada movía su cuerpo sinuosamente, dejando que la suave túnica dejase entrever lo suficiente como para provocar a su invitado. Su larga cabellera pelirroja fluía libre sobre su espalda.
La mujer acercó la palma de su mano sobre la mejilla del joven muchacho y con mucho cuidado le besó en los labios. Aquel beso fue apasionado, como nunca una mujer lo había besado.
Dejó escapar el cuchillo de entre sus dedos y golpeó la madera. Las lágrimas caían libremente por sus mejillas, mientras una sonrisa se le dibujaba en el rostro. La mujer le agarro de las manos y lo llevó a un rincón, para acomodarlo sobre una cama mullida con sábanas blancas.
– Gracias.
La bruja le volvió a besar, pero esta vez sobre la frente. Y el joven cerró los ojos.
Para no volver a abrirlos jamás.

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