ACTO FINAL - por Constanza

ACTO FINAL

Me hallo inmerso en la que ha de ser mi última escena. Finalmente he aceptado el desafío. Me he rendido a vuestra ruindad. No hay mejor lugar para esperar la muerte que un oscuro y siniestro féretro. Mis ojos están cerrados, mis músculos inmóviles. El plan marcha según lo previsto… Estoy cansado de este mundo, un mundo que ya no entiendo ni me entiende.

No siento mis piernas y, dentro de poco, mi cuerpo, este cuerpo que tanto ha vivido, ha gozado y ha sufrido, será una masa inerte que ha de servir como alimento a criaturas ajenas y carentes de todo sentimiento.

Cada vez más, el hombre se asemeja a estos seres desprovistos de razón, de ternura, de comprensión. Cada segundo avanza en la dirección que le lleva al desapego, al descreimiento, a la animalidad en definitiva.

¡Cretinos! Pensabais que dándome el papel de muerto ibais a hundirme. ¡Hoy sabréis quién es Francisco Lavera!

«No resultas convincente, Francis». «Tienes que vivir el personaje, Francis». «Si sigues así habrá que buscarte un sustituto, Francis…»

Estoy harto de vuestros comentarios sarcásticos, de vuestras estúpidas bromas y de vuestras sucias burlas. Sé muy bien lo que pretendéis. Queréis que me marche y deje el puesto libre para ese majadero de Marcial, que anda como loco por quitarme de en medio.

Que ya no soy el de antes, que pierdo facultades… Os mostraré las facultades que he perdido. Y sin mover un dedo. Aquí, quietecito, dentro de mi ataúd, os daré una clase magistral de interpretación que no os dará tiempo a olvidar. Uno por uno vais a saborear vuestra propia medicina. ¡Vais a saber lo que es un artista! ¡Pondré al público en pie!, como en los viejos tiempos. ¡Nadie se ríe de Francisco Lavera!

El trago de la popular botellita verde que os pasáis unos a otros antes de que suba el telón os va a sentar de maravilla. Lo siento por María, que acaba de llegar y no tiene culpa de nada… ¡Bah!, con el tiempo seguro que se volvería de la misma calaña que vosotros.

¡Canallas! ¡Mezquinos! ¡A mí, que llevo toda mi vida desgastando las tarimas de los mejores escenarios! ¡A mí, que no he nacido sino para actuar! ¡A mí, que hasta la última gota de sangre daría por un digno papel en los años que me quedan!

Sin embargo…, me ofrecéis la muerte. Con todo vuestro descaro y desvergüenza me servís el amargo lecho donde os gustaría verme descansar para siempre. ¡Necios! ¡¿Cómo osáis humillarme de este modo?! ¡Bien cara habréis de pagar vuestra afrenta!

Queríais una buena actuación y aquí la tenéis. La interpretación más virtuosa de cuantas hayan contemplado vuestros miserables ojos. Sin movimientos, sin gestos, sin texto. Queríais que fuese creíble y os he traído al límite de la realidad, porque este esperpento es tan auténtico como vuestra vileza.

* * *

El público se ha puesto en pie, está enardecido. No sabe si lo que tiene ante sí es ficción o realidad. Han echado el telón. Reina el desconcierto. Están desalojando la sala. Oigo gritos, carreras, llantos…

Cuando encuentren la carta se sabrá la verdad y mi nombre, Francisco Lavera, pasará a la posteridad, no así los vuestros. ¡Pobres!, tanto afán por destacar, por conseguir unas migajas de fama y seréis simplemente recordados como las pobres víctimas de este viejo loco.

No quiero seguir aquí, puesto que aquí nadie me quiere… más no me marcharé solo. Mis verdugos me acompañaréis y juntos rendiremos cuentas… allá en el Infierno. Ya no oigo nada, no siento nada… muero.