Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Still - por Moona

Web: http://moonanet.blogspot.com.es/

El acostumbrado parón a media mañana no podía faltar. Cruzaba la pequeña calle adoquinada hacia la cafetería de enfrente y disfrutaba de veinte minutos sin emails y llamadas de teléfono. Era el único momento del día en que se daba un respiro. Se sentaba junto al ventanal y la linda Rosie le llevaba un capuccino bien caliente y un croissant recién horneado. Héctor lo tomaba a sorbitos y mordisqueaba el bollo con deleite. Hoy necesitaba especialmente ese pequeño instante, a solas con sus pensamientos y su ritual, pues en cuanto entrara en la oficina le esperaba una reunión crucial. Su jefe Pascual había sido propuesto para la dirección de la sede de la oficina en Nueva York, al jubilarse el actual, Robert. El otro candidato era Esther, una arpía de pies a cabeza, capaz de pisotear a quien se cruzara en su camino para conseguir sus propósitos. Llevaba toda la semana recibiendo veladas amenazas por parte del grupo de Esther, conminándole a votar en favor de ella. Se rumoreaba que habría empate y ello daría la victoria a Pascual, que llevaba más años en la empresa. Pero Héctor no había querido dejarse intimidar. Sabía que si ganaba Pascual, él, como su mano derecha, sería trasladado también y por fin viviría en la ciudad de sus sueños.

Terminó el desayuno y se despidió de Rosie con una sonrisa agradecida cuando ella, sabedora de la importancia de la reunión, le colocó con gracia un trébol de cuatro hojas en la solapa de la chaqueta y lo besó en la mejilla. Cruzó de vuelta al edificio, haciendo sonreír a cada adoquín que pisaba —tal era el optimismo y buen humor que emanaba—.

Subió hasta su planta y entró en la sala de reuniones. Estaban allí todos los convocados, y no tuvo más remedio que sentarse entre los del otro bando: a su derecha, Esther; a su izquierda, el ambicioso Lucas.

Robert abrió la reunión y relató emocionado su trayectoria en la compañía. Hubo sentidos aplausos al final de su discurso, momento en que Héctor notó un leve pinchazo en el tobillo y pudo ver por el rabillo del ojo un pincho retráctil en el zapato de Lucas mientras retiraba el pie. Robert, sin más preámbulos, presentó a los dos candidatos y dio paso a la votación.

—Por antigüedad en la empresa, empecemos con Pascual. ¿Votos a favor?

Una tras otra se fueron alzando las manos previstas, hasta llegar a Héctor, en quien todos los ojos se posaron. Mostraba una sonrisa hierática, mientras por dentro sentía miedo y desesperación. Estaba completamente inmóvil. Parpadeaba sin poder expresar emoción alguna y sin poder emitir el más leve sonido. "¿Qué me han hecho?", pensaba impotente.

Nadie parecía percibir que algo le ocurría. Él miraba fijamente a Lucas, pidiendo auxilio por dentro, pero la cara de su jefe solo mostraba una tremenda decepción.

—Seis,… siete… ¡Siete votos a favor de Pascual! —concluyó Robert.

Nada iba según lo previsto. Los ocho restantes apoyaban a Esther. Héctor veía su sueño desvanecerse y Robert, abatido, ocultaba su rostro entre las manos.

—Ahora los votos a favor de Esther.

Varias manos empezaron a elevarse hacia el techo, al tiempo que James, uno de los chicos de Esther, se levantó como impulsado por un resorte y abandonó la sala a toda velocidad, ante la mirada atónita e intrigada de todos los presentes. Esther, furiosa, echaba fuego por los ojos y apretaba los puños hasta clavarse las uñas.

Robert, divertido por tanta sorpresa, inició el recuento en voz alta.

—Cinco, seis y… siete… ¡Bien! ¡Empate! —recapituló—. Como sabéis, el procedimiento de la compañía deja muy claro este punto y el empate se deshace por antigüedad. Así que… ¡Enhorabuena, Pascual! A partir del próximo mes, serás el nuevo director en Nueva York.

Esther abandonó la sala como una exhalación, mientras Pascual se ponía en pie, agradeciendo las felicitaciones de los presentes. Héctor, aún inmóvil, parecía notar un cosquilleo y esperaba que fuera síntoma de la vuelta de su movilidad. Ardía en deseos de excusarse ante su jefe y darle la enhorabuena.

Tras recuperarse y explicar a Pascual lo sucedido, bajó a desentumecer los músculos y entró al bar de Rosie.

—Te veo feliz. Temí haberme quedado corta con el laxante.

—¿Fue cosa tuya? —preguntó sin dar crédito.

—¡Claro! ¿Qué esperabas? Les oí jugar sucio y tenía que hacer algo… Y más si quiero… que me lleves a Nueva York.

—¡Jajaja! Tienes una semana para convencerme.

—Lo haré —dijo coqueta.

—Te creo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.