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DISFRUTA TU PASIÓN - por Zelfus

Noe no era mucho de fumar pero no encontró nada mejor para hacer mientras esperaba. Se había terminado el café y los minutos seguían agarrados al reloj analógico colgado en la pared de la cafetería. Pese al bullicio cotidiano, Noe alcanzaba a escuchar como cada segundo marcaba la condena.

Un hombre en sudadera entró caminando despacio, mirando a los clientes de las mesas. Ese debía ser, aunque Noe no había imaginado que los tipos duros vistieran sudadera. Se notaba que el tipo pasaba buen tiempo en el gimnasio, pero su cara parecía muy tranquila para ser un mercenario. Hasta parecía de buen humor.

-Pst, soy yo: Paco –dijo Noe.
El hombre gimió frunciendo el ceño en forma de pregunta: -“¿?”.

-Eh… ¿Diesel? –preguntó Noe a un volumen muy bajo.

El hombre ignoró la pregunta y siguió caminando hacia otra mesa más al fondo del local, donde besó con pasión a una adolescente. O era una estrategia muy bien planeada, o ese no era el hombre. En cualquiera de los casos Noe tuvo que esperar. Otro café con cigarrillo le harían bien.

Cuando caminaba de vuelta a su mesa, un muchacho alto y desgarbado se le paró en frente. La cabeza descolgada hacia un lado y la poca emotividad en su cara hicieron pensar a Noe en una película de zombis. El muchacho movió la cabeza hacia arriba apenas unos centímetros y sin mover los labios, emulando un saludo. Noe sintió que el vaso de café se mojaba con su sudor.
Se sentaron uno frente al otro aunque Diesel no dirigiría ni una sola mirada hacia Noe a lo largo de toda la conversación. Con una mano cubriéndole los labios Noe trataba de disimular lo que decía, haciéndose difícil de entender.

-Creo que ya se lo explicó el Loco: el trabajo consiste en acompañarme a mi casa y atarme a las tres y media de la tarde, con candados si es necesario, no dejarse convencer por ningún medio o motivo de soltarme hasta pasadas dos horas, y luego liberarme asegurándose de que no me haya pasado nada malo.

-…

Noe sacó una bolsa de papel de su chaqueta y se la extendió a Diesel. La abrió sin disimulo dirigiendo su vista hacia el lado de los clientes. Guardó la bolsa en el bolsillo trasero de sus jeans.

-Hecho –fue todo lo que dio como respuesta con su voz cadavérica y desinteresada.

Noe intentaba encontrarse con los ojos de su interlocutor para descubrir los pensamientos que ocultaba. Desde las calles se oían algunos gritos eufóricos, como ataques esporádicos de alegría de celebración. Hace un rato habían sonado algunas cornetas, sin decir que el ambiente de fiesta fuera general.
-¿Ve esa gente? –continuó Noe. –Ellos festejan que hoy estamos en la final. Hoy, después de treinta y siete años, mi equipo volverá a ser campeón. ¿Me entiende?

-…

Diesel dejó escapar un suspiro en tono de burla frente al cuál, más que ofendido, Noe se sintió incomprendido. Cuando lo mencionaba sonaba ilógico, era cierto, pero él, lo sabía bien desde el fondo de su corazón.
-Yo no seguía a mi equipo desde hace años –continuó Noe-, me había apartado. Hace tres fechas, ilusionado con los comentarios que escuchaba, volví a ver un partido: perdimos. Terminamos una racha de trece victorias, lo que podría haber sido un record nacional. No sé cómo me volví el ave de mal agüero. Lo siento en mis venas: si escucho o veo el partido de hoy, por cualquier medio, perdemos. Pero no encontré cómo resistirme a la tentación
de saber.

Diesel miró las manos de Noe, parecían de escritor o de maestro de escuela, un total cobarde. Atado así, parecía más indefenso y enfermizo.

-¿Qué va a hacer? –dijo Noe-. Eso no es necesario.

Sin hacer caso a lo que había escuchado, Diesel puso la cinta de embalaje en la boca de Noe. Sacó de la nevera una cerveza y se sentó a su lado. Encendió el televisor, cambió de canal hasta encontrarlo y se tuvo un instante a examinar la expresión de Noe. Estaban dando la alineación. Subió el volumen para que se escuchara más que los gemidos.

A Diesel no le gustaba ver partidos en los que no estuviera su equipo. Pero éste iba a disfrutarlo.

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