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El secreto - por Ismael Tomas Perez

El secreto

Aquel era el segundo día de lucha, desesperada, cruenta. Habían muerto prácticamente todos, tanto de un bando como del otro, mas de ciento cincuenta aguerridos hombres yacían brutalmente mutilados, desmembrados, abiertos en heridas escalofriantes. Las espadas no podían soportar mas sangre, habían atravesado o rasgado muchos cuerpos humanos, demasiados, quitando vidas que estaban empañadas en conseguir apoderarse de aquel secreto. Ya solo quedaban dos hombres, los más fuertes, vigorosos, valientes y decididos a acabar con aquella batalla. Uno por cada bando y ambos con la misma intención, luchar hasta el final, hasta morir, como habían hecho sus compañeros, sus mas fieles luchadores. No habría prisioneros, los invasores habían ganado durante tiempo un prestigio aterrador. No dejaban jamas a nadie con vida , disfrutando ademas de desmembrar y hacer sufrir hasta la muerte a sus enemigos, hasta incluso sus mujeres tenían a gala cortar las partes nobles de los enemigos muertos o agonizantes para exhibirlas como trofeos. Eran los soldados con fama de mas crueldad de aquella época , hasta el punto que muchos pueblos tan solo con oír sus nombres vivían aterrados.
Aquel secreto había cobrado ya muchas vidas, quedaban solo dos y ninguno de ellos estaba dispuesto a compartirlo ni a perderlo.
Ambos se conocían bien, se habían batido muchas horas y aunque estaban exhaustos no iban a rendirse ni a presentar síntomas de flaqueza ante su enemigo.
Después de un momento de descanso, lo que tardaron en cruzar las miradas y acercarse uno a otro a paso lento, preciso, tanteando el terreno que los separaba, se encarnizaron en la ultima lucha a muerte, sin piedad, con todas sus fuerzas que ya eran pocas. Las espadas cruzaban el aire secando con este la sangre de tantos cuerpos a los que habían dado muerte. Ya casi no podían con su propio cuerpo, el peso de la espada, de su propia espada a veces les hacia perder el equilibrio hasta que, en un traspié uno de ellos cayó aparatosamente al suelo. La fatiga le impidió levantarse rápidamente, su espada había quedado fuera del alcance de su mano. Sintió la angustia de la muerte, sabia que en pocos segundos abandonaría el mundo de los vivos. Quiso implorar clemencia pero su adversario ya estaba atravesando con la espada su pecho para llegar al corazón. Un esbozo de sonrisa y a la vez placer se dibujaba en sus labios. Fue la última imagen que pudo ver, después todo fue oscuro, en tinieblas.
El vencedor se hizo con el cáliz, el secreto tan bien guardado en aquel cofre que unos defendieron y otros ansiaron hasta dar su vida por ello.
Por fin arrebatado, solo uno de ellos, el vencedor, bebió aquel vino, aquel afrodisíaco liquido que sabia le daría la vida eterna,que lo haría inmortal. Por eso siempre estuvo custodiado.
Su leyenda en la base de la copa decía que para dar la inmortalidad de uno muchos otros deberían morir, y así fue.

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1 comentario

  1. 1. José Torma dice:

    Que tal Ismael?

    Me pase a leer tu relato por ser uno de los ultimos. Creo que desafortunadamente te toco muy mala posicion para lograr lectores.

    Creo que es una historia muy bien estructurada, muy descriptiva. Un texto muy logrado.

    Por otro lado, me parece un texto muy apretado y dificil de leer, tal vez sea solo por como se formateo a la hora de mandarlo. Tal vez un poco de separacion en los parrafos le ayude.

    en la frase…

    “Ambos se conocían bien, se habían batido muchas horas y aunque estaban exhaustos no iban a rendirse ni a presentar síntomas de flaqueza ante su enemigo.”

    me parece que si en vez de muchas hubieras puesto “durante” habria quedado mejor.

    Son pequeños detalles que me brincan a mi, pero en general creo que tienes una prosa excelente. Me hubiera encantado que pusieras dialogos para darle fuerza. Siempre es bueno identificar a los protagonistas porque aqui no puedo tener empatia por uno o por otro porque no se quienes son, ¿que defienden?, ¿gano el bueno? pero otra vez, es solo mi opinion.

    Saludos y muy buen trabajo. Felicidades

    Escrito el 12 marzo 2014 a las 18:21

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