El milagro de la ignorancia humana - por Luis del Moral Martínez

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–Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. No, no se trata de la reaparición del dodo, el querido Raphus cucullatus, mancillado, extinto y olvidado tras el imperialismo colonial del siglo diecisiete. Tampoco se trata del descubrimiento de ningún remedio contra el cáncer.
»Este reportero está hoy aquí con ustedes para contarles algo insólito, algo que jamás se había visto: acabo de conocer a una gaviota que es más inteligente que los seres humanos. En realidad, debo ser franco con ustedes, pues no es más inteligente que un servidor o cualquier persona normal. Sin embargo, les aseguro que su presencia en esta playa ya eleva el promedio del cociente intelectual en varias docenas de puntos. Y es que los seres humanos que la habitan están lejos de ser normales, o, al menos, lejos de ser inteligentes.
»A lo largo de todo el verano, esta amiguita que ven aquí, junto con todas sus congéneres, ha estado revoloteando por esta playa. Y se preguntarán, ¿qué tiene eso de especial? Bueno, no tendría nada de especial si obviamos que los «inquilinos» de este lugar –por llamarlos de alguna forma– se han pasado las horas completamente desnudos, vagando por doquier y realizando pruebas absurdas, y todo ello por lograr su momento de gloria, «su cuota de pantalla».
»Para ustedes, críticos espectadores –o eso esperamos–, este hecho puede resultar de lo más común, pues podría decirse que es a lo que la «caja tonta» los tiene acostumbrados cada día.
»Es imposible apagarla. Nos hipnotiza. Parece impensable que hoy en día podamos hacerle frente y resistirnos a la tentación de contemplar unos jóvenes pechos ondeándose al viento en una playa paradisiaca. Algo absurdo sin duda. Siempre es mejor leer a Shakespeare o a Cervantes, ¿no? Y todo esto mientras el resto de los presentes se muestran como vinieron al mundo, sin ropa y sin vergüenza. Y esto es, señoras y señores, en una era en la que ya lo hemos visto todo, en la que todo está inventado. ¿Qué inventarán mañana?
»En la opinión de un humilde servidor, este acto de «basura impúdica», que me atrevo a degradar a la categoría de moho, esto es, lo que se encuentra justo debajo de la basura, sólo nos muestra la parte más frívola de nuestro comportamiento animal.
»Y fíjense que es curioso, y no menos que insólito, que estos pequeños seres, como son las gaviotas, sepan cuándo se acercan tempestades. Son capaces de localizar alimento en mitad del mar. Pueden pasar días sin beber y pueden guiar a los marineros a tierra. Sin embargo, los seres humanos aquí presentes no sabrían localizar el monumento de La Alhambra en un plano de Granada. Créanme cuando les digo que es lamentable.
»No sabemos el futuro que nos aguarda, pero es cierto que esta pequeña gaviota no aparecerá en los libros de historia. Un servidor al menos espera que sus nietos conozcan los libros de historia a este paso.
»A Dios pido que por lo menos estén plagados de imágenes de las series históricas que están cada vez más de moda en nuestras televisiones. De estas que están devolviendo a la gente ese placer por la historia, que les hace «parecer importantes» porque saben quién era «Isabel la Católica». Sólo espero que los personajes de los libros de historia aparezcan ataviados.
»Apañados vamos en los tiempos que corren. Apañados vamos.