AMBER: NACIDA PARA EL DESEO - por Wenda Heart

“AMBER: NACIDA PARA EL DESEO”

Entró en el hall del Hotel Danielli de Venecia. Todas las miradas se posaban en ella y lo sabía.
Ese era su juego, esa era su vida.

Ese lunes, llevaba un vestido negro ajustado a las caderas y con un generoso escote, ni vulgar, ni exagerado. Lo justo para dejar ver sus senos, para suscitar deseo.
Sus altos tacones de color rojo iban a juego con un pequeño sombrero del mismo color. Lujo y seducción, esa era Amber. Sus labios, obviamente pintados en rojo, no sonreían nunca, solo provocaban. En ellos lascivia, en ellas un odio mezclado con envidia y tal vez, solo tal vez, también algo de deseo.

Sonó su teléfono. Contestó sin demasiada atención a uno de sus múltiples admiradores. Quería cenar con ella, pero esa noche no estaba libre, había quedado con él.

Avanzó por el hotel hasta el bar, se sentó en un taburete alto de la barra.
_ Una copa de vino_ su voz, un suspiro que dejó al joven camarero perdido entre sus ojos y sus pechos.
Sonrió, para ella misma. Sabía lo que provocaba y le encantaba.
Sentada de medio lado con las piernas cruzadas al desnudo, esperaba.
Un par de hombres entraron y sus ojos rápidamente recorrieron el cuerpo de Amber, o Débora o Cher. Porque ella no tenía nombre, cada día era una nueva mujer con el único propósito de provocar deseo, por ella claro.

Por fin llegó su cita. Se levantó y salieron juntos del bar. No hablaron, para qué. Se conocían y no querían perder el tiempo.
En el ascensor las manos de él se posaron en sus caderas y la atrajo hacia sí, pero Amber era la que mandaba. No quiso acercarse, quiso que él mirara como se desabrochaba el botón del vestido. Desnuda, nada de ropa interior, nada. Solo ella. Sus grandes pechos, su piel blanca…
Los dos sentían el deseo, pero el ascensor se detuvo. Amber se recogió el vestido y salió lo primera.
El pasillo era largo y ella sabía cómo debía de andar con los rojos tacones para que su amante la siguiera. Sus piernas largas, su culo prieto y sus ojos que desde lejos lo miraban cuando ella volvía la cabeza. Ay! Esos labios rojos!!!! Esos labios que lo hacían suspirar y desear.
EL bamboleo de las caderas de Amber, lo volvió a la realidad.
Ella no tenía llave, así que tuvo que esperarlo. Lo notó cerca, tan cerca que estaba pegado a ella. Lujuria, deseo, pasión. Todo!
Sus encuentros, eran tan explosivos como la propia Amber. Amber la sexy, Amber la mejor amante que nunca tuvo. AMBER….

El primer día que la vio estaba en una gran jaula dorada. En un club exclusivo para caballeros. Era una fiesta y allí estaba ella. Con un vestidito tremendamente pequeño, bailando de la forma más sensual que nunca había visto. Nunca deseo tanto a una mujer como aquella noche. Y ese fue su principio y su fin. Solo se veían cuando ella quería, y hacían lo que ella deseaba.
Le dijo que había nacido para provocar deseo y lujuria. Que esa era su vida, que no la quería cambiar. Y mientras para ella era eso, una forma de vida, para él fue algo más.
Él soñaba con ella, pensaba en ella y vivía para esos encuentros en hoteles de cinco estrellas por todo el mundo.
Había días que sentía su deseo y amor por ella tan fuerte que en más de una ocasión creyó que se lo iba a confesar. Pero nunca lo hizo. Ella nunca sería su amor, solo sería su amante. No se lo dijo por que no la quería perder. La quería para él, aunque solo fuera a ratos, aunque solo fuera su sueño.

Amber despertó muy temprano. Él seguía dormido. Lo contempló durante mucho rato, sonriendo, con una dulce sonrisa.
Solo sonreía para él, aunque nunca se lo diría.