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ROSA FIGUERAS, DETECTIVE - por Trescatorce

Web: http://www.trescatorcedreams.blogspot.com

Entró en el despacho a oscuras, esquivó el enorme escritorio y se sentó en el sillón. En su sillón, el de él, aunque nunca más lo ocuparía. Reclinó la espalda y miró la puerta. En el cristal de la entrada se podía leer su nombre, Rosa Figueras, bajo el de Sam. Ahora tendría que borrarlo, ya no tenía sentido que estuviera allí, cuando Sam descansaba a dos metros bajo tierra.
Se incorporó y comenzó a quitarse las horquillas que sujetaban su sombrero una a una. Despacio. Si movía las manos el cerebro estaría ocupado y así retendría las lágrimas. Dejó el sombrero, negro, con un tul que caía sobre los ojos, junto al teléfono.
Su mano, casi con vida propia, se extendió hacia el auricular y lo descolgó. No sabía qué pretendía encontrar, pero tan solo la saludó el pitido de la línea vacía. Así se sentía ella. Vacía. Colgó el teléfono y apoyó la cabeza en las manos, con un suspiro.
Habían sido un gran equipo, Sam y ella. Detectives privados. La gente acudía por Sam, era la cara visible, el galante y guapo detective, pero en realidad tan solo era la fachada. Era ella, Rosa, quien llevaba los casos, quien investigaba y solucionaba la mayoría de ellos, pero nadie se fiaba de una mujer. Creían que era la ayudante de Sam, y que tan solo debería coger el teléfono y tomar notas. Le reprochaban a Sam que le dejara tanto espacio para ayudarle con las pistas, tanta libertad. Sam se encogía de hombros y se limitaba a contestar:
– Si ella es feliz.
Él asumía su papel de buen grado. Nunca se quejó, ni se le subieron los humos cuando empezaron a coger fama. Incluso la ayudaba cuando a Rosa le daban ataques de rabia y quería gritar al mundo que la inteligente, la que resolvía siempre los casos, era ella, la pobre y tonta mujer florero que no era tan tonta. Pero si lo hacía la sociedad que había creado con Sam se vendría abajo, y con él su sustento y lo que la mantenía viva.
Le encantaba su trabajo. No vio venir el peligro real que asumía al hacerlo. Había resuelto todo tipo de casos, desde buscar collares perdidos hasta asesinatos. Precisamente uno de éstos, un asesinato, le había costado la vida a Sam. Y tendría que haber sido ella. ¿Por qué no había sido ella?
La chica apareció muerta en el parque, desnuda, encerrada en una jaula para animales grandes. Las pistas les condujeron hasta un importante empresario del juego que no parecía tener todos sus negocios en limpio. La policía perdió pruebas, probablemente comprados con oro y putas. Pero ella no se rindió.
Sam la apoyó. Fue a buscar más pruebas, y la última vez que le vio con vida se despidió de ella con una medio sonrisa, y le dijo que estaba a punto de encontrar la prueba definitiva. Lo que acabaría con el empresario y su imperio de corrupción. La siguiente vez le vio tendido en el depósito de cadavéres, con una sábana blanca cubriéndole y un papel con sus datos colgando del dedo gordo de su pie.
Rosa se revolvió en la silla y miró el reloj. No tardaría mucho en aparecer. Abrió el cajón sin hacer ruido y sacó su arma, un pequeño revólver que manejaba a la perfección. Según cerró el tambor tras comprobar que estaba cargado, y amartillarlo, la puerta del despacho se abrió, lentamente.
Una figura grande, envuelta en un abrigo de pieles, entró despacio. Rosa alzó las cejas, no esperaba que fuera él en persona quien aparecería. Vio dos sombras más tras el cristal, en el pasillo. No le importó. Quería venganza, no pretendía sobrevivir a ella.
La figura oronda encendió la luz, y dio un respingo cuando la vio sentada en la silla. Su boca se abrió en una o perfectamente redonda, y no le dio tiempo a replicar más, Rosa no le dejó. Sonaron dos detonaciones y sendas flores rojas aparecieron en la pechera del abrigo.
– Te metiste con la chica equivocada – le dijo al moribundo, mientras subía las manos y apretaba las mandíbulas para enfrentarse a su propio final. Pero no llegó.
Los matones entraron corriendo, vieron a su jefe tirado en el suelo y la apuntaron con sus armas, pero la sirena de policía que sonaba a lo lejos los disuadió y huyeron.
Rosa sonrió. No esperaba que le saliera tan bien la jugada.

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3 comentarios

  1. 1. Job Peró dice:

    He tenido el placer de ser uno de los que han comentado tu texto. Felicidades de nuevo, por mucho que la frase de Rosa al final me chirríe un poco. Has creado una buena tensión que al final se diluye también con un desenlace tan bueno para la protagonista, pero he disfrutado leyéndolo.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 14:17
  2. 2. Trecatorce dice:

    Muchas gracias por ti comentario, el de aquí y el análisis del texto del taller. Con estos comentarios es como puedo crecer como escritora. Y tienes razón con el final, es un poco benigno, ya le daré una vuelta…
    Gracias!

    Escrito el 31 enero 2015 a las 13:26
  3. 3. Fabián dice:

    Muy buenas Trescatorce

    Forma:

    Con la forma solo tengo dos observaciones, dos nimiedades. La puntuación del relato no me dió problemas a la hora de leerlo, ni me encontré con palabras que no encajan o frases desordenadas.

    Solo esto:
    “y se limitaba a contestar:
    – Si ella es feliz. “

    Yo creo que las palabras de Sam deberían de ir entre comillas, ya que se trata de una cita, no es el propio personaje que está ahí para iniciar con un guión de diálogo.

    Así: “…y se limitaba a contestar:”Si ella es feliz”

    La otra observación es mas o menos lo mismo, con la frase:
    “Su boca se abrió en una o perfectamente redonda “
    Esa “o” quedaría mejor entre comillas yo creo, si no parece que forma parte de la frase.

    Contenido:

    Estaba atento a ver si en algún momento iban a encender la luz, y es justo al final que lo hacen jaja. Me gusta que todo transcurra a oscuras pero ojo con el detalle de mirar el tambor del revolver a oscuras. El reloj no se si es digital o normal así que lo dejo de lado.
    Podrías utilizar mejor la penumbra en vez de la oscuridad, o señalar que por el cristal de la puerta entra algo de luz del pasillo, o de la ventana; para que a la hora de mirar el tambor la protagonista tenga una fuente de luz mínima.

    Otra cosa que me gustó mucho es que el narrador sugiere la entrada del asesino, no lo nombra directamente, lo tiene que deducir el lector.

    Yo cambiaría la última frase de Rosa, suena un poquito cliché para lo bien presentada que está la escena.

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 16:05

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