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Nocturno por la mañana - por Lu Hoyos

Armando por fin había encontrado trabajo. Empezaba ese día a las nueve de la mañana en una clínica privada, iba a tener un flamante despacho con su título de psicólogo colgado en la pared lateral, junto a la mesa, detrás había un gran ventanal que daba a un hermoso parque. El decorado era perfecto.
Se despertó temprano. Desayunó junto a Teresa, su mujer, y su hijo Pablo de nueve años.
-¿Lo tienes todo preparado? Qué guapo estarás con ese traje nuevo. Vas a enamorar a todas las pacientes. Me pondré celosa.
-Querida, sabes que para mí no hay más mujer que tú en el mundo.
-Vamos, no exageres y ve a vestirte, no quiero que llegues tarde el primer día.
-No llegaré tarde, cariño.
-Entonces, papá, ¿ya me podrás comprar la nintendo?
-Claro que sí, te la regalaré para tu cumpleaños, lo prometo.
En la radio sonaba un Nocturno de Chopin. El pronóstico del tiempo era bueno, veinte grados, propio del mes de marzo en el Levante. En la casa se respiraba un ambiente de paz y esperanza del que no habían gozado en mucho tiempo.
Armando había estado trabajando dos años en un restaurante como lavaplatos. El puesto se lo dio una antigua amiga después de que él le suplicara. Fue su primer trabajo a los cinco años de haber acabado la carrera.
Después de esto le dio por montar su propio restaurante y convenció a Teresa que puso a su disposición todos sus ahorros incluyendo el dinero de la herencia de su padre que guardaba para costear los estudios de Pablito y alguna emergencia que pudiera surgirles. Lo arriesgaron todo pero el restaurante no funcionó y, al año de su inauguración, tuvieron que cerrarlo.
Armando quedó abatido, arruinado, se sentía culpable. Vivían del sueldo de auxiliar de enfermería de su mujer, bebía más de lo que era aconsejable, perdía el tiempo y esperaba que sucediera un milagro.
El día que le anunció a su mujer que había encontrado trabajo, fueron juntos a comprar un traje nuevo y una cartera de piel que Teresa pagaría en tres meses arañando su sueldo. Luego fueron a comer a una pizzería para celebrarlo mientras Pablo estaba en el colegio. Pidieron un buen vino por una vez y brindaron por el fin de sus problemas.
A la hora de la siesta hicieron el amor como en sus primeros tiempos, con más intensidad, el haber superado tantos problemas juntos los unía. Se sentían leves y felices de nuevo.
Aquella mañana se dio una ducha escuchando todavía a Chopin pues se llevó la radio al cuarto de baño. Esa música lo relajaba. Se perfumó con una buena colonia que guardaba para las ocasiones y se puso el traje. Parecía una persona distinta.
-Estás impecable –le dijo teresa cuando lo despidió en la puerta.
-Deséame buena suerte, cariño.
-Claro que te la deseo, toda la del mundo. Todo va a ir bien. Se acabaron nuestras preocupaciones. Vamos a empezar de cero. Los malos tiempos van a quedar atrás.
-Sí, sí, serán como un mal sueño que pronto olvidaremos. Te quiero, tesoro. Volveré en cuanto acabe mi jornada. Lo celebraremos esta noche. Te prepararé una cena especial –dijo él besándola.
Salió del piso y se agarró a la barandilla de la escalera como si le faltara el equilibrio. Se metió en el ascensor y pulsó el botón de bajada con la mirada perdida. Un ataque de pánico estuvo a punto de dejarlo allí mismo tirado pero hizo un esfuerzo y salió al aire fresco de la calle y se reanimó. Anduvo unos metros y se fue en dirección al parque de Viveros donde se sentó en un banco y esperó toda la mañana con la cartera sobre su regazo.
Olvidó mirar el reloj y, a las diez de la noche, un policía lo llevó a un hospital desde donde llamaron a Teresa. Su sueño había terminado de manera abrupta. Su título de psicólogo sigue, treinta años después, en la casa de un amigo donde lo dejó el día que iba a ponerle un marco.

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6 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Una historia posible, con un final totalmente inesperado; y mucha, mucha tristeza, esperana y decepción.
    A nivel forma, bien logrado; te recomiendo revisar la puntuación; hay demasiadas comas, y cero punto y comas.
    Saludos.

    Escrito el 28 marzo 2015 a las 20:12
  2. 2. David Rubio dice:

    Puff, una historia de las que te deja mal cuerpo. Y eso que se veía venir, tanta bonanza en el desarrollo hacía presagiar lo peor. Un final descarnado.
    Pero un muy buen relato, Lu.
    Un fuerte abrazo

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 01:34
  3. 3. Lu Hoyos dice:

    Muchas gracias, Beba y David Rubio. Un fuerte abrazo. Y muchas gracias también a mis críticos. Ya he corregido vuestras sugerencias.

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 08:48
  4. Lu, fui uno de tus críticos, el que le gustan los finales felices. Te digo lo que te dije entonces: tienes un relato bien trabajado y con una historia original. Es un interesante relato.
    Felicitaciones y saludos.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 23:49
  5. 5. Mon dice:

    Desolador relato sobre el desempleo y todo lo que arrastra que es mucho. Muy bien contado, me enganchó la ternura que desprende.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 2 abril 2015 a las 11:45
  6. El relato está muy bien contado, todo y como algún comentario sugería se veía que no iba a acabar bien.
    Yo, quizás esa sería la única pega que le pondría, por encontrar alguna, que se intuye que el final no va a ser bueno, aunque el final resulte ser sorprendente y tristisimo.

    Buen relato

    Escrito el 6 abril 2015 a las 10:02

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