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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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El profesor de percusión - por Mirando al sur

Más que un local de ensayo parecía un trastero. Fue allí donde lo vi por primera vez, con su metro noventa, delgado, desgarbado, el coletero de baratillo que recogía su pelo largo, completamente descuidado, y lo que más resaltaba de su figura, unos dedos extremadamente prolongados, ligeramente deformados en los extremos que partían de unas palmas delicadas pero a la vez robustas.

Santi se hacía llamar, era un profesor de percusión que había localizado a través de un anuncio en un periódico local. Yo era un ejecutivo estresado que siempre había anhelado ser músico, y había encontrado la oportunidad de escapar de mi mundo de objetivos de ventas al menos durante dos horas, un par de días a la semana.

Santi era joven , pero a sus treinta y pico había recorrido medio mundo, Marruecos, Perú, Argentina, Uruguay, Cuba, Brasil y por último el sur de España. Sus tambores lo acompañaban a todas partes, era lo único que necesitaba para sobrevivir. Allí donde llegaba alquilaba un cuchitril y enseñaba lo que mejor sabía hacer en la vida, tocar como los dioses.

Había aterrizado hacía pocos meses en Andalucía, deseaba encontrar el duende de los gitanos que tocaban el cajón flamenco, aquellos que acompañaron a Paco de Lucía, el Lebrijano o la Mari de Chambao. Cuando lo conocí, me pareció ese tipo de artistas bohemios que no sabes si tienen para comer todos los días.

Posiblemente éramos ocho o diez alumnos, yo quizás, el que más desentonaba entre aquel grupo de jóvenes, todos llenos de ilusiones, que los vientos del tiempo aún no habían sido capaces de derribar.

Comenzó enseñándonos unos ritmos brasileños, los más básicos, en pocos minutos tocábamos acompasadamente, para unos novatos como nosotros, conseguir ese soniquete era como estar tocando en el sambódromo de Río de Janeiro. Entre ensayo y ensayo Santi tomaba cualquier trozo de madera o metal, y conseguía sacarle los sonidos más maravillosos con un ritmo marcado y preciso. En ese momento, el hecho de escucharlo a dos metros de distancia, hacía que mereciera la pena acudir a sus clases.

Santi no terminaba de entender mi forma de vida, le costaba comprender mi esclavitud con un trabajo que al fin y al cabo tampoco me gustaba, discrepaba de la idea de tener una casa más grande y más bonita, me decía que lo único que estaba comprando eran cadenas más fuertes. Seguramente tenía razón.

Yo tampoco opinaba bien de su filosofía, me inquietaba su incertidumbre, y que su preocupación por el futuro no fuera más allá de lo que pasara en las dos próximas horas.

Había dos cosas de mí que a Santi le irritaban profundamente , la primera, lo poco que ensayaba, y lo que eso retrasaba la marcha del resto de la clase. La segunda, mi habilidad de hacer comentarios irónicos en los momentos más inadecuados, sobre todo después de equivocarme, que sumados al desparpajo del que se siente que no tiene que rendir cuentas a nadie, eran dos componentes que creo, lo hacían sacar de quicio.

Aquel día Santi tenía los cables cambiados, habían sido muchas las veces que me había equivocado, en infinidad de ocasiones se había detenido el ensayo por mi culpa, pero aquel error me costó tener que escuchar sus gritos durante dos interminables minutos. Yo tenía diez años más que él, y estaba más que acostumbrado a reuniones de negocios entre auténticos tiburones, era evidente que las voces de aquel seudohippie no me iban a intimidar. Y lejos de contestarle con una grosería, calmadamente le dije : “ A ver Santi, entiendo que si tú te hubieras marchado al cuarto de baño, y tu vuelta te hubieras encontrado la habitación llena de sangre, los alumnos descuartizados, a mí con un puñal en la mano y la mirada perdida me podías haber liado esto, pero mira…están todos vivos, solamente me equivoqué en los tiempos”.

Ignoro si fue mi tono tranquilo, o las medias sonrisas de mis compañeros, el caso es que Santi despertó de mi imprevisible respuesta, respiró hondo, sacó un par de billetes de su bolsillo, me devolvió el dinero que había pagado ese mes, y me pidió que me marchara. Con veinte años menos hubiéramos arreglado las cosas al día siguiente, una pequeña disculpa, un “intentaré hacerlo mejor” seguro que habría sido más que suficiente. Pero yo era una persona madura, resolutiva y orgullosa, y era más fácil buscar otro pasatiempo que pedirle perdón.

Me fui y tal como me alejaba los tambores comenzaron a sonar.

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7 comentarios

  1. 1. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Excelente trabajo Mirando al Sur. con la exepcion de una contradiccion como “palmas delicadas pero a la ves robustas”, tu redaccion es clara de principio a fin. El reto lo cumples a la perfección pero para poder llegar a él minimisaste el don mayor de un ejecutivo, personaje principal, de siempre pactar; preferiste buscar otro pasatiempo que pedir disculpa.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 21:26
  2. 2. beba dice:

    Hola,Mirando al Sur:
    ¡Qué buen relato! Me encantó como enfrentaste dos filosofías sin alharaca de filósofo, con pequeños datos que fluyeron serenamente.Y como engarzaste naturalmente los tambores, sin forzar el relato.
    Creo que sí vas a tener que revisar un poco los acentos y puntuación.Nada que desmerezca la historia.
    Felicitaciones

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 04:10
  3. 3. Tinta Negra dice:

    ¡Hola compañero! He disfrutado mucho con tu historia, como dice Beba, gran acierto ese choque de maneras opuestas de pensar, hacen que desde la primera frase estés deseando continuar. Muy bien redactado. Pero también estoy con Osvaldo, la única cosa que no me encajó del todo fue al final, cuando Santi no muestra la paciencia suficiente y decide largar al protagonista que, solo por estar allí, se merecía esa oportunidad de cambio. Pero fuera de esta, desde mi punto de vista, contradicción, el resto es impecable y muy sugerente. Te felicito por tu trabajo y me gustaría leerte de nuevo. ¡Saludos!

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 07:52
  4. 4. El Ciervo Alado dice:

    Hola, Mirando (no sé cómo decirte)! Un relato… bueno. Bien narrado, con un ritmo un poco lento para mí en la narración (un especie de vals en 40 negras=60, no sé si me entiendes). Soy casi percusionista y es cierto que hay profesores así pero no me ha gustado la forma del final. ¿Tan insoportable era?
    Igualmente me ha gustado pero yo creo que podrías mejorarlo aún más. Leelo en voz alta antes de enviarlo y notarás por ejemplo que hay frases que traban la lectura seguida del lector:
    Santi se hacía llamar.
    ¿Por qué no darlo vuelta?
    Se hacía llamar Santi.
    Para mi gusto queda mejor de la segunda forma.
    Estoy de acuerdo con Osvaldo, te ha dado un buen consejo.
    Suerte y te reto a que leas y comentes tus diez siguientes o anteriores relatos. Si quieres pasar por el mío: https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-26/3400

    Escrito el 1 junio 2015 a las 16:19
  5. 5. KMarce dice:

    Saludos Mirando al Sur,

    Casi le pegamos a lo mismo, una clase, solo que la tuya es ejecutoria y la mía era solo didáctica…Aunque creo que aplicaría que se profundiza en ambas la filosofía de vida.

    Coincidio con lo que te han comentado, pule esto y mejorarás dinámicamente tu escrito.
    He notado que esos pulgares ye han fallado, dejas espacio despues de la coma (,) en algunos casos. No es una errata, sino de ese dedo travieso. Pero por redacción debes fijarte en esto.

    Me ha gustado el transfondo de la historia, sin importar la clase, o como se desarrolla, somos nosotros quienes toleramos o no lo que nos acontece; en mi trabajo estaba un cártel que rezaba: “No puedo control lo que ocurre a mi entorno, pero puedo controlar lo que ese entorno me produce a mi”.

    Espero que sigas siempre en este lindo arte de escribir. Lee, comparte. Aprendamos entre todos.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 1 junio 2015 a las 20:41
  6. 6. MARA dice:

    Bueno en primer lugar tengo que felicitar a Mirando al Sur pues me parece un relato bien planteado con descripciones bastantes buenas. La situación que relata yo la entiendo de otra manera, creo que el ejecutivo en cuestión es una persona que debe de tener demasiados conflictos y negociaciones a lo largo del día como para, en su momento de ocio, también desplegar las artes de la negociación. Me parece que ésta historia podría ser real.
    Una cosa más KMarce, después de coma o de punto hay que dar un espacio, son reglas de la mecanografía. Te dejo este texto que tenía por ahí guardado:
    Reglas ortotipográficas

    Jamás se escribe espacio en blanco antes del signo.
    Después del signo siempre se deja un espacio en blanco.
    Siempre se deja únicamente un espacio en blanco.

    Nos seguimos leyendo

    Escrito el 5 junio 2015 a las 07:44
  7. 7. grace05 dice:

    Me gustó mucho tu historia. Bien narrada de lectura ágil y vocabulario claro, con buenas descripciones de sentimientos y sensaciones que se contraponen y hacen que los personajes se enfrenten.”… Con veinte años menos hubiéramos arreglado las cosas al día siguiente, una pequeña disculpa, un “intentaré hacerlo mejor” seguro que habría sido más que suficiente…” Esta oración demuestra claramente no solo la distancia generacional sino los diferentes puntos de vista sobre la vida.
    ¡Excelente trabajo!!!! ¡Te felicito!!!
    Te invito a comentar 33

    Escrito el 12 junio 2015 a las 23:26

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