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Redoble de tambores - por Arameo

Thomas Lully descubrió su amor por la música en el taller de instrumentos de su padre. Como un sonido sordo que toma impulso, las partituras se metieron en sus venas con el paso del tiempo. Pasaba horas practicando con los instrumentos que llegaban al taller, con la finalidad de ser reparados. Fue así como llegó a tener en sus manos todos, y cada uno de los instrumentos, y piezas claves, de la sinfónica de Chicago en 1901, se pasó perfeccionando y puliendo su música con el pasar del tiempo a expensas del mundo y de su propio padre.

A la muerte de éste, Thomas decidió cerrar el viejo taller. Así pues, al terminar el último encargo, un viejo violín, y esperando al dueño para su entrega, se pasó largo rato observando el objeto que su padre le había dejado subrayado en su testamento, como el objeto más valioso: un viejo tambor. Aquel tambor lo hacía sentir vacío. Sentía que al igual que él, jamás tendría un lugar importante dentro de ninguna orquesta, o pieza musical. Era un instrumento burdo y nefasto a los ojos de Thomas. Opacado por las resonancias cobrizas del metal con sonido a muerte; o de las cuerdas tensando el tiempo en pleno respiro, a él le parecía que las percusiones eran un elemento únicamente pasajero, intrascendente, que no aportan alma a la pasión, que era para él, la música.

La dueña del violín entró al taller, y Thomas descubrió, asaltado de forma abrupta de sus cavilaciones, y también a través de la música misma, indirecta y furtivamente, el amor. Yanim y Thomas se volvieron uno. Ella con su cabellera rojiza llena de trazos y ondulaciones, apasionada y encendida. El con su pasión y su profundidad inmesurada. Crearon música y vivieron su amor con la misma efusividad. Fusionando sus sueños y esperanzas. Thomas se tomó el tiempo suficiente para crear su ópera prima: mezcla de violines, representando la emotividad de su amada y, buscando realizar un homenaje póstumo a su padre, de redobles de tambor.

Al finalizar su trabajo, Thomas se sentía aún más vacío que la vez en el taller. La idea del tambor como representación del vacío de su alma encerrado entre dos parches, no hacían más que repercutir en un eco de desesperación en su mente y en su corazón. Yanim, aún así, convenció a Thomas de presentar su música al mundo y buscar el reconocimiento merecido. Thomas no se sentía cómodo con todo aquello, pero accedió por ella. Al último instante, sin embargo, Thomas desapareció dejando atrás una sola nota escrita a mano:

“Mi amada Yanim. Mi amor por ti es eterno… pero al igual que un sonido moribundo de tambor dentro de una sinfonía: simplemente imposible. Lo lamento mucho.”

Yanim envuelta en lágrimas y desconsuelo arrojó la carta a la hoguera, y de un impulso aterrador se aventó desde el balcón del teatro, que daba a la calle principal. La gente que pasaba debajo dejó oír gritos de exclamación y terror, los cuales fueron opacados por los estridentes redobles al interior del teatro. Alguien dio el aviso y los espectadores salieron para apreciar a la doncella rota, enmarcada por una marquesina roja como la sangre. Dentro del teatro, únicamente se quedaron los músicos que ante una magistral pieza, no pudieron entender ni oír nada de lo que pasaba una vez que los tambores comenzaron a sonar.

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6 comentarios

  1. 1. Tinta Negra dice:

    ¡Buenas Arameo! Hace apenas un par o tres de días leí tu anterior relato de la maldición, el cual me gustó mucho como te hice saber. Al igual que éste refleja una linda forma de escribir. Son historias bonitas escritas con gran sensibilidad. Frases como “apreciar a la doncella rota, enmarcada por una marquesina roja como la sangre.” por poner un ejemplo, son exquisitas. Pero veo que lo que te hace falta trabajar es la puntuación. Te pondré algunos ejemplos:
    “Fue así como llegó a tener en sus manos todos, y cada uno de los instrumentos, y piezas claves, de la sinfónica de Chicago en 1901, se pasó perfeccionando y puliendo su música con el pasar del tiempo a expensas del mundo y de su propio padre.” sobran comas y algunas deberían ser substituidas por puntos, la cosa quedaría así: “Fue así como llegó a tener en sus manos todos y cada uno de los instrumentos y piezas clave de la sinfonía de Chicago en 1901. Se pasó perfeccionando y puliendo su música con el pasar del tiempo, a expensas del mundo y de su propio padre.” Las frases largas son propias de los clásicos, en mi opinión, de los mejores escritores. Tu estilo tiende a esto, no lo temas. Escribes muy bien y arreglando este problema con las comas será un “pasote” leerte. ¡Un fuerte abrazo!

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 23:42
  2. 2. Julieta Ortiz dice:

    Hola Arameo, coincido con Tinta Negra en cuanto a lo de la puntuación, después todo va muy bien una historia de amor trágico, que a pesar de su aparente perfección no puede ser. Hasta cierto punto se vuelve desconcertante ver como sus propios demonios no lo dejan florecer, tanto en la música como en el amor. Buen trabajo, en realidad disfruté leerlo. Saludos

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 01:30
  3. 3. Ryan Infield Ralkins dice:

    Opino como Tinta Negra en cuestion de las comas. Fuera de eso me parece una historia bien narrada, con una buena descripcion de personajes y un alto nivel de tristeza. Pobre Yanim.
    Felicitaciones y saludos.

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 00:55
  4. 4. Christian Joseph White dice:

    Gran relato, con trágico final. Lograste una excelente ambientación en cuanto a lo musical. Saludos!

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 04:11
  5. 5. Veronica dice:

    Tienes un estilo muy bonito. Has conseguido un tono trágico en el relato pero sin caer en lo fácil. Buena caracterización del personaje principal.

    Un saludo!

    Escrito el 1 junio 2015 a las 12:01
  6. 6. beba dice:

    Hola,Arameo:
    Muy bello tu relato. Hermosas imágenes tanto visuales como auditivas; esta es genial: “…las resonancias cobrizas del metal con sonido a muerte; o de las cuerdas tensando el tiempo en pleno respiro… las percusiones eran un elemento únicamente pasajero, intrascendente, que no aportan alma a la pasión…”
    Sólo me sorprendió el desenlace, demasiado inesperado para mi gusto. Como dijera cualquier vieja: -¡Pero si andaban tan bien!…
    Felicitaciones. Si quieres leer el mío, es el 135.

    Escrito el 6 junio 2015 a las 23:01

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