El lápiz mágico - por Janna30

Web: http://chicaredactorainspirada.wordpress.com

Hace algunos meses conocí a Sarah Parker en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje. Abrió la puerta del aula tímidamente pero el chillido de ésta la delató, y la mirada de todos corrió hacia ella. Yo dictaba la clase de escritura creativa. La invité a pasar y le di la bienvenida. La primera fila era la única con asientos vacíos. Ella dijo un ahogado «gracias», y se sentó.

La siguiente semana nuevamente impartía la clase, y le pedí a los alumnos que me dieran cinco palabras que llegaran a su mente al instante. En pocos segundos las tenía escritas en el pizarrón. Pedí que alguno se atreviese a inventar una historia donde se mencionaran todas esas palabras. Después de un sepulcral silencio, escuché desde la última hilera de asientos: «La nueva… La nueva…», era el grupito pesado quien iniciaba el alboroto, y detrás lo siguió a coro toda la clase.

—Silencio jóvenes. —les dije muy exasperada, dirigiéndome a los saboteadores —La señorita Sarah no está obliga a narrar la historia si así no lo desea, ya que este ejercicio es para voluntarios. Pero si no hay, todos escribirán una historia. Saquen un papel y un lápiz. El cronómetro de…—Alguien me interrumpió. Era Sarah.

—Profesora, yo quiero hacer el ejercicio—dijo muy decidida.

—Muy bien Sarah, entonces ponte de pie e inicia. Los demás guarden silencio absoluto.

Era valiente de su parte, tomando en cuenta que sus compañeros querían hacerla incomodar para luego escupir sus burlas contra ella. Pero nada de eso ocurrió. Creó un relato perfecto en solo un minuto. Desde ese día supe que la Escuela tendría una extraordinaria escritora.

Pero la sorpresa fue mayor cuando hice la primera prueba escrita a la clase. Sarah reprobó. Para mí era inaceptable aquello, me preguntaba «¿Cómo es posible que con toda esa creatividad que posee esta chica no haya logrado escribir unas líneas?». Así que le pedí que se quedara después de la clase para conversar al respecto.

—Sarah este es tu examen. —Le extendí el papel, y ella miró su calificación con pesar.

—Ya sabía que sacaría una "D" profesora. Lo intenté pero no pude escribir nada, comenzaba con dos o tres palabras y luego las borraba, así pase todo el examen. Las ideas me llegan al cerebro por montones pero cuando veo el papel en blanco todo se vuelve un remolino de letras.

Mientras ella hablaba pensé que necesitaba un empujón, y yo tenía la herramienta perfecta.

—Es comprensible Sarah, no eres la primera de mis alumnos que me comenta algo así. ¿Sabes cuantos jovencitos no logran llenar el papel en blanco? Son muchos.

Mi cara era como si habláramos de una simple gripa, quería que entendiera que no era mal de morir.

—Pero no te preocupes porque yo voy a ayudarte. — Le mostré mi sonrisa de vencedores y tomé mi manojo de llaves. Me encorvé un poco hacia la izquierda para abrir la tercera gaveta de mi escritorio. Tenía dos cerrojos, metí la mano y saqué un lápiz de color plateado, con líneas verticales rojas. Su intriga era obvia. «Aquí está la solución Sarah, El Lápiz Mágico. Tómalo». Se lo di y ella me lo arrebató sin dudarlo.

—Cielos profesora, gracias. ¿De dónde salió este lápiz? ¿De verdad es mágico? ¿Cómo funciona?— Ella estaba admirada, su semblante mostraba esperanza.

—Demasiadas preguntas Sarah, solo te diré como usarlo. Lo colocas sobre el papel en blanco y listo. Así comenzará a fluir cada letra como las olas del mar, una tras otra sobre tu papel. Comienza hoy mismo a escribir—. Sarah se fue agradecida. La pude imaginar entrando a su habitación, dando un portazo eufórico y tomar asiento para estrenar el lápiz.

Al final del semestre, ella había aprobado mi clase con las mejores calificaciones, así como sus otras asignaturas. Me dio un manuscrito de sus relatos, me senté, di un vistazo y era notable que su talento había florecido. Ese mismo día Sarah me devolvió el lápiz, el cual ya estaba minúsculo. Era imposible seguir escribiendo con él. La expresión del rostro de Sarah era la misma de cuando tienes un secreto y sabes que es sólo tuyo, se inclinó un poco hacia mí y dijo «hace un buen tiempo que lo acabe profesora, y fue cuando caí en cuenta que ya no lo necesitaba».

Este lápiz no será como la varita de Harry Potter, pero no se puede negar que tiene magia. La magia que le da el escritor.