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El regalo - por Tania L:C

El regalo

Aquel martes Budapest amaneció con una fría mañana otoñal.
—¡Vamos perezosa! ¡A levantar!—le dijo Sofía a su hija Rachel mientras le retiraba la ropa de la cama. La niña de siete años tardó unos segundos en desperezarse.
—Date prisa. Si no cogemos tráfico llegaremos puntuales al colegio. No me puedo entretener, tengo mucho trabajo.
La hija la miró con un interrogante marcando en sus grandes ojos oscuros.
—¿Hoy también tienes que atender a papás con niños?
—Sí, son muchos los que vienen desamparados.
—¿Y por qué no se quedan en su país?
—Te lo he explicado otras veces: hay guerra y tienen que huir.
— Pero allí se dejan su casa y su cole. A mí no me gustaría abandonar mis juguetes, ni a mis amigos.
—Claro, hija, nosotros somos afortunados, por eso tenemos que ayudarles. Si te parece a la tarde podemos buscar ropas que ya no usas y las daremos para alguna niña de tu edad.

Sofía trabajaba como abogada de Acnur y se veía, junto a sus compañeros, incapaz de atender el continuo e inmenso flujo de refugiados que arribaban cada día en condiciones muy precarias. No solamente tenían que superar las barreras administrativas sino también y en paralelo las diferentes opiniones y reticencias hacia los refugiados que se despertaban entre los ciudadanos.

Una semana después cuando los últimos rayos del sol desaparecían en el horizonte, una muchedumbre de varios centenares de personas, la mayoría jóvenes y niños sirios, avanzaban a través del camino que bordeaba un espeso bosque hasta desembocar en uno de los puestos fronterizos que separaban Austria de Alemania.

Nadín, la madre de Samara de 6 años y de Ibrahim de 4, se coloca a la cola del reparto de los víveres.
—No llores, mi bien, pronto podrás dormir—le dice a la niña que pegada a sus faldas casi no se sostiene en pie.
El padre, Fawaz, mantiene en brazos al niño que dormita, rendido.

Al cabo de una hora consiguen una bolsa de alimentos y una manta para pasar la noche en un polideportivo que las autoridades locales mal han habilitado. Los niños apenas consiguen tomar un bocado y pronto caen rendidos sobre un jergón en el que se han acurrucados los cuatro para darse calor bajo la manta. Sin embargo, el padre y la madre esperan unos minutos a que los hijos se duerman para que no les oigan. Llevan cuatro meses de viaje desde que salieron de Siria. Han recorrido Turquía, Bulgaria, Rumanía, Hungría y Austria. Su objetivo es llegar a uno de los países ricos de Europa.
—Ya nos queda poco, si Dios quiere pronto terminará nuestra desgracia—comenta el marido al oído de su mujer mientras la abraza.
—Yo no estoy tan segura. Esos funcionarios son inhumanos, nos echan de todos los países.
—Ellos no tienen la culpa, solo cumplen órdenes venidas de esferas más altas.
— Pero siempre hay alguien que miente y que se extralimita. Nos rechazan con la excusa de que no pueden acoger a tantos refugiados.
—Ya sabes que siempre el pez gordo se come al chico.
— Solo podemos confiar en que demos con personas buenas que nos quieran ayudar.
—No perdamos la esperanza. Vamos a dormir, necesitamos descansar para poder seguir el viaje.

La mañana siguiente se levanta cubierta de una neblina espesa y húmeda. Nadín piensa en reforzar la vestimenta de los niños, así que abre el paquete de ropa que la trabajadora de Acnur le ha entregado antes de salir de Hungría.

—Mira Samara, ¡Qué bonito!

La madre despliega un abrigo color rosa y enseguida se lo pone a la niña. Esta se arrebuja en él y lo mira complacida. Luego mete las manos en los bolsillos para calentárselas. De pronto toca algo duro.
— ¡Mira mamá a alguien se le ha olvidado!—Y sorprendida saca un pequeño espejo de juguete con un dibujo de Mickey Mousse en el anverso.
—O quizá sabía que en algún lugar una niña preciosa, como tú, necesitaba un regalo—le responde la madre al tiempo que esboza una sonrisa.

Pseudónimo: Tania L:C

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5 comentarios

  1. 1. Elvi dice:

    Tu relato en si mismo es un buen regalo de Navidad.
    No hace falta escapar de la realidad para escribir. Me parece muy bien concienciar a la gente sobre los problemas que acontecen en estos momentos y poner algo de humanidad en nuestras vidas.
    Esta narrado correctamente, con sobriedad. posee también agilidad en su lectura.
    ¡GRACIAS!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 11:15
  2. 2. Vespasiano dice:

    Hola Tania:
    Tu relato tiene claro la denuncia de la tragedia de los refugiados sirios.
    Aquí elogias las labores que las ONG realizan ayudando con gente voluntaria y muy involucrada ayudando en estos conflictos de guerra y catástrofes.
    También reflejas la distancia tan grande que hay (en todos los sentidos) entre esa pobre gente y la que cómodamente en países ricos, se limitan (nos limitamos) a ver la televisión y a decir “pobrecitos”.
    Eso sin contar a los grandes mandatarios políticos que se rifan el cupo de refugiados que tendrían que acoger en cada país.
    Como crítica (constructiva) no veo en el relato la influencia del bosque y el espejo en la trama principal. Y a mí me parece que esta era una característica exigida e imperativa de introducir en el relato. Con relación al mentiroso ha quedado claro que hay más de uno, no solo entre los funcionarios que los reciben y despachan como ganado, sino entre los mafiosos que en la realidad se enriquecen con el dinero de esa pobre gente estafándolos y robándolos.
    Feliz Navidad, quiera Dios y los que pueden hacerlo, que el año próximo se resuelva esta tragedia, quitando del mapa político al impresentable del presidente sirio.
    Un abrazo y a seguir escribiendo historias con contenido.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 22:34
  3. 3. Sandra Adrian dice:

    Hola Tania:

    En primer lugar gracias por pasarte por mi relato y darme tu opinión, aunque no estoy de acuerdo contigo en el punto que comentas lo de «Le aterra la soledad». Yo creo que sí está bien escrito, pero buscaré el uso de laísmos y leísmos.

    En segundo lugar, tu relato es bonito, es la pura realidad, aunque estoy de acuerdo con Vespasiano en que no se ve la influencia del bosque y el espejo, pero bueno, la próxima vez saldrá mejor.

    Ahora las erratas que he visto:

    Cuando dices: ¡A levantar!, creo que quedaría mejor a levantarse.
    En la frase: La hija la miró con un interrogante MARCANDO en sus grandes ojos oscuros. Ese marcando es MARCADO.
    También escribes la edad de los niños en número y deberías escribirlos con letra. Échale un vistazo al post que colgó Literautas sobre los números: https://www.literautas.com/es/blog/post-10312/como-se-escriben-los-numeros-en-un-texto-literario/

    Que tengas una muy feliz navidad junto a tus seres queridos y que en el 2016 sigan visitándote las musas.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 15:40
  4. 4. M.M.Puig dice:

    Hola Tania.
    Tocas un tema muy peliagudo que por desgracia viene alargándose demasiado tiempo sin que Europa sea capaz de dar ninguna solución. Me gusta ese punto de solidaridad en los personajes de la madre y su hija,sin embargo, el buen carácter y la resignación del padre refugiado me suena un poco naif. Si este susurrase al oído en lugar de comentar quedaría menos trivial, por ejemplo. Creo que quizá hubiese requerido un vocabulario más duro y ser tratado con más crudeza, pero esto depende de lo que quieras reflejar.
    En cuanto a errores en el texto, poco destacable:
    Cuando dices “amaneció con una fría mañana otoñal” resulta reiterativo (siempre amanece por la mañana).
    Las edades de los niños deberían ir en letra, como ya te ha indicado Sandra.
    Un saludo y mis mejores deseos para estas fiestas.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 17:38
  5. 5. CARMELILLA dice:

    Hola Tania, has escrito un relato muy sencillo sobre una tragedia muy grave, como conocemos la gravedad de la situación de todos los que están buscando refugio a mi particularmente, al leer tu relato, me ha parecido muy light, demasiado, es cómo “suavizar” literariamente la gravedad.
    Algunas expresiones, que ya te han referido otros compañeros, como “a levantar”, “marcando” (sería marcado), “no llores, mi bien…” (refiriéndose a la hija), quizá es porque no conozco la expresión, pero a mí no me suena bien.
    El bosque no ha sido determinante, sólo ha “pasado” por el relato y al espejo, le has dado algo más de presencia, pero insuficiente para que realmente fuera importante, al menos, para la niña, que parece ser que eso es lo que quería.
    Las edades de los niños, han de ser en letra, de paso te digo que a mí me ha pasado como a ti, he metido la pata con la edad de mi personaje, también lo he puesto en número, intentaremos recordarlo para la próxima.
    Por muy sencillo que me parezca tu relato, seguro que quién lo ha escrito tiene una gran sensibilidad, no la pierdas.
    Seguimos por aquí Tania.
    Saluditos y buenas fiestas.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 19:31

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