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Los surcos de la vida - por Thelma López Lara

Los surcos de la vida

El doctor Alfonso Del Monte, especialista en medicina natural, tenía como objetivo encontrar la planta milagrosa que quitara las arrugas del rostro. A sus cincuenta años, se internó en el bosque junto con Hipólito Castañeda, un joven soñador, colaborador y amigo. Recuerdo que él le tenía un gran aprecio al chico y en una ocasión me dijo:

—Leonardo, sé que este muchacho es un soñador, pero esa actitud yo se la admiro. Ojalá todos los hombres se dieran la oportunidad de soñar despiertos, como este par de seres. Siempre y cuando no nos quedemos en ese estado. Estoy consciente que a mi compañero le gustan las mentirillas piadosas, pero es perseverante y sobre todo ama el proyecto.

Me contaba el galeno, que el chaval se las ingeniaba para crear argumentos de los posibles bosques donde podían encontrar esa planta. Por supuesto, esas tesis estaban cargadas de mentiras. El naturista sabía que todos esos inventos que el amigo elaboraba eran con el afán de hallarla. Pero como siempre, a pesar de todos los lugares recónditos que visitaban, no daban con el vegetal. Sin embargo, el joven continuaba dándole ánimo y esperanzas, manifestando pláticas como éstas:

—Tenga fe doctor, eso que nos pasó, no es nada. Ahorita ese ser vivo que tanto buscamos aparece. Precisamente anoche soñé que ellas crecen cerca de las nacientes de los ríos. Necesitan mucha agua para hidratarse, como las que requieren las arrugas de los rostros. Bueno, eso decía mi mamá. Ella se tomaba dos litros diarios y por cada vaso que se bebía, recitaba: “este, por la arruga de la frente y este otro, por las que tengo en la comisura de los labios”, y así iba mencionándolas mientras ingería el líquido de la vida.

—¡Ah!, condenillo muchacho, mejor continuemos con nuestra investigación —le decía el doctor Alfonso, tomando su mochila y apurando al joven hacia la nueva ruta. Los dos salían rumbo hacia a las nacientes de los ríos. Y una vez más, todas las plantas que analizaban no reaccionaban a los químicos que las sometían.

Una madrugada, ya desesperado de tantos años en vano, el doctor decidió salir sin su amigo. Dejándole una nota: “por hoy descansa y verás que tendrás una arruga menos”. Partió rumbo al primer bosque, donde había iniciado su investigación hacía diez años. Él decía que siempre era aconsejable dar un pequeño repaso por donde uno ha pasado. Muchas veces por la prisa de la vida no vemos lo que buscamos.

Ese día, cuando el sol estaba en su máximo esplendor, se encontró con una planta que él no le había tomado importancia años atrás. Poco a poco la tomó entre sus manos, le hizo suaves caricias y ella fue soltando un olor exquisito, haciendo que toda su piel se erizara. Pensó “estoy casi seguro que ella es, siento que es la planta milagrosa. ¡Claro! La belleza está por dentro, este ser no la irradia, porque las otras plantas que están a su alrededor no la dejan. Por eso se encierra en su gruesa y horrible corteza, evitando que su suave y delicado perfume rocíe el entorno. Es pequeña y fea, pero es la que le dará belleza a los rostros”.

El doctor le aplicó los químicos reactivos y efectivamente la planta que tanto habían buscado respondió. El experto se disponía guardarla en su mochila, para que Hipólito la conociera. De pronto, en su ojo derecho se le introdujo una minúscula basura. Le molestaba tanto, que para poder extraerla tuvo que utilizar un espejo que se encontraba entre las herramientas. Al ver su cara reflejada en el cristal, se dijo:

—¡No!, no puedo hacerle esto a la humanidad, cómo voy a borrar esos surcos de la vida. Las arrugas representan el trabajo, los esfuerzos, la vida que uno ha forjado, los sinsabores, las alegrías y angustias. Sin esos pliegues en el rostro, estaremos escondiendo todos esos tesoros. Seremos falsos ante los demás, mostrando un rostro sin huellas.

Él, a partir de ese día se retiró de la investigación, justificando que ya estaba viejo y cansado. Cinco años más tarde murió, pero antes de partir, le dejó una carta a Hipólito, contándole el hallazgo. Al final de la carta, le escribió: “Los surcos de la vida, nos revelan los caminos que hemos recorrido, déjalos quietos, no los detengas. Sé luz y verás que las arrugas se desvanecerán de tu rostro”.

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9 comentarios

  1. 1. A. Pantaleón dice:

    Hola Thelma!
    Una historia repleta de enseñanzas. Creo que debes pulir un poco más tu estilo. Saludos.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 20:42
  2. 2. Minnie dice:

    Me agrada el final del relato pues comparto esta forma de pensar. “Los surcos de la vida, nos revelan los caminos que hemos recorrido, déjalos quietos, no los detengas. Sé luz y verás que las arrugas se desvanecerán de tu rostro”.
    Sin embargo siento que al contenido en sí le falta emoción, sin ser muy dura, leía y me parecía un artículo para revista más que un relato. Es solo mi humilde opinión, pues considero que hay gente para todo, y en escritura como todo en esta vida se trata de gustos y de estilo. Continua escribiendo.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 21:40
  3. Hola Thelma
    El contenido me parece muy instructivo, con un profundo significado moral y ético. Las arrugas de la edad nos ennoblecen y hacen a las personas dignas de respeto. El tenerlas a la vista son un recordatorio de la experiencia y vida que acumula una persona. Claro, hoy día los preceptos que imperan parece ser que van un poco en contravía de ese concepto, pero de todas maneras, estéticas o no, las arrugas siguen siendo un referente, y copio tus palabras, de “los caminos que hemos recorrido.”
    La forma creo que puede mejorarse un poco. En el segundo párrafo se confunde la voz del narrador con la del doctor Alfonso, cuando dice: “—Leonardo, sé que este muchacho es un soñador, pero esa actitud yo se la admiro. Ojalá todos los hombres se dieran la oportunidad de soñar despiertos, como este par de seres.” Tal vez la forma del relato sea un poco plana, tipo crónica, pero está bien escrita. Me ha gustado. Alcanzar la perfección y gustar a todo el mundo es imposible. Felicidades.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 15:18
  4. 4. El Ciervo Alado dice:

    Excelente relato, Thelma, me ha gustado mucho el final y la forma en la que cuentas todo.
    Felicitaciones y saludos!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 17:28
  5. 5. Andrés Scribani dice:

    Hola Thelma, buen relato. Solo creo que hay algunas cosas que se podrían mejorar, pero en general está bien.

    Entre lo que se puede mejorar destaco:
    -Cuidar los acentos. Por ejemplo en “sé que este muchacho” este llevaría acento para indicar que se referirse a la persona que ha sido mencionada inmediatamente antes en el mismo texto. De nuevo se repite ese error en “como este par de seres”
    -“pláticas como éstas:” me parece (aunque es una opinión personal) que quedaría mejor “pláticas como:”
    -Existe un simbolismo definido para representar diálogo dentro de un diálogo y pensamientos, a continuación te dejo un link que espero te sea de ayuda:
    https://www.literautas.com/es/blog/post-10363/como-representar-un-dialogo-graficamente/

    Felices fiestas.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 18:54
  6. 6. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Thelma! Tu historia me gustò mucho, con esa carga emotiva de experiencia y filosofìa. Lo estructuras de forma amena, lo cual es de agradecer. Salvo algunas palabras y retocar los diàlogos, lo demàs me parece que lo has llevado a buen puerto. Saludos y ¡Felices Fiestas!

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 19:10
  7. Buena historia, en mi opinión bien narrada y la enseñanza fue lo mejor de todo. El final me pareció excelente aunque la parte cuando le cae una basura en el ojo, bueno, la encuentro algo rara, aunque necesaria para el final del relato.
    Hay un par de cosas que mejorar en cuanto a acentos pero eso ya te lo mencionaron los compis, así que para que repetir?
    Me ha gustado mucho.
    Felicitaciones y saludos.

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 16:40
  8. 8. Frida dice:

    Hola Thelma. Leyendo tu texto, he visto una palabra que no acabo de hallarle sentido, es condenillo, creo que deseabas decir condenado o condenadillo.
    En la frase: “no reaccionaban a los químicos que las sometían.”, creo que deberías haber dicho: no reaccionaban a los químicos a las que las sometían, pues sino, es como si dejases la frase medio hecha.

    La arruga es bella, decía hace años Adolfo Domínguez y, ello es muy cierto, porque las expresiones de la faz son historia, historia de la persona y, tú has sabido captarlo muy bien en este texto. Me quedo, al igual que Minnie, con la frase final, pues encierra mucha sabiduría, una verdad que la sociedad y la industria cosmética, trata de ocultar, sobre todo a las mujeres, que tanto sufrimos con las imposiciones de la moda y las críticas feroces.

    Escrito el 27 diciembre 2015 a las 18:20
  9. 9. Leonardo Ossa dice:

    Hola Thelma, leyendo tu historia sentí que yo tenía cierto protagonismo en el relato, no solamente por la coincidencia de mi nombre, sino por la forma en que nos narras los episodios.
    Finalmente el escrito tiene una enseñanza y ello se abona a la descripción de la escena.
    Felices fiestas de fin de año y un productivo 2016.
    Un abrazo.

    Escrito el 30 diciembre 2015 a las 04:32

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