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El Bosque del Espejo - por Tinin

-¿y ahora qué?, se estará preguntando mi hijo.
Le pedí que no preguntase, que no hablase, que me siguiera hasta el final, que no dejase de confiar en mí.
Ante nosotros una inabarcable muralla de abetos guarda el acceso a la Selva de Irati. Firmemente enraizados sus troncos yerguen rectos buscando el cielo y nos retan a ser atravesados pues se saben fuertes al estar juntos, tan juntos que sus brazos quedan entrelazados formando un escudo de impenetrables ramas y agujas verdes.
Momentos antes del amanecer el impenetrable bosque parecía tranquilo, tan solo el vigilante aviso de algún ave nocturna quebraba su silencio. Sin embargo no dejaba de ser inquietante el enjambre de sombras que arrojaba la menguante luna desde su atalaya, presentándose como espectros que surgían desde las profundidades de la oscuridad.
Impresionaba la espesura de esta maravillosa selva, que tan pronto nos advertía con su escalofriante silencio para no entrar en ella, como nos invitaba a ser conquistada y descubrir su mágico escenario de otoño al intuir que tras esa arboleda se hallaban multitud se parajes secretos, intactos, vírgenes.
Miré a mi hijo unos instantes y asintió con un leve movimiento. Empezamos la travesía acercándonos con precaución y con la incertidumbre de si sabríamos llegar en una jornada a “El Espejo”, lugar de encuentro de una generación casi extinta de montañeros de la que creo todavía pertenecer.
Encendimos las linternas y comenzamos a introducirnos en ese envoltorio negro que lo llenaba todo a través de la única entrada que existe. Medio empedrada y a modo de calzada romana toscamente labrada, se abre un camino que se pierde en el interior del monte y en su final no haya destino alguno. En poco tiempo habíamos avanzado lo suficiente como para no saber volver y tratábamos de encontrar paso por los escasos claros que la naturaleza no había querido ocupar, trazando tortuosas curvas que constantemente ascendían.
Sin darnos cuenta había transcurrido una hora y el único color existente se diluía con dificultad para ceder el trono a la luz.
Desde las alturas pequeños grupos de pájaros rompían el silencio nocturno para recibir al nuevo amanecer. En breve cada rincón del bosque se manifestaba con un sonido distinto y el silbante viento del norte comenzó a mover las ramas de los arboles.
La senda de inicio se había desdibujado por completo por lo que seguimos guiándonos por la brújula, pues ni hitos ni marcas jamás se hallaron en tierra virgen.
Cuando el sol se alzó lo suficiente como para dejar que sus anaranjados rayos bañasen la tierra, tuvimos que hacer un alto para admirar el espectáculo que ofrecía la naturaleza, mostrando con arrogancia su increíble belleza, pavoneándose con un mágico vestido de colores de imposible duplicidad.
El bosque que ocupaba con altísimos abetos la totalidad de sus lindes encerraba una fantasmal arboleda de hayas que parecían querer huir corriendo aterrorizadas y algún hechizo los dejó estáticos justo cuando con sus ramas extendidas pretendían realizar un abrazo. El temor que el espantoso ejercito de hayas desnudas pudiera causar, quedaba en suspenso ante la belleza que estábamos pisando. La tierra apenas se mostraba y todo se encontraba cubierto por una infinita alfombra de amarillentas hojas en los que destacaban diseminados manchones de color rojizo y tonos ocres.
Antes de finalizar el día nos encontrábamos frente a “El Espejo” , pequeña laguna situada en las zonas altas , en el que momentos antes de que el sol se oculte sus rayos inciden de tal manera que se convierte en un espejo y al mirarse en sus aguas parece reflejarse el verdadero yo de nosotros mismos.
Ahora mientras los dos estábamos observando nuestros cuerpos reflejados en el agua, pensaba en mi hijo y en cómo corría el tiempo, pues al finalizar el ocaso y las primeras sombras aparezcan, habrá cumplido 18 años y aún le sentiré como a un niño.
Seguimos largo rato mirándonos en ese espejo. Le expliqué el por qué de esta caminata. Juntos intentamos desentrañar el mensaje que esta jornada nos mostró, que era la misma esencia que nuestro caminar deja por este mundo, el comienzo de las cosas con el despertar del bosque, el impasible devenir del tiempo con los cambios que procura cada estación, la dureza de la vida que se empeña en llevarnos por pendientes y quebradas sin certero final.
Hicimos noche en el monte Aezcoa y mientras observaba la cambiante luz de una estrella sentía no saber donde se encontraba el final de nuestro camino.

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5 comentarios

  1. 1. Sara Sarutte dice:

    Hola Tinin,
    Leì tu cuento dos veces,la verdad me pareciò muy pesado y cargado de descripciones. Entiendo que eso debe ser en lo que te enfocaste,pero es como que casi no encuentro la historia.
    Lamentablemente no me atrapo mucho.
    Saludos!

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 15:22
  2. 2. Servio Flores dice:

    Hola Tinin, he leído su relato y me ha impresionado la capacidad de descripción que realiza. Quizás pueda mejorarse la estructura dramática o pueda emplearse como parte de un capítulo de una novela, donde se permita ir desarrollando más a los personajes y la historia.
    Felicidades!

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 01:44
  3. 3. Luis Bertes dice:

    Hola, Tintín, como ya te han señalado tu texto se hace un poco difícil de leer. En mi opinión debes homogeneizar más los tiempos verbales y procurar no ser redundante. De todas formas, eres un valiente porque, al igual que yo, te centras en la forma y no el fondo. Sin embargo éste es el método más difícil de seguir. Si tuviera que darte un consejo, te daría el mismo que intento exigirme yo: sencillez. Un abrazo

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 15:32
  4. 4. Leonardo Ossa dice:

    Hola Tinin, tienes una capacidad inmensa de observación, cada detalle vivido lo has ido plasmando en este relato de una manera muy amplia, lo que demuestra también tu capacidad de narrativa.
    De alguna manera ya te han dicho que se debe dosificar la extensión descriptiva en la historia, cosa que me suelen recomendar a mí en algunas ocasiones.
    Espero que tengas unas felices fiestas de fin de año.
    Saludos.

    Escrito el 24 diciembre 2015 a las 03:44
  5. 5. Isan dice:

    Hola Tinin:

    En el límite estaba mirando los relatos con menos comentarios y me encuentro con esta pequeña joya. Para mí ha sido una grata sorpresa por varias razones.

    Al leer “Selva Irati” se ha disparado mi curiosidad porque la conozco y sé que todo lo que de ella se cuente no le hace reconocimiento suficiente. Rápidamente me he imaginado que ese espejo sería el pantano Irabia, aunque lo de pequeña laguna me ha despistado.

    El segundo motivo es que me gustan los relatos como este en ue uno se deleita en los detalles, aunque no lleven un mensaje a modo. Relatar los detalles me parece un ejercicio fantástico y tu lo has hecho magníficamente. Con eso sería suficiente. Pero al contrario de que alguno echa en falta el fondo, ahí está. Para mí que haces un paralelismo entre el ocaso de uno y el crecimiento de otro. La relación entre padre e hijo y la incertidumbre de qué os deparará al final de vuestras vidas.

    Para mí, con esto que te he comentado, lo demás carece de importancia, por esta vez.

    Felicidades.

    Escrito el 16 enero 2016 a las 21:05

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