La verdad sobre el espejo - por Gladys Ruibal

La verdad sobre el Espejo
La reina se instaló en las habitaciones del castillo que fueron designadas para ella. El nobiliario fue renovado por completo, pero él conservo su lugar de compañero fiel a pesar de que el flamante esposo manifestara su desacuerdo con respecto al lugar de honor en la habitación de la reina.
El recordó su primer encuentro con la niña, rubia como el oro y de tez aceituna, quien paso de ser la hija amada de sus padres a la adquisición de lujo de un grupo de mercaderes.
Por cierto, sus tíos obtuvieron buena paga por ella.
Lo que para la pequeña fue una desgracia, a él le dio un sentido a su existencia. Compartieron la angustia de ser objetos de uso de esa gente vulgar hasta que, por fin llego la oportunidad de escapar de esa suerte y lo hicieron juntos.
La niña creció y su belleza de mujer fue surgiendo. Su cuerpo se convirtió en una visión que rallaba lo divino. La amó desde el primer momento, aun habiendo sido testigo de su perversa transformación.
Imposibilitado de hacerla volver en sí y teniendo conocimiento del plan que ella tenía en mente, se limitaba a responder la pregunta que le hiciera una y otra vez:
“Espejito en la pared, dime una cosa:
¿Quién de este país es la más hermosa?
Y él le contestaba siempre con la verdad, pues le era imposible mentir.
“Señora reina, vos sois la más hermosa en todo el país.”
En ese momento, apareció en la habitación atraída por la curiosidad, una niña blanca como la nieve, con rizos negros como ébano y de labios rojos. Esto provocó gran enojo en la mujer, quien trató de disimularlo delante de su hijastra, que corrió a abrazarla buscando una muestra de cariño.
El rostro malévolo de la mujer se reflejó una vez más en el espejo, su compañero, y éste supo en ese momento que la pequeña estaba en peligro, pero le era imposible ponerla en aviso.
Sabía además que al haber sido testigo de tal belleza que superaba la de su dueña, la respuesta futura no iba a ser de su agrado y hasta él correría el riesgo de ser destruido. Su fragilidad era la misma que la de la pequeña.
Mantuvo la misma respuesta mientras pudo, pero el tiempo hizo su labor y la niña se convirtió en una hermosa joven.
Cuando fue imposible ocultarle la verdad a la reina y tuvo que reconocer que había sido superada en belleza por Blancanieves , el espejo que era mágico, pero no tanto, llevó a cabo un plan para salvar su existencia y la vida de la joven.
Valiéndose del control que ejercía sobre ella, la convenció de enviar a la joven al bosque, donde seguramente iba a encontrar una muerte segura en las garras de algún animal salvaje. Además, se corría el riesgo de un levantamiento por parte del pueblo a causa de la extraña muerte de su rey.
Todo se realizó como estaba planeado y durante un largo tiempo reinó la calma. Pero un día, inesperadamente la pregunta fue hecha y él tuvo que responder con la verdad que era de amplio conocimiento no solo por él, Blancanieves estaba con vida y era la mujer más bella del reino. Única, perfecta, visión de lo más puro e hizo del bosque su hogar y de sus habitantes su familia.
Al conocer la noticia la reina enloqueció, tomo un atizador y volviéndose hacia quien fuera su fiel compañero, lo golpeó una y otra vez hasta destruirlo.
Al darse cuenta de lo que había hecho cayó de rodillas, trato unir los trozos de su amado espejo, sin lograrlo. Solo se había salvado un pequeño fragmento que llevó a la altura de su rostro y para su sorpresa el fiel espejo le devolvió su imagen, pero esta vez fue la de una niña rubia como el oro y de tez aceituna.
Ante su asombro y con gran pesar la reina pregunto:
Espejito en la pared, dime una cosa:
¿Quién en este país es la más hermosa?
Y él le contesto:
Para mí, siempre lo ha sido la niña que aquel lejano día conocí.
En ese momento el trozo de espejo se desintegró en sus manos y la reina lloro.