El último beso - por Euterpe

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El autor/a de este texto es menor de edad

Nuestras manos se encontraron en un intento desesperado de conocernos. Los dedos se enredaron, y encontré que tus manos estaban demasiado frías, así que te abracé. Seré sincera, tus besos me parecieron horribles al principio. Tu saliva burbujeaba a medida que recorría mi lengua, y tenía un sabor agrio. Nunca antes me había detenido a saborear los besos de los demás, así que posiblemente esa fuera la razón por la que quise más de ti. Contra más probaba, más adictivo eras.

Estaba convencida de que, si seguía más tiempo así, me enredaría a tu lengua como las zarzas.

–¡Contrólate! –dijo una voz a sus espaldas. Alguien tiró del chico hacia atrás y me mordí la lengua.

Sentí el sabor férreo de la sangre en mi boca, que me permitió volver unos segundos a la Tierra, y a la música que atronaba mis oídos. A pesar de ello, no vi quién me estaba arrebatando aquel chico que estaba devolviéndome la vida. Gruñí.

–Para ya, ¿no crees? –dijo ella.

Volví a gruñir. Me dolían los dientes de tanto contener la rabia. Yo te quería a ti en ese momento, íbamos a ser el centro del mundo. O eso quería, pero las palabras no salían de mi boca, sino que fueron balbuceos que ni yo entendí.

–Te arrepentirás –me advirtió.

Agarré el chico de su jersey y tiré de él hacia mí. Ella, quien fuera, lo dejó ir.

–Haz lo que te dé la gana –silencio–. Te arrepentirás.

Y no se volvió a oír esa voz durante el resto de nuestro viaje.

Sé que fui una egoísta, te quería sólo y únicamente para mí. Quizás debí haberte compartido con los demás, quizás por eso te alejaste de mí durante aquellos segundos que me parecieron interminables.

Te besé más y más, y seguía sorprendiéndome lo helada que era tu lengua. Pero eso me gustaba, me tranquilizaba, me hacía ser consciente de tu existencia, porque la mía la había perdido unos minutos atrás. Creía que era el éxtasis recorriendo mis entrañas. Mi corazón latía con fuerza, pero no perdía la calma.

El pánico vino cuando dejé de sentir tu lengua dentro de mí. No sé si caí o te apartaste, porque tú sabes que yo no me habría movido nunca del lugar.

Y desperté, aunque no recordé haber cerrado los ojos. Lo primero que sentí fue el sonido de unas sirenas lejanas. Estaba tan desconcertada que no supe adivinar si se acercaban o se dirigían hacia la dirección contraria.

Lo segundo fueron mis manos, atrapadas alrededor de una botella de cristal. Era de noche, y el viento que soplaba era fresco, casi como una bofetada en la cara.

Intenté incorporarme para encontrarme con la botella, oscura y ligera, pero entonces sentí un golpe en un costado y el vértigo me hizo vomitar sobre el asfalto. El pinchazo era más evidente contra más levantaba el torso, pero logré encararme con la botella, que contenía un papel. Golpeé, con las pocas fuerzas que me quedaban, el cuello de la botella contra la gravilla. No conseguí extraer el papel hasta que lo pincé con los dedos.

Desplegué lo que parecía la etiqueta de una cerveza. Estaba empapada por la parte inferior de, obviamente, esa misma bebida; pero no impedía leer lo que había escrito por detrás.

"¿Ahora te arrepientes? :)"