El color de tus ojos - por kydiazz

El anciano encontró la llave en el zapatero, dejó salir un bufido y se fue a sentar en la sala. Estaba cansado de buscarla por media hora, y ya que la había encontrado no quiso ir a la salida con sus vecinos.
Las tardes de los sábados solía salir a donde fuera, ya que en la semana no podía por sus dolencias. Miró una foto colgada en la pared y una lágrima cayó a su mejilla.
Cuando era joven salía cada mañana sin rumbo fijo, se alegraba de despertar para explorar la ciudad en la que vivía, en una de esas acabó por encontrarse con una joven de ojos café. En ese instante amó por primera vez el brillo que irradiaba.
Era demasiado normal, sin ser delgada para ser modelo, pero sin curvas como para llegar a ser despampanante. No era alta y esbelta, pero esos ojos, parecían desprender rayos propios, que el mismo sol los envidiaba.
Pero su boca se quedó fija en su sitio sin que pudiera hablarle. Cuando la vio perderse en una esquina creyó que jamás la volvería a ver. Un hermoso error que comprobó cuando se la encontró al siguiente día, en el mismo lugar.
Su rutina durante muchos meses después fue la misma solo para verla cada mañana, para escucharla reír con sus chistes, para oler su perfume y para ver esos ojos que lo cautivaban.
Para eso entonces su trabajo ya había rendido frutos, no tenía que ir a ningún sitio si no quería, aun así era voluntario en los bomberos, le encantaba cuando ella lo llamaba “su héroe”, ya ni siquiera era por ayudar a las personas, sino por ver la cara embelesada de la joven cuando le contaba cómo rescataba gente a mitad de las llamas.
Una tarde cálida se reportó un incendio en el edificio que ella trabajaba, le aliviaba saber que su jornada laboral terminaba tres horas antes. Otro bombero le contó sobre la amenaza de bomba de un ex empleado, por suerte ella ya estaría en casa descansando.
Subió a la escalera para sacar a una mujer y su hijo, cuando unas ventanas más arriba, la vio. Quiso llevar la escalera hacia ella, pero ya estaba llena, por lo que le gritó que lo esperara y bajó. Cuando iba a llegar al suelo, se escuchó una explosión.
El ruido dejó sordera a un kilómetro de distancia y los residuos que cayeron les golpearon de improvisto. Su única reacción fue lanzarse a cubrir al niño y la mujer. Cuando pudo levantar la cabeza al edificio, parte de este ardía en llamas, y la otra, esparcida en metros de fragmentos.
No recordaba mucho a partir de entonces, solo era una nube de bruma en su mente, no por el shock de la explosión, sino por el significado de ver a esa ventana.
Ningún sobreviviente.
Un dolor sofocante se le instaló en el pecho, y hubiera querido morir allí mismo. Jamás volvió a escuchar su risa, jamás volvió a ver sus ojos chispeantes, la calidez de sus abrazos y nunca sintió de nuevo sus dulces labios.