Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte… Y quiero creer en esa idea.
Quiero creer que en algún lugar, en alguna dimensión alterna o en algún sueño hay una persona que es identica a mí, pero feliz.
Que cada día se despierta sin preocupaciones, que sonríe, que no tiene complejos, que no tiene miedo de ser ella misma.

¡Oh, como quisiera creer aquellas palabras!

Pero no todos los dichos son realidad, ni todos los deseos se cumplen.

E incluso si lo hicieran, la que sería feliz sería ella, mi “Doble”, no yo.
La verdad es que cada uno de nosotros quiere, incluso si no somos conscientes de ello, ver como sería nuestra vida si fuésemos diferentes, si hubiéramos tomado otras decisiones o elegido a personas diferentes. Queremos ver nuestras vidas “mejoradas”

Y ahí entra la frase estelar: “¿Qué hubiera pasado si…?”
¿Qué hubiera pasado si mi padre/madre hubiera estado mas presente o me hubiera tratado de otra manera? ¿Y si me hubiese animado a tomar aquella decisión, que por temor a las consecuencias, no tomé?

Ahora, mientras escribo este texto, siento el tan conocido dolor en mi pecho, el dolor de tantos pensamientos oscuros, de tantas dudas sin resolver, de tantas emociones reprimidas.

Porque yo, como muchos, soy una víctima más de aquella frase.

Por miedo a lo desconocido, a lo que podría pasar o lo que podrían decir, me abstuve de tomar decisiones que podrían haberme cambiado completamente.
Decisiones que podrían haberme hecho como mi posible “Doble”.

Por lo tanto me doy cuenta de que no hay que temer a lo que podría pasar, sino a lo que nos podríamos convertir.

Podríamos convertirnos en personas llenas de arrepentimiento, amargura y envidia.
Personas que querrán vivir a través de los demás, o través de sus propios hijos.
Personas que nadie quiere ser.

Ahora no quiero creer en que cada persona tiene un doble en alguna parte.
Quiero ser ese doble. Quiero vivir todo lo que mi versión “mejorada” viviría.

Así que dime…
¿Tú crees que tienes un doble?