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El mentiroso - por Yolanda Tovar

Web: http://descubriendorelatos.blogspot.com.es

No podía dejar de mirar a su mujer mientras se arreglaba frente al espejo. Después de quince felices años juntos le seguía pareciéndo igual de hermosa que cuando se conocieron. Al lado del joyero vio el antifaz negro de lentejuelas. Inmediatamente recordó la noche del carnaval. Este año habían jugado a ser dos desconocidos que daban rienda suelta a su pasión. ¡Cómo le gustaban esos juegos eróticos!
Se acercó a ella y la abrazó por detrás, besándole el cuello. Notó cómo se estremecía.
—¿Preparada para una sesión de cine? —le dijo al oído al tiempo que le mostraba una de las entradas.
Marta se giró con cara de asombro.
—¿Era hoy? Lo siento, cariño, lo olvidé. Ya sabes que estamos a final de trimestre, así que he quedado con el resto de profesores para la evaluación. —Al ver la cara de decepción de su marido, añadió—: ¡Oh, siento haberlo olvidado! ¿Te parece bien si vamos el próximo sábado?
Él asintió, con mirada triste. Y, entonces, reparó en algo. Su mujer iba demasiado arreglada para una reunión de trabajo. Exceso de maquillaje, vestido ceñido, escote muy revelador. Todas sus alarmas se dispararon, pero no dijo nada.
Marta, coqueta, se dirigió al baño y David no pudo reprimir el impulso de husmear en su bolso. En lugar de exámenes y cuadernos de notas encontró un paquete de tabaco. Se quedó atónito. Marta no había fumado nunca. Era él quien lo hacía a escondidas. Si ella lo había descubierto, ¿por qué no le había dicho nada? El sonido de la cisterna lo devolvió a la realidad. ¿Qué significaba todo aquello? No quería pensar mal pero…
Cuando salió del baño, Marta le besó, cogió el abrigo y el bolso y le dijo:
—Quid pro quo, cariño
Cómo odiaba que le soltara esas frases en latín, le hacía sentir infantil. Pero, como siempre, para no quedarse con la intriga, cogió el diccionario de latín. En ese momento, Marta salió del apartamento y David, haciendo caso a su instinto, salió tras ella.
Mientras bajaba en uno de los dos ascensores abrió el pesado volumen y buscó la definición: cosa que sustituye a algo equivalente. A él aquella frase no le decía nada. ¿Qué le quería transmitir su mujer?
Llegó al vestíbulo y, sin perder de vista a Marta, que ya salía a la calle, le pidió al portero que le guardara el diccionario en recepción.
Caminaban en dirección al puerto. Ella ralentizó el paso al llegar al paseo marítimo. Buscaba a alguien. David, disimulando para no ser descubierto, fue consciente de que Marta le había mentido. Su mundo empezaba a tambalearse.
Y entonces, una oleada de celos se apoderó de él al contemplar cómo su mujer se fundía en un abrazo demasiado prolongado con Fran, su mejor amigo. Nunca hubiera esperado de ellos semejante traición.
Con la cara desencajada y los nervios a flor de piel, los siguió. Se comportaban como dos adolescentes enamorados, sonriendo tontamente y dándose empujoncitos cariñosos.
No lo soportó más. Se plantó detrás de ellos y, cegado por la rabia y el dolor, soltó sarcástico:
—Enhorabuena.
La pareja se giró. No parecían demasiado sorprendidos al verle.
—¡Ah, hola, cariño! Te estábamos esperando.
El dolor se convirtió en furia.
—Vaya, queréis confesar vuestros pecados. Muy considerados.
Marta no hizo caso de sus palabras y le preguntó:
—¿Cómo te sientes?
David, sorprendido por tanta frialdad, estalló:
—¡¿Qué cómo me siento?! Traicionado y dolido. Si no fuera por la gente que nos está mirando —dijo cerrando los puños y dirigiéndose a Fran— ni tu madre te reconocería.
—Bien —continuó Marta—, ahora ya sabes lo que se siente cuando te engañan. —Ante la cara de estupefacción de su marido, añadió—: David, estamos cansados de tus mentiras y preocupados por ti. Sé que fumas y bebes a escondidas —David se dejó caer en un banco, abatido—, y sé que le has pedido a nuestro hijo que te encubra. Puedo entender que no aceptes que ahora eres diabético pero no que permitas que destruya nuestras vidas.
—Yo, yo… —La ira se esfumó. David estaba confuso y avergonzado y, sin mirarles a los ojos, preguntó—: Entonces, ¿vosotros dos…?
—No —Fran se puso a su altura—, no estamos liados.
Ahora fue su mujer quien se agachó y le abrazó.
—Tan solo queríamos que entendieras lo importante que eres para nosotros.
Carlos rompió a llorar, agradecido por estar rodeado de personas maravillosas, y por aquella dichosa frase en latín que le había enseñado una lección.

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6 comentarios

  1. 1. Wester dice:

    Wow, muy buen trabajo Yolanda. Creo que creas una atmósfera ideal y es fácil de leer. Los diálogos también me han gustado.

    No sé que decirte que sea malo la verdad.

    Si te quieres pssar por el mio, estoy en el 167

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 15:24
  2. 2. Edu SC dice:

    Hola Yolanda Tovar,

    Soy tu vecino de arriba. Me ha parecido fantástica tu historia. Muy bien planteada, muy bien llevada y genial la sorpresa final. La verdad, no me lo esperaba. Creo que está muy bien escrita. En lo formal sólo he visto una cosa:

    «Este año habían jugado a ser dos desconocidos…»

    Creo que, en vez de este año, sería más correcto decir aquel año. No he visto nada más en el aspecto formal.

    Quizás lo que menos me ha gustado, es la última frase. No se, me ha parecido un cierre en el que se ve demasiado al autor, o sea, a tí.

    Por otro lado, aunque en la primera lectura la historia me sorprendió, después, pensando en ella, me planteé sino es una lección desmasiado fuerte. Es decir, si realmente quieres a tu marido, como está claro que la protagonista del cuento quiere al suyo, ¿le darías una lección tan…bestia?

    En todo caso, no quita que me guste la historia, pero no quería dejar de apuntarte que me cuestiono un poco este punto.

    Un placer leerte.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 18:57
  3. Un desenlace inesperado. Pero un juego molto pericoloso.salu2

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 23:26
  4. 4. Marula dice:

    Hola Yolanda.
    Una manera original de hacer una intervención para una persona que no reconoce su problema.
    Saliste de la clásica mentira del infiel y le diste una vuelta de rosca genial.
    Una lección cruda, pero a veces las soluciones deben ser drásticas si de otra forma no puede resolverse.
    Un detalle, la ultima frase dice “Carlos rompió a llorar…”; supongo que quisiste poner David.
    Felicidades!
    Saludos

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 20:04
  5. 5. Yolanda Tovar dice:

    Gracias por vuestros comentarios Wester, Edu, Amilcar y Marula. Por cierto, Marula, tienes razón. No entiendo cómo pude confundir el nombre y no darme cuenta.

    Escrito el 27 marzo 2017 a las 11:41
  6. 6. María Esther dice:

    Hola Yolanda.La historia me sorprendió al principio porque veía una mentirosa y no me daba cuenta qué pasaría. Luego con el giro que tomó y la tensión creada,solo pensé en un final trágico. Hasta que se muestra el verdadero problema.
    Bueno,yo encuentro un camino peligroso buscar la solución esgrimiendo esas armas,pero reconozco que fue la manera más directa de enfrentarlo.Cuando las palabras no dan resultado, los hechos pueden tener mucha fuerza. Es como ponerle un espejo delante de los ojos.
    En fin, es un cuento, no se si en la realidad funcionaría.
    Me gustó.
    Saludos
    Maritel

    Escrito el 31 marzo 2017 a las 01:28

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