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El mentiroso - por Rakel

Había sido idea de Quintín Berenguer. Él nos había citado el viernes de carnaval a las ocho de la tarde, en la entrada de cine Bellas Artes. Llevaría una entrada de cine en la mano. La única condición que nos impuso a los demás, para acudir al encuentro, era mostrar un diccionario de latín y llevar un antifaz, que no nos podríamos quitar hasta llegar al sitio de destino.
Cuando recibí el correo pensé en un spam, de los que van directamente a la papelera. Pero antes de dar al botón, intenté recordar. El nombre de Quintín Berenguer Monsalve me era familiar. Por fin recordé. Había sido compañero de facultad. De esto, hacía mas de 25 años.
Me decidí a abrir el mensaje y me sorprendió ver una invitación. Me vinieron a la memoria los años en los que estudié en la Facultad de Filología, y el grupo de compañeros con los que solía ir: Patricia, Josefo, Vero, Ernesto y algunos cuantos más. Nuestras actividades eran variadas, desde subir los domingos al monte, hasta hacer tertulias literarias con autores latinos. Mi autor preferido siempre fue Séneca, en concreto su libro Apocolocyntosis; otros, en cambio, preferían a Virgilio y estaban continuamente a vueltas con la Eneida o las Gorgolas. También solíamos quedar para ir al cine. En aquél momento, los cines donde ponían películas de autor estaban de moda y se podía ver los ciclos completos de Godard o François Truffaut.
Al abrir el correo pensé que quizás nos reuniríamos para recordar una de esas tertulias. Busqué por Internet y Quintín era Catedrático y había realizado algún Máster en el extranjero. Siempre le gustó destacar. Estaba muy orgulloso de su apellido, decía que pertenecía a una familia de “rancio abolengo” y que su savoir faire lo llevaba en la sangre. Yo lo recuerdo como divertido e ingenioso, aunque algunas veces era un poco farolero. También buceé en redes sociales a los demás. Algunos tenían foto y me pareció que los podía reconocer. Y de otros ni siquiera me acordaba. ¡Menos mal que los nombres y apellidos venían en la lista de invitados!
Tras darle vueltas a la cabeza entendí aquella manera de citarnos. El antifaz sería un guiño a la noche de carnaval; el diccionario de latín, por nuestros estudios y la entrada de cine por tantas y tantas películas que vimos a lo largo de los años de facultad.
Llegó el día esperado. Delante de la puerta del cine fuimos apareciendo uno a uno. Quintín ya estaba esperando allí, supimos que era él porque mostraba una entrada de cine en vez de el diccionario. La invitación era para once personas, pero al final acudimos siete. Al llegar el último, no nos dio tiempo a charlar. Yo creo que todos pensábamos que íbamos a tomar algo en el bar de El Círculo de Bellas Artes y recordar viejos tiempos. Pero enseguida nos dimos cuenta que no era eso lo que tenía planeado.
Pidió dos taxis y nos dijo que luego pagaría la cuenta. En uno montó él con tres más, y en el otro fuimos los restantes. Siguiendo un poco su juego no nos quitamos los antifaces, tal y como nos había pedido.
Llegamos a la entrada de una cervecería en la zona de Chamberí que tenia nombre de cardenal francés en época del escritor Alejandro Dumas.
Me acordé, era allí donde hacíamos las tertulias literarias. ¡Así pues, se trataba de eso! Pero no, cuando llegamos, estaba reservado el piso de arriba del bar. El camarero nos pregunto que queríamos para beber, pero no pudimos ordenar nada de comer, nos dijo que ésta vendría mas tarde.
Una vez que estuvimos todos sentados, Quintín sacó un cubilete de cuero con cinco dados de póquer. Jugaríamos a doce puntos y según fuéramos perdiendo, nos iríamos descubriendo la cara.
El primero en tirar fue él, que dejó al descubierto dos ases. Dijo que tenía tríos, el que estaba a su lado no le creyó y perdió un punto. Sucesivamente fuimos apostando o levantando y perdiendo unos y ganando otros. La partida duró casi dos horas y entre risas y gritos nos fuimos descubriendo las caras. Creo que nuestro amigo nos había gastado una broma, quizá rememorando las horas pasadas en la cafetería de la facultad jugando a lo que estaba muy de moda en aquel entonces: El mentiroso.

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5 comentarios

  1. 1. ANGEL CLIMENT dice:

    Hola Rakel: Buen relato, me gustó, buena trama, bien llevada manteniendo en vilo al lector.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 11:27
  2. 2. Yoli L. dice:

    Hola Rakel

    Entretenido tu relato, si agradezco cuando se hace en párrafos ya que en la forma que lo presentas me pierdo un poco por donde llevo la lectura.

    Sigue escribiendo, practicando y toma nota de los consejos que te señalen los compañeros en cuanto a la forma, algo en lo que no te puedo aportar, ya que tengo poco tiempo aquí.

    Soy tu vecina del #82 https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-42/7393

    Saludos 🙂

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 19:42
  3. 3. Mariana Sánchez dice:

    Hola Rakel. Buen relato, mantienes la intriga en el lector. El final es sorprendente. Creo que si hubiera habido más tiempo para desarrollar el final me hubiera gustado más, pero interpreto que es falta de tiempo ya que había que cumplir con las 750 palabras.
    La estructura del relata está bien y no encontré errores significativos de forma, perdón por la falta de precisión.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 21:49
  4. 4. Marula dice:

    Hola Rakel. Buena historia. Las descripciones de los personajes, los recuerdos, los lugares mencionados, todo lo hace muy real. Da la sensación de estar leyendo una anécdota personal! Y generaba mucha intriga a donde los llevaría ese Quintín tan misterioso y que querría de ellos.
    Genial, felicitaciones!
    Saludos.

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 18:06
  5. 5. Alhema dice:

    Hola Rakel, es un relato sencillo sin grandes pretensiones pero muy bien llevado. Me gusta mucho como mezclas el recuerdo del pasado con los sucesos del presentes sin complicarlos mucho y sin restarle claridad al conjunto.

    Es un relato que da una gran calma al leerlo, y eso es poco habitual,

    Un saludo!

    Escrito el 1 abril 2017 a las 19:28

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