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Más que un robot - por ADELA CASTAÑON

Más que un robot
Era más que un simple robot, o eso decía siempre mi abuela. Yo no le hacía caso, hasta que un día, supongo que cuando tuve la edad suficiente, me picó la curiosidad y le pregunté por qué. Y, cuando me lo contó, lo entendí todo y por eso quiero contarlo yo también.
–Tu abuelo me regaló el armatoste infernal un año, por Reyes. Entonces yo lo llamaba de ese modo, el armatoste infernal, aunque por supuesto a tu abuelo nunca se lo dije. No sé lo que esperaba, si un pañuelo que añadir al montón de pañuelos que ya me había regalado, o unos pendientes que casi nunca me pondría… pero desde luego no me esperaba eso ni por asomo.
–Tienes razón, abuela. El peor regalo que podría hacerme mi novio sería algo así. ¡Yo creo que hasta terminaría con él! ¡Puaf! En pleno siglo XXI, no hay derecho a que queden hombres con esa mentalidad. ¡Regalar un cacharro de cocina!
La abuela me sonrió, y su sonrisa me confundió aún más. Si estaba de acuerdo conmigo, ¿qué era lo que se me estaba escapando? Callé para que siguiera con su historia.
–Mira, Rosa, el robot de cocina estuvo en la encimera durante meses. Ni siquiera quise probarlo, supongo que para castigar así a tu abuelo por no haberme hecho un regalo mejor. Y él no me decía nunca nada. Se limitaba a seguir como siempre, aceptando todo lo que yo hacía o decía, y así hubiéramos seguido si no llega a darle el infarto.
–¿Qué tuvo que ver el infarto del abuelo con eso, abuela? Ahora sí que no lo entiendo.
–Tu abuelo tuvo que estar ingresado bastantes días, Rosa. Entonces tu madre y tus tíos eran pequeños todavía, y yo no sabía a quién acudir. Llamé a mi hermana para que viniera a pasar un par de semanas a nuestra casa, y aunque se llevaba fatal con el abuelo, no me dejó en la estacada.
–¿Qué la tía abuela se llevaba mal con el abuelo? ¿Qué dices, abuela? ¡Si no he visto cuñados más bien avenidos!
–Eso es ahora, Rosa. Entonces no se podían ni ver. Mi hermana era la más liberal de todos nosotros. Por ser la pequeña tuvo más oportunidades y hasta pudo hacer carrera y labrarse un porvenir. ¡Me recuerdas mucho a ella, pequeñaja! Tan moderna, tan independiente… Cuando ese año intercambiamos los regalos de Reyes, tenías que oír cómo criticó a tu abuelo por haberme comprado el robot de cocina.
–¿Qué pasó entonces, abuela?
–Mi hermana vino a casa a cuidaros. Una noche la encontré esperándome cuando volví del hospital para ducharme antes de volver con tu abuelo. Ella tenía poco tiempo y no quería alimentaros a base de papas fritas y huevo, así que decidió usar el cacharro. Y cuando levantó la tapa se encontró algo dentro –los ojos de mi abuela miraron a la pared de la cocina, pero parecía que era el cielo lo que veían, en lugar del alicatado–. Había un sobre cerrado, con mi nombre escrito.
La abuela salió de la cocina. La oí enredar en su dormitorio, abriendo y cerrando un cajón, y volvió con un papel en la mano que amarilleaba de puro antiguo.
–Toma. Léelo, Rosa.
Lo abrí. Era breve.
“María, este año quiero regalarte tiempo. El tiempo que ahorrarás guisando para todos nosotros. Las recetas que quiero que prepares, no vienen en el manual. Pero te las voy a dar:
– Una tarde en el cine, tú y yo solos.
– Apuntarte a ese grupo de bordado al que siempre dices que vas a ir, y nunca vas.
– Un día de campo con los niños y conmigo.
– Lo que tú quieras, María.
Por las tardes no he estado yendo a jugar a la petanca. Me apunté a clases para cocinar con esto, y espero que te animes a probar lo que te haré. Aunque soy de campo, y soy un bruto, eres lo mejor que me ha pasado. Gracias por ser mi mujer.
Te quiere
Tu Manuel”
Miré a mi abuela y al “artefacto”. Sonreí. Sí. Era más que un robot.

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6 comentarios

  1. 1. Leosinprisa dice:

    Hola Adela, es un bonito relato, hecho con mucha sensibilidad y tacto. Merece la pena leerse y ver como, con un buen despliegue de esa inteligencia emocional que desprende tu texto, lo que parecía una regañina se transforma en algo mucho más preciado.

    La única pega que le pondría es que deberias separa los textos y los diálogos, nada más que para evitar el bloque en el que presentas tu escrito. De verdad lo merece.

    Un placer leerte y un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 13:09
  2. 2. Juana Medina dice:

    Hola Adela,
    ¿Primera vez que somos vecinas? Creo que sí.
    Tu relato me ha encantado. Sensible y sencillo al msimo tiempo. Contado con mucha ternura.
    Creo que Leosinprisa tiene razón en cuanto a separar los diálogos de los párrafos. Nada más que objetar.
    Un abrazo

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 21:42
  3. 3. Alma Gatuna dice:

    Adela, qué preciosidad de relato.
    Me encanta la ternura que muestra la abuela y el final casi me hace llorar imaginando al abuelo que esperó paciente sin decir nada. ¡Yo no habría podido!
    En fin, está bien escrito y se hace muy agradable su lectura.
    ¡Felididades!

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 09:15
  4. 4. Ian Auri dice:

    Adela, que buen relato, me ha gustado mucho, gracias por compartirlo, quería comentarte y dejarte un enlace al mio por si quieres pasarte a leerlo, es el 63, abajo te dejo el enlace 🙂

    Excelente dia para ti!!
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-47/8523

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 22:41
  5. 5. Osvaldo Vela dice:

    Hola Adela.

    Después de leer tu texto creo que hay algo que nos identifica y que acerca a nuestros textos; la emotividad.

    Leí tu trabajo de corridito y al final dejo un sabor dulce en mi conciencia.
    Te felicito. Estoy en el 92.

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 15:56
  6. 6. Silvina dice:

    Adela, gracias por tu comentario en mi relato.
    El tuyo me pareció muy enternecedor, es una historia muy bonita de ésas que te quedas escuchando y se te empañan los ojos con el final. Realmente me encantó.
    Sobre lo que decías fe mi texto sí,soy Argentina, la calle que cruza frente a mi departamento es Libano y el bolsito de Madrid me lo regaló mi hermana, que vive en Madrid.
    Gracias por leerme. Saludos

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 21:00

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