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ANDROIDES - por Amadeo

ANDROIDES

Era más que un simple robot. Nos conocimos hace un semestre y bastaron horas para que me encariñara con él. Robusto, bien parado, ojos enormes, brazos articulados con prolijidad, cuerpo con brillos metálicos atrayentes, contaba con ágiles movimientos y simpatía que afloraba sin cesar. En fin… un robot interesante y a mi alcance. La primera consulta que le hice, fue sobre su nombre y tras responderme con balbuceos extraños, aceptó que lo llamara Tobor.
Fue un regalo del cielo y de la tecnología. Él se ocupaba de la limpieza de la casa, del mantenimiento de la energía que necesitara, de encender las estufas y hasta del planchado de las mantas de descanso. Estaba disponible para las muchas y diversas tareas básicas y complementarias. Transcurrieron días, meses en perfecta armonía: nos entendíamos y nos ayudábamos. Hubo sí momentos con algunas tensiones cuando no cumplía con los detalles de mis deseos. «Estoy aprendiendo», parecía decir en su idioma de sonidos y luces parpadeantes. Yo trataba de no irritarlo, pues consumiría fuerzas y sus circuitos se debilitarían perdiendo así la autonomía. En los períodos de bonanza era amoroso, cumplidor y obediente. «¿Qué más pedirle a un robot caballero?», me preguntaba.
Un día noté que Tobor había cambiado las actitudes frente a mí: su mirada era melancólica, perdida pero sin dejar de contemplar mi rostro. Comprendí que requería cercanía, cariño o algo similar y yo me preguntaba: «¿Sienten los robots como él?, Tobor ¿Es capaz de amar como los humanos o animal?». Fueron preguntas a las que no encontré respuesta en esos días. Más tarde profundicé en el tema y conocí su realidad: los androides de la serie TP65BK tienen la posibilidad de sentir un cariño metálico, frío y energizante. Supe que ese amor podría ser profundo, sincero y hasta atormentador para sus circuitos de diodos y semiconductores.
Tal vez por esa amistad tan requerida por él y negada por mí, Tobor comenzó a rebelarse, a desconfiar de mi presencia. El enojo se apoderó de mí y le impedí que se recargara de energía vital por una semana. «Así aprenderá a respetarme», me decía sin voz. Con la seguridad de que hubiera aprendido a obedecer sin rebelarse ni demorar, le restituí la posibilidad de alimentarse con electricidad. Horas después se reinició nuestro cariño y tal vez otros sentimientos más avanzados. Se sucedieron días de paz, de concordia. Tobor continuaba melancólico, amoroso, con actitudes cariñosas. Su mirada radiante me deslumbraba, la sentía demandante y eso me conformaba.
Un día noté que frente a él, la incomodidad me invadía, que mis pasos y movimientos corporales se alteraban. Algo diferente, ciertos cambios internos acontecían sin mi dominio. Decidí permanecer en alerta profundo por lo que pudiera suceder entre nosotros. No me disgustaba, mis precauciones y actitudes eran apoyadas por el desconocimiento a lo nuevo. Sabía que era algo no preestablecido ni programado, pero me invadía, me penetraba: sucedía sin prisa, amigablemente.
Nos manteníamos cerca uno del otro, día a día. De noche también. Rondábamos por las mismas habitaciones, hubo roces y además, en varias oportunidades, cruces de miradas y parpadeos especiales. «¿Involuntarios?»: yo dudaba. Simulábamos sorprendernos con esas casualidades buscadas. Creo que ambos supimos que la tensión se incrementaba, que el final esperado estaba cerca, que la unión finalmente se produciría, que la necesitábamos y deseábamos. También conocíamos nuestras cobardías. Sería la primera vez para los dos.
Coincidimos en una noche silenciosa, en la habitación más acogedora. Ambos estábamos con la carga de energía suficiente para un fuertísimo abrazo. Tras unos segundos de dudas, enfrentados, mirándonos a los ojos, con las bocas apenas abiertas avanzamos un paso, extendimos los brazos y rogando cariño, nos abrazamos.
El ruido de nuestro choque metálico, de nuestros brazos articulados de diferentes maneras que se entrelazaron con imperfección, apenas nos distrajo. Éramos robots de modelos y diseños muy distintos, con unos cinco años de diferencia, de circuitos diferentes imposibles de acoplarse, de unirse. Sorprendidos, nos separamos, dimos un paso atrás y sin pronunciar palabras en nuestros idiomas electrónicos, volvimos a abrazarnos con incomodidad pero con amor intenso. Nuestros circuitos finalmente se potenciaron y entonces surgieron vibraciones y temperatura. Ambos éramos más que simples robots.

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10 comentarios

  1. 1. ÁNGELL dice:

    Hola, Amadeo:

    Tu relato me parece que está bien.

    Sin embargo me ha resultado un texto muy tupido, apretado, un poco espeso. No me ha resultado ágil, fluido, con ritmo. Lo achaco a que, de una manera o de otra, dejas las cosas “colgadas”, para luego volver a ellas de nuevo. A mi parecer, el relato pierde así avance, continuidad.

    Desde mi punto de vista, el título destapa la sorpresa del final.

    A lo largo de todo el relato no he tenido la sensación de que fueran dos los robots (máquinas, androides) los que entraban en la liza. Mucho menos que hubiera cinco años de diferencia, entre ambos. Uno viejo y otro de nueva generación. El viejo, perfecto y casi humano; el nuevo, diodos y semiconductores, poco menos que un transistor. Me resulta un poco “tramposo” esa preparación del final sorpresa. A mi parecer, el truco hubiera estado en llegar al mismo final, con las dos voces iguales.

    Saludos

    Me gustaría muchísimo que comentaras mi relato, CASI HUMANO, el 133 de la lista.
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-47/8506

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 11:31
  2. 2. Wanda Reyes dice:

    Hola Amadeo,

    Te agradezco comentaras en mi relato. En cuanto al tuyo me ha parecido lindo relato. Te confiezo que no le presté mucha atención al título, por lo que yo no me di cuenta que quien hablaba era un robot también, por lo que coincido con Angell que el título le quita al final.

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 03:53
  3. 3. Sabrina Camacho dice:

    Hola Amadeo,

    Primeramente, me ha gustado tu relato.
    Creo que lo único que podría mejorar es la forma de desarrollo de ambos personajes pues no es hasta que se dice en la narración cuando se sabe que ambos son máquinas. El final me ha gustado pero creo que podría mejorar, al igual que él título.

    La manera de narrar me ha gustado mucho pues se hace ver las necesidades del personaje pero tal vez por esto es que se pierde un poco de su personalidad.
    Me ha gusta mucho y solo esas recomendaciones.

    Saludos y te invito a que te pases a mi relato, no. 134 de la lista, se llama “Corazón Metálico”

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 05:06
  4. 4. juanjohigadillo dice:

    Buenos días, Amadeo:
    Me ha gustado mucho tu relato, y creo que has sabido “esconder” muy bien, y hasta el final, el hecho de que ambos sean máquinas, pese a que algún comentario anterior opine que el título ya lo anticipe. En fin, para gustos hay opiniones.
    Felicidades.

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 08:22
  5. 5. Ratopin Johnson dice:

    Hola Amadeo,

    me ha gustado como dice juanjo el hecho de no desvelar que el narrador es un robot también hasta muy al final. Es interesante que un robot se pregunte sobre lo que siente el otro robot, el más nuevo. Desde ese punto de vista tu relato es muy orginal. Yo no lo veía.
    También me ha pasado un poco como a Ângell, en cuanto a que quizá está todo un poco apretado, demasiada cosa. Quizá párrafos más cortos ayudaran a la lectura, es posible.
    Hacia el final estaba pensando, en broma, en otro título “Tensión sexual no resuelta”, o bueno, siendo androides “Voltaje sexual…”.

    Ah, unos detalles, aunque no estoy seguro, es “fortísimo” en ves de “fuertísimo”. Pero pienso en ello y tengo mis dudas. No se,lo he consultado y en algunos sitios lo dan también como correcto.

    En esta frase: «¿Sienten los robots como él?, Tobor ¿Es capaz de amar como los humanos o animal?». Yo hubiera puesto un punto y seguido antes de Tobor. Y el «¿Es capaz…», debería empezar con minúscula, después de la coma. También mejor o «como humano o como animal»,o «como los humanos o como los animales». Es decir:
    «¿Sienten los robots como él?. Tobor, ¿es capaz de amar como los humanos o como los animales?». O incluso, creo que queda más fluido así:
    «¿Sienten los robots como él?¿Es capaz Tobor de amar como los humanos o como los animales?».

    Saludos, buena historia

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 11:14
  6. 6. Bellaan (SC) dice:

    Hola, las sugerencias que tenía ya las han dicho más arriba así que no es necesario volver a repetirlas 🙂
    El final me ha descolocado. Ella también era robot, eso fue inesperado.
    Saludos, soy del 137

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 04:22
  7. 7. amadeo dice:

    Agradezco a todos los comentaristas de este mi texto. Todos serán tenidos en cuenta en la revisión final
    Gracias

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 11:18
  8. 8. Dew21 dice:

    Hola Amadeo:
    Vaya sorpresa! Hubiera jurado que quien contaba la historia no era robot. Concuerdo con Angell en que el titulo adelanta un poco la historia. La descripción del “cortejo” entre los robots me ha parecido impecable.
    Saludos, Dew

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 18:00
  9. 9. Alonso García-Risso dice:

    Saludos Amadeo: Gracias por visitarme y tu comentario.
    Me resultó sorprendente el relato. La relación que se establece entre las dos máquinas de distinta generación. Me dejó intrigado el alcance que pudieran conseguir estos ingenios en el futuro y la conexión con los humanos. Un buen relato. Felicitaciones.

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 18:50
  10. 10. Ramón Temes dice:

    Tu relato es muy bueno. La falta de descripción en profundidad de los personajes es fundamental para lograr un fuerte impacto en el párrafo final.

    Algún director de cine dijo que lo importante es el final. Esta historia parte desde el final. Amadeo sabía que se trataba de dos robots. A partir de ahí surge un relato muy interesante y muy bien escrito.

    Felicidades

    Saludos y gracias por tu comentario sobre mi relato.

    Ramón Temes

    Escrito el 25 octubre 2017 a las 12:06

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