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La puerta. - por Verónica

La idea estaba guardada en el armario. Y la cerradura bien echada, con dos vueltas y cadena. Llevaba guardada un tiempo, pero en esta ocasión Gloria estaba a punto de abrir la puerta y dejarla salir.

Gloria Eversham era una mujer alta, de constitución robusta y andares decididos. Se había casado muy joven y había tenido 4 hijos, dos chicas y dos chicos, que gracias a dios, eran ya independientes y se ganaban bien la vida. Ella, por su parte había enviudado relativamente joven y aunque había quedado bien cubierta, no era rica, ni mucho menos y había luchado para sacar a sus hijos adelante. El cancer se había llevado a su marido cuando contaba con apenas 50 años.

Se había quedado con una casa grande y bien situada, sin cargas ni hipotecas y tenía su trabajo en la administración pública, un buen sueldo y un horario que le había permitido trabajar y cuidar a sus hijos. Los primeros años habían sido duros, pero ella no era una persona que se arredrara ante el trabajo duro ni ante las dificultades de la vida moderna.

Quince años después era una jubilada ejemplar. Había dado estudios a sus cuatro hijos y todos habían volado pronto del nido y aunque no le habían dado aún nietos, ella no ansiaba como otras mujeres de su edad esas pequeñas alegrías que solían venir con los pequeños. Estaba a gusto con su vida ordenada, con sus quehaceres diarios, sus paseos y algún ocasional viaje con algunas amigas de su misma quinta.

Sin embargo en lo que más tiempo invertía diariamente, sin saltarse ni un día, era en la vigilancia de la gasolinera local. Todos los días después de su paseo mañanero acudía a sentarse allí. Casi al pie del surtidor de diésel había un pequeño banco de hierro y allí fue donde había establecido su puesto de vigilancia. Había sido bibliotecaria toda su vida y era especialmente sensible a las estridencias, a las cosas fuera de sitio, fuera de horario, fuera de la lógica.

Sentada esa mañana de febrero, abrigada y con el gorro de lana calado hasta los ojos, consultaba el reloj, las doce y cuarto. A las doce y treinta y cinco se abriría la puerta del pequeño aseo abandonado, como cada día, en la pequeña gasolinera abandonada. Y a las doce y cuarenta se cerraría de nuevo, sin razón aparente, como si ofreciera una única oportunidad para mostrar su misterio. Pero esta vez ella entraría. Se armaría de valor y entraría, tal y como venía diciéndose cada día de los últimos cinco meses.

No era una mujer cobarde, eso podía jurarlo cualquier que hubiera topado con ella en alguna ocasión, no se había echado atrás cuando el atraco en la sucursal bancaria, ni cuando había tenido que agarrar al hombre de la gabardina en el metro años atrás, cuando con su hija pequeña de la mano se había dado cuenta de que le había robado la cartera. Fue formidable aquella carrera, arrastrando a la pequeña Begoña de solo siete años y por supuesto que había recuperado su cartera. No era cosa de risa Gloria, había que tomársela en serio.

Pero aquella puerta no era un atracador de poca monta ni un hombre con gabardina. La miró torvamente, con sus ojos pequeños entornados. Solo tendría cinco minutos. Allí venía, las doce y treinta y cinco. Se puso pesadamente en pie. Avanzó unos pasos. La puerta pequeña y metálica, con rastros de herrumbre parecía devolverle la mirada través de la cerradura oxidada. El pulso se le aceleró y se quedó clavada en el sitio mientras la puerta se abría. Las piernas no le obedecían. Cinco minutos. Tic tac. La oscuridad la miraba, toda ella latía, su corazón latía, sus sienes latían y en el aire de febrero el sudor le corría por la espalda. Tres minutos. Sacudió la cabeza y cuadró los hombros, avanzó. Ya casi estaba, dos minutos. Se apartó el cabello de los ojos y avanzó casi hasta el umbral. Era curioso aún no se veía nada, todo oscuro. Treinta segundos. Tic tac. El umbral estaba a medio paso. Suspiró y dio una ultima zancada temblorosa.

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8 comentarios

  1. 1. Jaime Salcedo dice:

    Me fascinó el final. Deberías seguir esta historia e inventar un universo dentro. A mí se me ocurren muchas ideas sobre lo que pudo encontrar allí. Debo criticarte las comas. A veces las colocas correctamente y a veces no. Te aconsejo que leas más, así irás adquiriendo conocimiento sobre donde debes colocarlas y donde no. También te aconsejo que revises más veces el texto antes de enviarlo. Por lo demás, maravilloso texto. Sigue participando.
    Te dejaré el link del mío por si quieres pasarte por allá: https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-48/8762

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 13:29
  2. 2. Roberta dice:

    Hola Verónica.
    Me encantó tu relato. Bien manejado el suspenso.
    Muy bueno el final.
    Felicitaciones.
    Saludos.

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 22:09
  3. 3. LUIS dice:

    Hola Verónica, soy tu vecino de arriba. Has hecho buenas descripciones. El final emocionante, pero no lo he entendido. He observado una repetiución de muchos “había” como 16 al menos. Un abrazo y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 13:44
  4. 4. Alétheia dice:

    Hola Verónica.
    Me pareció interesante la costumbre de esta mujer, sentándose a observar la gasolinera a la misma hora. No obstante, no termino de ubicar el mensaje de tu relato, porque nos cuentas parte de su pasado (sus hijos, la muerte de su marido, la jubilación) pero no lo relaciono tanto con la acción en sí de la historia.
    Luego sí, la parte en la que se cuentan los antecedentes que nos muestran que se trata de una mujer valiente y decidida, nos lleva a que acaba atravesando la puerta de la gasolinera.

    Una pequeña faltilla en la octava línea: cáncer, lleva tilde.
    Esta frase me pareció un poco confusa: “en el aire de febrero el sudor le corría por la espalda.”

    Por último, decirte que el final ¡me dejó con ganas de más!, y eso es buena señal en los lectores, porque lograste captar la atención. ¿Desvelará Gloria un secreto en el aseo? ¿Qué clase de secreto? ¿Por qué? ¿Qué desencadenará? Chan chan chaan.

    Mi relato es el 173, por si te apetece leerme.
    Me despido, hasta la próxima.

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 17:23
  5. 5. beba dice:

    Hola: Con empezar por la mitad,lograrías un excelente microrrelato, ya que manejas muy bien la tensión narrativa. Todo el currículum de la señora no aporta nada a la historia; en cambio, podrías aclarar de qué va la “idea encerrada en el armario”.
    Es el germen de un buen relato; trabájalo más; no dejes de leer ni de escribir.

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 00:24
  6. 6. Laura dice:

    Hola Verónica.
    Soy Laura del 53.
    Me gustó en especial la forma en que creaste el suspenso al final.
    Me resultó un poco pesado el resumen de su vida, pero alguna forma necesitabas para darnos a conocer a tu protagonista. Recién por la mitad entras en el tema en cuestión. Tal vez pueda pulirse. Lo que es notable es el suspenso que creaste.
    Hasta la próxima propuesta

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 10:56
  7. 7. Ramón Temes dice:

    Parece un relato de suspense por el suspense mismo. El personaje, tan ampliamente descrito, se desdibuja y se convierte en la señora de la gasolinera que no tiene nada en común con ella misma. Se crea una tensión falsa. No se entiende la espera ni la preocupación. Y no se nos explica el final. No lo entendí y lo siento.
    Sin embargo, está bien escrito. Te volveré a leer
    Saludos.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 14:10
  8. 8. María Jesús dice:

    Hola Verónica: He leído tu relato con mucho interés, me ha gustado la forma en que sitúas al lector describiendo a la protagonista.Pero luego cuando relatas su rutina en la gasolinera y empieza la acción, el relato se desvincula de la primera parte. Parecen dos relatos distintos. Y luego da la sensación de que lo dejas inconcluso.
    Pese a todo debo decirte que escribes muy bien. Y que esa historia si la retocas un poco quedaría de fábula porque la idea es muy buena.
    Un saludo.

    Escrito el 28 noviembre 2017 a las 12:58

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