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LOS SUEÑOS DEPARAN SORPRESAS - por JOSE VICENTE PEREZ BRIS

Erik, empleado de la gasolinera, es un joven granujiento, que siempre mete la pata. Su trabajo se limita a limpiar y hacer recados. No es nada eficiente y solo le soportan porque le pagan el salario mínimo. Pero últimamente, el jefe está haciendo recortes y Erik debe asumir otras funciones. Está un poco asustado de tener que trabajar en el turno de noche. Siente un extraño cosquilleo en el estómago. Ha tomado un bocadillo a las nueve, pero se le ha quedado atascado en el estómago.
Está guardando los nuevos blísters de pilas en el armario, y la puerta de muelle se le escapa de las manos, produciendo un golpe que le sobresalta.
Para calmarse, fantasea con lo mismo de siempre. Una mujer de bandera detiene su vehículo para repostar, y luego le seduce en la oficina del surtidor.
De pronto, el rugido de un motor semejante al de una motocicleta retumba en la noche y estira el cuello para mirar por el ventanuco de la oficina.
Es una máquina de gran cilindrada. El piloto, lleva un mono rojo, pero aún no puede adivinar si es hombre o mujer.
La moto se detiene y el ocupante se apea. Por las formas, cortadas a cuchillo, se vislumbra una figura escultural
Erik babea en su cubil, mientras se atusa el grasiento cabello, con las uñas sucias. Esto sí que es suerte. Por fin, algo de distracción en la eterna velada.
Mientras espera nervioso, asiste interesado a las maniobras de la chica. Hay algo que no le cuadra.
La muchacha, está trajinando en la parte trasera del vehículo. Desata unas cuerdas y saca una garrafa negra con forma cilíndrica. Se vuelve y toma el dispensador del surtidor, llenando la lata de gasolina.
Erik asiste intrigado a la maniobra y empieza a sentir un sudor frío. La incipiente erección que amenazaba con formarse en sus sueños, desaparece como por encanto.
La chica termina la maniobra y se dirige hacia él para efectuar el pago. Pero lleva la garrafa en su mano derecha. El muchacho se pone nervioso y se mueve sin ton ni son de un lado para otro. “¿Qué querrá esa chica? ¿Vendrá solo a pagar o irá a hacer algo con la cantina?” Mientras divaga, la chica ha llegado a la oficina y abre la puerta.
—Buenas noches, balbucea Erik. ¿Qué deseaba? —la pregunta resulta estúpida, ya que obviamente, es un cliente.
La mujer, que sigue con el casco puesto, señala con el índice la caja registradora. Luego avanza hacia ella y dejando la lata en el suelo, busca en un bolsillo del buzo, la cartera.
Erik, consigue reaccionar y se dirige rápido detrás del mostrador. Necesita el número de surtidor y se lo pregunta. La misteriosa visitante, levanta cuatro dedos para indicárselo. Erik manipula el terminal y le da el importe exacto a pagar. La chica saca el dinero y lo deposita sobre el mostrador. Mientras reúne el cambio, Erik tiene una idea. Ya no está asustado y la lujuria asoma de nuevo en su cerebro. ¿Y si intentara ahora ligársela?
—Escucha, muñeca ¿Qué te parece si nos tomamos algo de la máquina de refrescos? —La frase la ha sacado de una película de Bogart que vio el otro día en televisión. En su voz suena pastosa, por no hablar de que la repite con tres paradas intermitentes.
Pero la chica parece no haberlo notado. Permanece unos segundos parada, mirándole, como en una película de terror de bajo presupuesto. De repente, da media vuelta y desenrosca el tapón de la lata. Mientras camina hacia la puerta, va vertiendo el contenido por el suelo.
El carburante, emite un sonido raro al chocar con las baldosas. Parece expandirse como si lo emitiesen por unos altavoces. Erik empieza a balbucear, “oiga, ¿pero, qué hace?”, más las palabras no llegan a salir de su boca. La chica ya ha llegado a la puerta. Ahora se vuelve y mientras mira al dependiente, saca una caja de cerillas y raspa una contra el borde enlijado, que se enciende con una pequeña explosión. La llama se estremece con un vivo color amarillo, en lo alto de la mano que la sostiene. De pronto, la joven la deja caer sobre el charco incoloro de gasolina.
En un instante, se produce un fogonazo y todo se vuelve rojo y amarillo para Erik. Lo último que logra ver antes de que todo se convierta en un infierno, es a la joven que se aleja hacia su moto, tras cerrar la puerta.

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4 comentarios

  1. 1. Alex dice:

    Umm…me quedo con ganas de saber el por qué. ¿Quién es ella? Parece que es una acción premeditada, por lo que tal vez haya una conexión previa entre ambos. Queda muy intrigante.

    Te sugiero que revises la construcción de algunas frases y que repases el texto varias veces. A mí me ha ido muy bien leerlo en voz alta.

    Me gustaría leer otras 750 palabras para ampliar la historia. Eso quiere decir que ya me tiene enganchado.

    Tengo una gasolinera aquí cerca. En Oklahoma. Si quieres pásate. Que tengo una historia que contarte.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 14:44
  2. 2. Manuel Jover dice:

    Saludos, José Vicente!
    Muy bien, has escrito un relato que atrapa, con un ritmo y una tensión muy conseguidos.
    Coincido con Alex en que te quedas con ganas de saber más, pero por otro lado creo que así deja un poso más perturbador.
    En cuanto a la redacción, he visto que usas varias comas separando el sujeto de la acción que pienso que deberías eliminar: «el piloto, lleva un mono rojo», «la muchacha, está trajinando», «Erik, consigue reaccionar», «el carburante, emite un sonido raro»,…
    Me chirría un poco que la erección desaparezca «como por encanto», porque no me transmite la frustración de ese momento. Quizá buscaría otra alternativa.
    Por lo demás, enhorabuena!

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 09:36
  3. 3. María Jesús dice:

    Hola Jose: Has hecho un texto un poco neutro, quiero decir que le falta algo de chispa. No cuadra el comportamiento de la motera, tenías que haber dado una explicación ya que ella parece que hace lo que hace con premeditación. Yo le daría una vueltecita porque puede salir de ahí un buen texto con un pequeño retoque. Un saludo.

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 19:35
  4. 4. amadeo dice:

    José: Buen texto…. de a ratos. Otros algo confuso. De acuerdo con los comentarios anteriores.
    Agrego:

    A la frase: Para calmarse, fantasea con lo mismo de siempre. Una mujer de bandera detiene su vehículo para repostar, y luego le seduce en la oficina del surtidor.la pondría así: Para calmarse, fantasea con lo mismo de siempre. “Una mujer de bandera detiene su vehículo para repostar, y luego le seduce en la oficina del surtidor”.
    Modificaría a: Esto sí que es suerte. Por fin, algo de distracción en la eterna velada, murmura.

    Si lo rescribes y lees en voz alta, mejorará muchísimo. Tiene tela

    Estoy en el 55 por si quieres leerlo y comentar
    Saludos

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 13:53

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