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La llamada del marinero - por Mario Carballeira

Bruno miraba fijamente el teléfono negro de encima de la mesa. Una oleada de terror le recorrió todo el cuerpo al escuchar al cuco del viejo reloj salir de su nido. Cada «cu-cu» sonaba como un disparo seco en su cabeza.
Se levantó de su asiento sirviéndose otro whisky y se colocó frente a la ventana, contemplando los alrededores. Nunca le había gustado aquella sucia ciudad y no iba a echarla de menos.
Mientras naufragaba por sus pensamientos, sus ojos se fijaron en una figura aún lejana. Era Renaud, el insoportable contacto que había tenido que aguantar durante los últimos meses. Bruno tragó saliva con dificultad. Usó el whisky para engrasar la glotis. Sabía que no estaba preparado para ese encuentro. En lo que llegaba, tuvo tiempo de servirse otro whisky más y de hacer sonar un poco de Wes Montgomery en un intento fútil de relajarse.

Nada más recibirle pudo ver un destello de odio en sus ojos, tal vez reflejado de los suyos propios. Bruno volvió a enfrentar la ventana, agitando el whisky en su vaso. Renaud cerró la puerta y avanzó.
—Ya sé que me odias y ya sabes que es mutuo, pero hay que cerrar esto —dijo con su asqueroso acento francés.
Bruno respiró hondo un par de veces antes de darse la vuelta.
—Renaud, el marinero no subió al barco.
Ambos hombres se mantuvieron la mirada durante unos segundos. Wes tocaba la guitarra al fondo acentuando la tensión de manera extraña. De repente, Renaud se abalanzó con el puño por delante. Bruno lo esquivó lanzándole el vaso de whisky a la cara. Cogió la botella de la mesa y aprovechó la ceguera momentánea del francés para arrearle con ella en el cogote.
Renaud le miró por un instante con ojos borrosos hasta que un espasmo le sacudió la pierna. Bruno aún le sostenía la mirada cuando sonó el teléfono. Agitado, descolgó y escuchó la voz al otro lado.
—Llegas tarde —dijo, seco.
Escuchó algo más y volvió a colgar.
Se sentó de nuevo en el asiento y contempló la habitación, lamentando haber roto la botella de whisky. Un par de minutos después, abrió un cajón y seleccionó un pasaporte. Los otros los utilizó como combustible para encender la chimenea. Fue a la cocina y aflojó una tuerca de la caldera hasta que pudo escuchar un leve pitido. Fue a la habitación, donde cogió una mochila ya preparada de su armario. Salió de la casa sin cerrar con llave y se dirigió al aeropuerto rezando por ser más puntual que el marinero.

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6 comentarios

  1. 1. Calihope dice:

    Deja con ganas de seguir leyendo. Me gusta que la frase del marinero no signifique realmente un marinero que sube a un barco. Es intrigante y me gusta la forma en la que está escrita. Te mete en la historia.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 17:30
  2. 2. Violeta dice:

    Hola Mario:
    Tu relato me recuerda a la novela negra. Me ha gustado. Mantienes la tensión hasta el final. Hay una frase que me ha llamado la atención: En lo que llegaba, tuvo tiempo… Quizás mejor: Mientras llegaba, tuvo tiempo… No sé, es sólo una sugerencia. Felicidades.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 10:03
  3. 3. Mario Carballeira dice:

    ¡Gracias a ambas!

    Escrito el 20 enero 2018 a las 16:19
  4. 4. Clau Cruz dice:

    Hola Mario:

    Antes que nada, gracias por tu comentario a mi trabajo.

    ¡Me ha encantado tu relato!
    Todo muy bien descrito y mantienen la atención de principio a fin.
    Me ha dejado con ganas de saber más…
    Felicidades!!!

    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 20 enero 2018 a las 22:24
  5. 5. José M. Fernández dice:

    Una trama negra bien lograda que se presta a un desarrollo más amplio. El ambiente, perfecto.

    Escrito el 21 enero 2018 a las 10:16
  6. 6. Laura dice:

    Hola Mario.
    Una novela de espías o policial se va acercando?
    Me encantó, al igual que a Calihope, que la frase obligatoria fuese una especie de contraseña. Más que original, en especial para mí, que me costó muchísima insertarla y quedó medio fuera.

    Hasta la próxima propuesta

    Escrito el 21 enero 2018 a las 15:52

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