La poeta - por Nalval

El autor/a de este texto es menor de edad

Desde pequeña, me ha encantado escuchar a mis padres. Siempre me sentaba a su lado, y prestaba total atención a todo lo que decían. Me encantaba oír la voz segura de mi padre, o el habla calmada de mi madre cuando me contaba un cuento. Yo solo escuchaba completamente en silencio, y por fuera podía parecer la típica niña de cinco años que oye atentamente la historia que su madre le cuenta. Pero por dentro, las palabras se arremolinaban en mi cabeza. Siempre me han fascinado. Y es que solas, las palabras son solo eso. Palabras. Pero cuando se juntan, pueden crearlo todo. Relatos fantasticos, mundos nuevos, paraísos, mil y una historias diferentes.
Desde siempre, he sabido que quería vivir de las palabras. Juntarlas en el orden correcto y crear, como si el aire fuera un lienzo en blanco y el lenguaje la pintura. Nada me gustaría más que eso.
Por eso, si rebuscaras bien en mi habitación, encontrarías que dentro del armario, en una esquina, está escondida una caja de zapatos. Si la abrieses, verías que está llena de palabras; llena de poemas, escritos, historias… Esa caja, es lo que más protejo en este mundo. Nadie puede verla, ni tocarla, porque sería como ojear un pedazo de mí.  Ni siquiera la han visto mis padres, y mira que son lo más preciado que tengo. ¿Y sobre que escribo? Puedo escribir sobre el pájaro que entra aquel día en mi clase, o sobre el árbol que talan cerca de mi casa, sobre lo triste que estoy aquel día, o lo contenta que me ha hecho esa persona. Son esos momentos en los que puedo hablar de todo o de nada, sin que nadie replique. Cuando uso las palabras, solo estoy yo. Yo y nadie más.
Como he dicho antes, las palabras me fascinan. Me gustaría poder pronunciar alguna.