LIA - por SKAY

-“Sobre el inmenso abismo, me acunan como entonces, la sosegada calma; gran espejo de mi desesperanza”, Recitó Víctor, cuando la pequeña Lia entro en la habitación.
-Baudelaire; dijo la pequeña sonriente y se sentó a observar a su tío tocar el piano, mientras acomodaba su flequillo, rubio, lacio, recto, que le daba junto con sus trenzas una imagen angelical a su apariencia, una mirada profunda en esos ojos mostraba unos muy pesados 8 años, que le habían otorgado una madurez peculiar. Su tío la había acogido y criado desde que era una bebe, tras el asesinato de sus padres. El vivía inmerso en la música, sus pinturas y sus libros, dónde solía narrar viejos recuerdos de guerra.
Pasaron algunos minutos y Víctor dejo de tocar, alzó su cabeza, cerró sus ojos, y suspiro.
-Tío- ¿Qué te pasa, estás bien? Preguntó Lia, que lo miraba asustada.
-Subí, subí el volumen princesa, dijo Víctor con la voz entrecortada. Al instante, enfurecido, se paro y mientras con sus manos se tomaba del cabello, comenzó a gritar con una voz muy aguda, que demostraba impotencia:-¡Imbéciles, ignorantes! No diferenciarían homicidio de arte ni que fuese su cabeza la que ruede por el piso.
Era la radio, que anunciaba un nuevo asesinato en la ciudad y se preguntaba si “El poeta” había vuelto.
-¿Escuchaste? ¡Lía! ¿Cuando el poeta robo a su víctima? ¡Y eso, eso ni siquiera es un poema! ¿Cómo puede tener micrófono gente tan estúpida? ¡Por el amor de dios! Apaga eso Lia, apágalo por favor. Y tráele el whisky al tío.
El poeta había sido un psicópata homicida, o un artista incomprendido, según quien cuente la historia, qué con la sangre de sus víctimas dejaba escritas las últimas estrofas de algún renombrado poema. Los periodistas solían encontrar similitudes entre algunos asesinatos y los crímenes realizados por el famoso homicida; que hace casi una década, había acechado la capital dejando diecisiete victimas y jamás fue encontrado.
Víctor comenzó a tomar y se sentó en su gran sillón, en la cabecera de la mesa. Apoyó su botella con firmeza y encendió su pipa. Pronto la habitación se había llenado de humo y sus carcajadas,totalmente exageradas, musicalizaban el ambiente, tan solo opacadas por los repetidos golpes que le otorgaba a la mesa con su palma, cada vez más continuos y con mayor intensidad.
Después de un fuerte golpe, en el que la mesa se sacudió y la botella cayó al piso, Lia se levantó y fue a su habitación, apresurada y con los ojos llorosos, mientras su tío seguía riendo y gritando como si no se hubiese dado cuenta de la ausencia de la niña, qué ya en su cuarto, se mantuvo un buen tiempo llorando hasta que el llanto paró, su mandíbula dejo de moverse y sus pupilas se contrajeron, el silencio la hacía dormir ,entrar en un sueño del que no quería salir, en el que por primera vez pudo ver los rostros de sus padres, de una manera tan real como un sueño lo es, que la llamaban a lo lejos.
El brillo del sol se reflejaba ya en su pelo cuando escucho el sonido del piano, y al abrir sus ojos, todavía algo húmedos, estos se achinaron para hacer juego con su sonrisa. Atravesó el pasillo corriendo, descalza y con su camisón blanco, seducida por las bellas notas que Víctor tocaba. Al llegar al salón, el cuarto estaba vacio,exepto por algunos muebles tapados con mantas blancas. Lia se sentó al lado de su tío, que escribía “El Poeta” sobre un papel en blanco.
-“Aquí yace un pájaro, una flor, un violín”, Dijo Víctor, con tono serio, mirando fijamente los ojos de su sobrina.
-¡Borges! Respondió Lia, ansiosa por volver a escuchar el hermoso sonido del piano.
En ese instante, eterno, las notas dejaron de escucharse y su camisón tomo el color de su sangre, con la que su tío llenaría el papel.